• Stephen •
Jessica no me dirigía la palabra desde que habíamos ingresado al automóvil camino a la torre Belinwurst. Cuando la deslumbrante edificación apareció frente a nosotros, bajo del auto con toda la elegancia que una mujer de su estirpe podía desprender y sin esperar que el chofer le abriera la puerta.
Deduje que era una mujer independiente desde el primer momento que la vi, no era de esas mujeres histrionicas que esperaban a su príncipe azul, más bien todo lo contrario.
—Señor James, un placer —el asistente de Liam Swanson me tendió la mano, la cual apreté para luego señalar a la rubia que se encontraba a mi lado.
—Le presentó a Jessica Romanov, representante de Sky Corporation.
—Un gusto, señorita Romanov —dijo el hombre casi anonadado por la belleza tan particular de mi acompañante —¡Pasen por aquí, por favor!.
Quedé impresionado con la oficina central de operaciones que tenía Swanson, incluso en algún momento se me cruzó la idea de preguntar quien había sido su decoradora.
Los ventanales iban del techo al suelo, permitiendo admirar la vista de la hermosa ciudad, mientras la pared estaba cubierta de más de una docena de pantallas proyectando canales de noticias del país y del resto del mundo.
—Stephen James, al fin nos conocemos —dijo el hombre dueño de tan singular despacho.
—Swanson.
Liam Swanson era un hombre pulcro pero poco distinguido. Con el cabello negro ondulado, un poco de exceso de peso debido a una vida bastante sedentaria y la falta de actividad física, unas gafas de aumento que tapaban casi la mitad de su rostro y unos ojos café de aguda perspicacia, había logrado levantar una empresa de renombre a nivel local.
No era lo que se podía decir un hombre atractivo, pero lo compensaba en inteligencia.
Su vista fue inmediatamente hacia Jessica y noté como sus mirada la escrutó con cierta fascinación. La mujer dueña de esos ojos verdes tan espectaculares sonrió tendiéndole la mano.
—Jessica Romanov, represento a mi padre en la reunión.
—Debí sospechar que eras hija de Vittorio, eres el calco de tu madre —dijo este, besando su mano como si de una princesa se tratara.
La rubia cambió completamente su expresión, sus ojos oscurecieron y pude notar su aflicción con respecto al comentario de Swanson.
—¿Comenzamos? —propuse.
La reunión inició y mientras los colaboradores evaluaban cada una de las pautas del contrato, Liam Swanson observaba a Jessica en plan conquistador, acercándose a ella cada vez que acotaba algo y tomando su mano en más de una oportunidad.
El hombre no presto ni la mínima atención a nada que yo hubiese dicho; lo que me pareció una falta total de respeto, pero lo que más me enervó fue la in escrupulosidad con la cual la contemplaba.
Cuando la hija de Vittorio dio su punto de vista, el hombre asintió con completa admiración. Todo lo que ella decía era un "SI" rotundo para él y aunque la reunión había salido como esperábamos y al finalizar teníamos los contratos firmados, no podía evitar sentirme extrañado, por no decir inundado de unos celos absurdos que no lograba comprender.
—¿Por qué tienes esa cara? —susurro Jessica a mi lado mientras Swanson despedía a sus colaboradores —¡Nos ha ido mejor de lo que esperábamos!.
—El idiota te hubiese comprado una casa en Chernobyl si tú le insinuabas que era ideal para vivir allí.
—¿Eso no es bueno acaso?.
—Podría decirse —masculle.
El calor subió hacia mis mejillas al verlo acercarse a la rubia y depositar la mano en su brazo. Jessica dirigió la mirada hacia esta y luego la levantó, con una expresión impasible.
—Jessica, quería invitarte a una fiesta exclusiva que se realizará en el Waldorf Astoria —exclamó el empresario, tomando por sorpresa a la mujer a mi lado.
—No lo se, mañana tenemos otra junta temprano y no es conveniente desvelarnos.
Liam Swanson enarcó las cejas y me dedicó una sonrisa.
—Tu también estás invitado, Stephen.
—Concuerdo con ella, deberíamos concentrarnos en lo que hemos venido a hacer. Ya habrá tiempo para fiestas —repuse.
No parecía haber convencido al hombre ya que este acomodó sus gafas en el puente de la nariz, y ladeó su cabeza intentando persuadir a la rubia.
—¡Es solo una gala! —exclamó lanzando una risita molesta —Tomaremos algo suave y cuando quieras darte cuenta vas a estar soñando con castillos, dragones... y príncipes encantadores.
Esbozó una sonrisa demasiado sugestiva para mi gusto. Jessica suspiró.
—Está bien, iremos.
—Genial, ¿Envío a la limusina a recogerte a las Diez? —exclamó con una sonrisa, hasta percatarse que yo seguía allí —Perdón, a recogerlos.
—No es necesario, yo la llevaré —logre articular mientras el fuego que corría por mis venas me pedía que por favor le diera un golpe.
—Excelente —dijo, sin un ápice de alegría.
Salí de allí como si me persiguiera la muerte para llevarme al inframundo, con la sensación de que cada segundo que pasaba en este lugar la grieta extensa que había entre nosotros se hacía más y más grande.
No podía entender el porqué me desagradaba aquello, lo mejor que me podía pasar era tener a esta mujer lejos.
—¿Acaso la tregua terminó? —preguntó, ladeando la cabeza para examinar mi expresión.
—Creía que no había comenzado aún.
—Estoy siendo un amor, Stephen —aseguró.
—¡Sobre todo con Swanson!.
No sabía que había sido eso, pero se había escapado de mi boca sin que pudiera siquiera procesar mis palabras.
—¿A que te refieres? —su rostro se deformó, y caí en cuenta de que me había excedido.
—Nada, no me hagas caso. Te esperare a las nueve treinta en el lobby.
—Bien —dijo, volviendo a su actitud fastidiosa.
Me enfurecía tenerla cerca, pero más me molestaba cuando ponía esa distancia entre nosotros.
Estaba perdiendo mi perspectiva.
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Aguardaba en el lobby del hotel a qué Jessica bajara, siendo que ya se habían pasado más de las Diez de la noche y hacía rato que la esperaba.
No quise golpear la puerta de su habitación por miedo a la tentación, necesitaba mi espacio para plantearme cuál era la razón por la que me atraía tanto una mujer tan complicada y con muy pocas ganas de siquiera hablar conmigo, pero aún no encontraba esa respuesta.
Parecía que el destino había querido que pusiera mis ojos en alguien que tenía la vista en otros horizontes.
Bufé observando mi reloj, dispuesto a subir a buscarla.
¡No iba al desfile de la reina, iba a una maldita cena benéfica!.
Mi vista se posó directamente en la espléndida mujer que caminaba en mi dirección, quien parecía estar dispuesta a querer paralizarme el corazón.
El elegante vestido largo en color rojo con la espalda descubierta y escote cerrado le sentaba tan bien que me cortó la respiración unos segundos. Tenía una abertura bastante pronunciada en la parte derecha desde lo alto del muslo hasta los tobillos, mientras los tacones aguja del mismo color le daban ese toque que la hacía llamar aún más la atención.
Sentía que debía decirle algunas palabras de alago, pero nada salía de mi boca.
—Estas muy elegante —exclamó con los ojos fijos en mi esmoquin de Ralph Lauren.
—Tu estas... muy hermosa —susurre.
—¡Gracias! —dijo revisando algo en su celular —¿Nos vamos?.
La tomé del brazo al bajar de la limusina, y lo primero que pude percatar fue la vista de la persona que nos había invitado sobre nosotros.
Sus ojos devoraron toda la anatomía de Jessica, y yo solo pude cerrar los ojos y respirar profundo para intentar calmar mi ansiedad.
—¡Por Dios, eres diamante que resplandece en medio del carbón! —exclamó depositando un beso en su mano como si fuese de la realeza.
Tuve que reprimir la risa que amenazaba con escaparse, y pude notar como Jessica hacía un esfuerzo sobrehumano para no reír también con las frases poco acertadas y la manera deplorable de ligar que tenía Liam Swanson.
—Muchas gracias, Liam.
¿Liam?.
—¿Te importaría si te robo a la señorita? —me pregunto tironeándo de la mano de Jessica —¡Quier invitarla a bailar!.
Quería responderle que si, que me importaba. Que no quería que la tocara, pero no podía hacer eso.
Jessica Romanov no era de mi propiedad, ella era una persona libre de decidir qué hacer y con quien, yo solo era el imbécil que prácticamente la había obligado a hacer este viaje.
Caminó con el hombre hacia la pista de baile del gran salón y la sonrisa de oreja a oreja que portaba Swanson me perturbó. Seguramente jamás en su vida haya tenido la fortuna de poder estar con una mujer tan hermosa como lo era ella.
Amortigüe un poco el enojo que sentía conmigo mismo con una medida de Whisky, preguntándome una y otra vez que era lo que me turbaba tanto.
Llegue a la conclusión que la atracción que sentía era puramente sexual, quizá si sucumbía al impulso que me provocaba cada vez que me observaba con ese irresistible encanto, todo terminaría al fin.
El problema era que Jessica no parecía tener intenciones en siquiera tener un acercamiento hacia mi, al contrario, reía y coqueteaba con su acompañante.
¿Que tenía el que yo no?.
Pedí otra medida de whisky al encargado de la barra y la mujer morena sentada a mi lado, quien llevaba un vestido corto bastante revelador, me encaro.
—¿Bailas?.
Odiaba bailar, pero en este momento necesitaba saber que era lo que hablaban tanto Swanson y Jessica, así que la tomé de la mano y la llevé directamente a la pista, a un lado de ellos. Jessica sonrió y me dedicó un guiño festejando mi actitud, lo cual me dejo aún más desconcertado.
La morena balbuceaba palabras que no atendí, estaba más concentrado en decifrar hacia donde se dirigía la rubia con el nerd, quienes desaparecieron cuando traspasaron una puerta.
¡Era lo que me faltaba para completar la situación!.
No lo pensé.
Dejé a la mujer plantada en medio de la pista y salí disparado a buscarla. Si quería llevárselo a la cama, tendría que ser en otra ocasión, ahora estaba aquí conmigo y no iba a permitir tal cosa.
De solo pensarlo me daba arcadas.
El amplio balcón rodeado de flores de estación, con colores y luces era un espectáculo. Allí en un rincón, una mesa improvisada con champagne y pequeños maccaroons deleitaba a las dos personas que estaban sentadas.
—Jessica... —grite, caminando hacia ella con rapidez —¡Nos vamos!.
Mi voz altanera y demandante sonó como un padre castigador, ganándome su mirada inyectada de odio cuando sus ojos se encontraron con los míos.
—Vete a descansar, James. Yo la llevaré en un rato —intervino el hombre con gafas.
—Ella ha venido conmigo, es mi responsabilidad —masculle con desagrado.
Si las miradas mataran, ya estaría enterrado diez metros bajo tierra. Agradecía a la vida que la rubia no portara Armas, sino ya me hubiese disparado sin ningún tipo de piedad.
—Está bien, Liam. Estoy cansada de todas formas y mañana será un largo día —aclaro con total soltura —¡Además, parece que el alcohol ha afectado a Stephen y necesita dormir!.
—Es una lástima, estaba disfrutando tu compañía —aseguró él.
Realmente iba a vomitar.
—Estaremos en contacto para discutir lo que hablamos, ¿Si?.
Se acercó a él y depositó un beso en su mejilla, algo que logró que mi furia hacia el nerd acrecentara. Cuando caminó hacia la salida, salí disparado llevándomela del brazo con suavidad, pero mi caminata se vio interrumpida por la morena con la que había estado bailando.
—¿Me has dejado plantada solo para ir buscarte a la resurrección de la Barbie Malibu? —preguntó cruzando los brazos.
Jessica enarcó las cejas y sonrió con malicia.
—¡Prefiero ser la resurrección de Barbie y no estar maquillada como Chucky! —tomó mi mano y sentí como tu tacto me estremecía.
—¡Perra!.
No entendía a las mujeres.
Algunas eran lo demasiado tóxicas como para bailar cinco minutos contigo y creer que les perteneces; en cambio otras contraían matrimonio contigo y lo único que querían después de eso era que desaparecieras del planeta.
¿No había un punto medio?.
La rubia camino todavía con su mano entrelazada a la mía, tironeándola para llevarme a la salida, no sin antes mirar de pies a cabeza a la morena.
—Apártate, inútil. No es mi culpa que tu seas tan insulsa como para que él tenga que buscar alguien más interesante.
El viaje hasta el hotel había sido en completo silencio, pero cuando cruzábamos el Hall hacia las habitaciones no pude evitar preguntar.
—¿Que ha sido todo eso?.
—¿A qué te refieres? —preguntó con la vista en su teléfono.
—A la mujer que te ha llamado Barbie.
—Era una tonta —masculló.
—¿Celosa?.
Pude sentir esa satisfacción al notar como sus mejillas se encendieron, dándole ese color rosado tan particular.
—Para nada, deberías estar agradecido conmigo. Lo más probable es que te hubiera llevado a la casa y amanecieras encadenado a la pata de la cama.
—Yo creo que estas celosa —mencione.
Lanzó una carcajada que retumbó todo el pasillo.
—¡Lo dice el hombre que ha hecho el ridículo frente a un inversor importante!.
—¡No he hecho el ridículo! —me defendí.
—Está bien. Adiós —Busco la llave de la habitación en su pequeño bolso.
—¡Los contratos ya están firmados, no es necesario que seas tan amable con el!.
Rasque mi nuca algo molesto.
A esta mujer le encantaba sacarme de mi centro. Lo hacía cada media hora e incluso parecía disfrutarlo.
—"Ella es mi responsabilidad" ...—exclama imitándome —¿Cuantos años crees que tengo, diez?.
—¡Te comportas como si los tuvieras! —tensé la mandíbula.
—¡Eres un idiota!.
Intentó cerrar la puerta de su habitación en mi nariz pero la detuve Justo para poder empujar e ingresar, aunque su rostro iracundo no estuviese de acuerdo.
—¡Eres mi responsabilidad, esto es un viaje de trabajo! —cerré la puerta intentando recuperar la compostura pero mi enojo se hacía cada vez más visible —¡Si quieres dormir con el inversor, deberías buscar otro momento!.
—¡No entiendes nada, imberbe! —reclamó con molestia.
—Entiendo lo que transmites.
—No es tu problema a quien quiera o no, llevarme a la cama —dijo, haciendo un gesto irónico.
La brusquedad de sus palabras fueron como un golpe directo a mi entrepierna. Me molestaba tanto que no sabía como expresarlo en palabras.
—Si es mi problema si estas aquí como mi asistente —mi voz salió casi como un susurro.
—Quizá si duerma con el, se ve una persona interesante y poco básica.
¿Persona poco básica?
Liam Swanson era lo más básico que se podía apreciar en un hombre... ¿Por qué le interesaba?.
—Pensé que solo en las Vegas dormías con desconocidos, pero al parecer es algo habitual en tu vida —exclamé con un tono de desaprobación, ganándome una mirada de extrañeza de su parte.
—¿Que insinúas?.
—No necesito insinuar nada, Jessica. ¡Con tus actitudes ya dejas en claro qué tipo de mujer eres!.
No hice más que parpadear, cuando sentí el impacto de su palma en mi mejilla. El dolor punzante que comenzó a brotar contrastaba con su mirada fría y cargada de tristeza.
Me había propasado.
—Lo siento, yo...
—¡Vete de aquí! —ordenó demandante.
Me acerqué a ella con cautela.
—Jess, por favor. Soy un idiota.
—¡Vete ahora! —gritó, dándome un empujón para apartarse.
Caminé hacia la puerta, herido y con confusión, preguntándome en qué momento me había ofuscado tanto como para decir algo semejante.
No podía dejar las cosas de esta forma, debía arreglarlo.
Aspire aire con fuerza y caminé hacia ella con las intenciones de disculparme, pero cuando sus ojos verdes chocaron con los míos, algo me sucedió.
Jessica abrió la boca para protestar pero no le deje tiempo.
Estampe mis labios con los suyos, sellándolos en un beso apasionado, enloquecedor, y nuestro contacto comenzó a producir chispas de excitación cuando la atraje más a mi con mis manos en su cintura.
Con Jessica Romanov las emociones eran a todo o nada. Comenzaba a comprenderlo.
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