—¿No puedo ni hablarles sin que piensen que estoy aceptando su interés? —preguntó, incrédula.
—No uno a uno —corrigió Kyelle. Se había vuelto más animada y cálida a medida que se metía en el tema y se alejaban de Zev. Parecía querer de verdad ayudar a Sasha a entender. Sasha solo esperaba poder recordarlo todo—. Si te sientas a comer o en una reunión, donde un grupo está discutiendo algo, estás relativamente segura —aunque probablemente es mejor no sonreírle a nadie. Y definitivamente no mires a los ojos si se pavonean.
—¿Pavonean? —preguntó Sasha.
—Sabes, se muestran. Lucen sus cuerpos, o hazañas de fuerza. O si te traen algo que han hecho.
La boca de Sasha se abrió de sorpresa —¿Lucen sus cuerpos? —repitió atontada, su mente de repente llena de imágenes de entrar a la aldea y encontrar un rebaño de hombres altos y musculosos quitándose la ropa y flexionando. Una risotada se escapó en su garganta y trató de tragarla, pero terminó haciendo ruidos gorgoteantes.