Remia, Crystel, Residencia Windsor - 4 de Junio - Año 525
—¿Todo esto por mí? —preguntó Leah, cuando al entrar a la sala pudo ver la mesa repleta de comida, algunos dulces, aperitivos y bebidas.
—Queríamos que te sintieras cómoda desde el inicio, Vlas dijo que si él tuviera que ir de visita a una casa e hicieran algo así por él se quedaría ahí para siempre —dijo Lara, riendo ante la lógica de Vlas.
—Un poco de razón tiene, digo, es muy lindo esto, me hace recordar al primer día en el que estuve en tu casa, ¿Recuerdas que compraste mi pastel favorito? —preguntó.
Lara asintió con una sonrisa, su mirada se colocó detrás de ella, y con un ligero movimiento de cabeza, le indicó que volteara, había algo detrás de ella.
—¿Fresas con crema, cierto? —preguntó Vlas acercándose a ella, con un pastel en sus manos.
—¿Es una broma, cierto? —Ella volvió su mirada hacia su madre, emocionada, ahí pudo ver a Rhys parado al lado de Lara también, ambos con una sonrisa—. Es como esa vez... —Sonrió, recordando ese día en el cual se fue a vivir con Lara, el comienzo de su nueva vida.
—Ellos me dijeron que tu este era su pastel favorito, así que fui a comprar uno en la mañana... Espero te guste —dijo Vlas.
Leah se dio la vuelta, y se acercó a él.
—Claro que me gusta, me gusta mucho —dijo ella, encontrándose con los ojos del chico, verdes como una pradera, la encantaron, y el gesto de su parte no la ayudó mucho a pensar en otra cosa. Quería darle un abrazo, no sabía por qué—. ¿Puedo darte un abrazo? —preguntó.
Vlas sonrió ante su pedido, y sin decir mucho se agachó hasta lograr dejar el pastel sobre la mesa ratona de la sala, y al volver a su posición de nuevo, abrió sus brazos. Ella no lo pensó mucho tampoco, y lo rodeó en los suyos.
—Quiero que sean novios, ya mismo —rio Rhys, casi en voz baja, procurando que sólo lo escuchara Lara.
—No seas tonto, son muy pequeños todavía... Y él... —Ella dudó. Rhys le prestó atención—. Nada... Igualmente, sí, se ven muy lindos —agregó, intentando esbozar una sonrisa.
«Es tan cálido», pensó Leah, ni siquiera notó cuando fue que se recostó en su hombro, pero si hubiera tenido vergüenza de tal accionar, se habría dado cuenta desde el instante en el cual le pidió un abrazo. Sólo se dejó llevar, podría pensar lo que hizo luego, además, era sólo una forma de agradecerle... Sólo eso.
Más tarde...
—¿Qué haces? —Rhys golpeó la puerta del cuarto de Vlas, semiabierta, él estaba sentado en la silla de su escritorio, leyendo algo.
—Oh, Zenda me pidió que revisara algunos de sus informes para las clases de ciencias, yo me encargo de los prácticos y ella los describe —explicó, dejando el manojo de hojas sobre la mesa—. ¿Necesitabas algo? —preguntó.
—En realidad... Sí. —Rhys entró a la habitación, y luego de cerrar la puerta se sentó en la cama, mirando alrededor—. Además de Zenda, ¿Hay otras cosas que me quieras contar? No lo sé, algo que haya pasado estos años, que no le hayas dicho a nadie, ya que nos pudimos contar eso hoy, creo que dejé muy en claro que puedes confiarme lo que sea —dijo.
Vlas giró en su silla, apuntando a su hermano, darle la espalda no lo hacía sentir muy seguro, aunque notó que Rhys no estaba tan concentrado en él, sino que tenía su mirada fijada en algunos de los portarretratos que había en un estante sobre su cama. En ellos había varias fotos, de ellos de pequeños, una foto familiar, donde incluso Rygal estaba, o algunas de su madre de joven, con él de bebé... Esa fue la más admirada por su hermano, Vlas notó su ligera inclinación.
—Emm... No lo sé, no muchas cosas interesantes... Di mi primer beso, quizás eso sea de tu interés —bromeó.
—¿En serio? —Rhys rápidamente se dio la vuelta, en su rostro se dibujó una sonrisa.
—Fue una tontería, estábamos jugando verdad o reto en la casa de una amiga... Y me negué a la verdad, tuve que pagar con el reto... —dijo Vlas, desviando un poco su mirada, recordar eso le daba cierta vergüenza.
—¿Y con quien fue? Déjame adivinar... Zen...
—Con Kora —Vlas lo interrumpió.
Al instante, el silencio los afectó a ambos, Vlas no quiso subir su mirada, pero con saber que su hermano no respondió, sabía que su declaración había sido algo abrupta, y sorpresiva.
—Espera... ¿Qué?
Vlas no vio el rostro de su hermano, pero a pesar de eso, pudo notar la incredulidad en su tono de voz al hacer esa pregunta... Quiso reír, pero eso sólo le quitaría seriedad a la situación, aunque quizás eso era lo que quería, todo se estaba por volver demasiado incómodo.
—Es que... Estábamos ahí, y éramos pequeños, queríamos saber que se sentía, todo el mundo hablaba de eso, el juego fue una excusa... Al final, ambos lo queríamos.
—Pero, ¿Y Zenda? ¿Te gustaba su hermana? —Rhys siguió con su confusión.
—Es que, era eso o... Admitir que estaba enamorado de Zenda... Estaba entre la espada y la pared —Vlas intentó explicar.
—O sea, sí, entiendo eso, pero me estás diciendo que entre admitir que estabas enamorado de la persona la cual realmente estabas enamorado, y besar a su hermana frente a ella, elegiste besar a su hermana... ¿Qué se te pasó por la cabeza?
—No lo sé Rhys, en ese momento, a mis doce años, era una decisión razonable, luego me di cuenta de lo estúpido que fue, y de lo mal que llegó a sentirse Zenda... Luego me disculpé... Aunque todavía no hemos tenido nuestro momento... Aun quiero darle un beso a ella.
—¿La amas tanto?
—Creo que soy muy joven para pretender hablar de amor, Rhys... Pero son diez años que sustentan mis sentimientos, y ella no me ha dejado solo nunca, desde el inicio, y no importaba nada lo que sucediera, su mano siempre se apoyaba en mi espalda, cada vez que los recordaba a ustedes, cuando me sentía triste, nostálgico, cuando me venía abajo a causa de la soledad, cuando el miedo me causaba pesadillas, cuando sentía que alejaba a todo el mundo, cuando ya no le veía sentido a nada... Ella tomaba mi mano y me llevaba a su lado, a donde sea, pero si ella estaba ahí, por al menos un momento, todos esos pensamientos se inhibían, y aunque al final del día volviera esa sensación ruin, al otro día lo mismo, y así por años, intentando sobrellevar tal tristeza con su ayuda... Fue, es y será fundamental en mi vida, para siempre, porque no sé que me depara el destino, no sé nada, quizás ni siquiera acabemos juntos en el futuro, aunque sentiría que eso sería una tragedia, porque mi sueño es una vida a su lado... Pero pase lo que pase, juntos o separados, Zenda siempre vivirá en mí.
Rhys sintió que su pecho quemaba, quería decirle muchas cosas, como otras tantas, pero no supo por qué se paralizó, escuchando cada palabra de la declaración de su hermano su cuerpo se estremecía, entendiendo cada sentimiento de él, a flor de piel, y ese amor, tan hermoso y sanador, como trágico y doloroso. «No es momento», intentó convencerse, cuando de su boca casi se escapa su secreto... Aunque le dolía mentirle a su hermano de tal manera, le iba a doler más a él cuando se enterara... Y todo lo dicho por él sólo lo hundió más en su dilema, y en todo lo que había intentado sobrellevar por tanto tiempo.
—Vaya... Es un gran discurso... Creo que, además de mí, a ella sería a quien más le gustaría escucharlo —dijo, entre sonrisas, demasiado incómodas, demasiado impuestas, para él mismo, aunque hizo lo posible para que su hermano supiera que a pesar de todo, estaba feliz por él.
—Todavía falta tiempo... Está bien así, somos amigos, no nos separamos, y me gusta la relación que llevamos, no quiero cambiarla todavía, después de que terminemos la preparatoria quizás dé ese paso... —dijo Vlas, y una pequeña sonrisa se escapó de sí—. Quizás... —musitó.
Su hermano lo miró, con cierta tristeza en su mirada... Aunque satisfecho con Zenda, ella había cuidado a Vlas por mucho tiempo, no podía estar más agradecido con la chica, ella comprendió el contexto, supo enterarse de los sentimientos de Vlas, así como sus deseos, y poder llevar su personalidad, aunque no tan complicada como la suya, aun un poco difícil de comprender... Era un Windsor después de todo, y su hermano, ninguno había tenido la vida fácil, a pesar de haber nacido en el entorno el cual habían nacido... En cuna de oro prácticamente. Entre los problemas con su padre, así como su ausencia, la pérdida de un hermano, la complicada crianza que sólo su madre les pudo dar, sus propias personalidades repelentes, su orgullo, su ambición... Entre tanto, podía asegurar que incluso ellos mismos se lo habían buscado, eran orgullosos, a más no poder, tercos y mimados, bajo el foco del mundo, asegurados de siempre llevar la razón, aunque no la tuvieran... Pero siempre existía esa persona que los bajaba a la realidad... Duro sería perderla, más que nada, él lo pudo experimentar, y fue la peor sensación que tuvo jamás... No quería eso para su hermano, no quería eso para nadie en realidad... Pero, ¿Qué les quedaba? Asumir su destino, por más doloroso y desolador que este fuera... Él aseguraba tener esperanza, tenía a muchas personas que lo apoyaban a su lado, y quería eso para su hermano... Quería borrar la sensación de soledad... La maldición de su familia... La peor herencia que pudieron tener.
Más tarde...
—Estoy un poco confundida hoy, sabes. —Lara salió del baño, secando su cabello, con una toalla envolviendo su cuerpo. Se sentó en la cama con su cepillo en mano, y comenzó a peinar con suavidad su largo cabello escarlata—. Noté algunas cosas que no me quedaron muy en claro —agregó.
—¿Qué tipo de «cosas»? —preguntó Rhys, él ya se encontraba acostado en la cama, boca arriba, había estado así un rato, desde que salió de la habitación de Vlas, esa charla con su hermano lo había afectado un poco... Como pocas situaciones lo habían hecho en su vida.
—Creo que Leah y Vlas se gustaron... Tú lo dijiste hoy, y aunque sé que fue en broma, siento que aun así lo dijiste por algo, ¿Viste lo mismo que yo, cierto?
—De hecho sí, lo dije en broma, pero... Creo que sí, pero tú sabes, fue un simple vistazo, supongo que se parecieron lindos, nada más... Son adolescentes después de todo.
—Leah no se ha fijado en ningún chico jamás, o al menos ninguno del que nosotros tengamos conocimiento... Y Vlas se nota que está muy enamorado de Zenda... No lo sé, ella no quiso mencionar mucho ese abrazo de hoy cuando estábamos en su habitación, yo tampoco quise tocar el tema, ella sabrá que sintió... Quiero dejarla ser en ese sentido, pero tampoco quiero que se sienta confundida y eso le afecte, ¿Qué podría decirle? —Intentó buscar algún consejo en su esposo, volteando a él.
Rhys siguió en su lugar, no notó el movimiento de su esposa. «Vlas se nota que está muy enamorado de Zenda...», aseguró ella, y él también podía hacerlo, más aun con esa charla que tuvieron minutos atrás. Debería contarle lo que eso causó en él a Lara, pero sería sólo seguir sumándole temas sin importancia a la discusión que ella había planteado... Sintió que era mejor guardarlo para otro momento, y concentrarse en las dudas que ella poseía con respecto a su hija.
—Nada... Ella te lo dirá a ti primero, siempre lo hace, es mejor no apurarla en ese sentido... Apenas lo conoció hoy, y si le gustó, supongo que confirmará eso en los siguientes días, y luego te lo dirá bajo su propio juicio —dijo él.
Lara asumió lo mismo, y volvió a su lugar, a seguir con su peinado... Aunque no quiso borrarse de la cabeza cierto detalle.
—¿Estás bien? ¿Por qué de la nada pareces melancólico? —preguntó.
—No te lo quería decir, creí que estabas preocupada por Leah y no quería seguir preocupándote —respondió él.
—Sabía que esto sucedería con Leah algún día, no es preocupación, sólo un poco de ansiedad, es mi niña después de todo.
—Lo sé... Igual, ambos estaremos para ella, pase lo que pase, y ella es una chica inteligente, sabrá que hacer, puedes estar tranquila.
—Sí, lo sé... Pero ahora dime que sucede contigo, ¿Es algo con tu hermano? —Ella dejó el cepillo en la mesa de luz que flanqueaba la cama, y se recostó lentamente en la cama, inclinándose hacía el lado de Rhys, posando su mano en su pecho.
Él la acarició con suavidad.
—Ama a Zenda, demasiado... Pero hasta el punto de no olvidarla jamás, de pensar sólo en ella al mirar al futuro... Casi como nosotros sabes, pero lo de él es más intenso, más profundo... Mucho más... Y tengo miedo —dijo, casi con su voz temblando.
«Lo dije», pensó. ¿Cuántas veces había expresado ese sentimiento en su vida? Seguramente eran contadas con los dedos de una mano, y hacía mucho tiempo atrás. Su vida había entrado en un lapso de tranquilidad esos años posteriores a la guerra, cuando formó su familia con Lara y Leah, cuando sólo dedicó a entrenar, cuidar a su hija y entregarse a su hogar, ni él pensó que eso sucedería alguna vez, y aunque extrañaba la sensación de encargarse de situaciones que lo llevaban al límite, estas siempre terminaban dañándolo, conduciéndolo al extremo de la soledad, donde lastimaba a Lara y a otras personas... No quería ser ese Rhys, pero parte de sí mismo estaba en ese Rhys también... Y tampoco podía intentar evitar esa naturaleza.
Pero el miedo, ese que estremecía su alma... Sólo dos personas se lo hicieron sentir: Rygal y Lara. Ni Demian, ni Clio... Y hasta ese momento, Vlas. Su miedo más grande siempre fue perder para siempre a las personas que amaba, como Demian, ese miedo nació luego de su muerte. En su adolescencia también tuvo miedo, pero era casi lo mismo, quedarse solo, simple necesidad de aprobación, un poco de todo, aun así, los tenía a su lado, y ellos suprimían ese miedo, pero vivirlo en carne propia fue lo que lo hizo algo presente en su mente cada vez que tenía ese presentimiento de que la situación ameritaba la opción de que alguien a quien amaba se fuera para siempre. Como cada una de sus peleas con Rygal y la simple presencia de este en la vida de todos, o los miedos y pecados de Lara que la arrinconaron a la depresión.
Era un pasado tan trágico que se había marcado con fuego en su memoria. «Recuerda que puedes perderlo todo», era la sentencia que siempre asediaba su mente cuando estaba a punto de tomar una decisión que marcaba su destino, una y otra vez... Y aunque no era tal miedo, la desconfianza tomaba su lugar, y lo hacía incluso dudar de sí mismo, de sus capacidades y de su juicio, como en cada una de las instancias en las que su vida tomó un rumbo distinto... Y esa era su mayor debilidad, el amor, el miedo... La soledad.
—Ya veo... Estaba esperando el momento en el cual fueras sincero y lo aceptaras, vienes con ese dilema desde que planteamos la posibilidad de venir, la semana pasada —dijo ella—. Pase lo que pase, estaremos ahí, y no se nos irá de las manos, por más fatídico que todo sea, créeme amor, hemos salido adelante a pesar de todo los que nos pasó, ¿Qué más podemos hacer? Así es la vida, no tenemos el control de nada. —Ella intentó consolarlo, pero sabía que así no era Rhys, y que eso no era suficiente, aunque era lo máximo que podía hacer.
—Es que, tome la decisión que tome, no importa... Todo está en juego, y estoy harto de tener que enfrentar siempre una maldita tragedia que parece nunca acabar... ¿Y si Vlas...? —paró—. Maldita sea, ¿Por qué tengo que pensar en eso? —maldijo, entre dientes.
—Rhys... —ella musitó—. Está bien, es inevitable hacerlo. —Un poco de su apoyo se dejó ver.
—Lara, me siento egoísta al querer que él no se vaya de mi vida, pero siento que le estoy quitando la felicidad al mismo tiempo, no quiero que sufra y se hunda en la miseria sólo porque quiero que esté a mi lado, pero tampoco quiero perderlo, a pesar de que eso quizás sea lo que él decida... Es injusto, ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? ¿Por qué? —Sostuvo sus manos sobre las de Lara, aunque la intensidad de sus sentimientos le regaló esa conmoción, que impidió que pudiera aferrarse más a ella.
—Está bien... Yo lo haré —dijo ella, apenas se dio cuenta. Alzó sus manos y tomando las de Rhys con suavidad las envolvió en las suyas, extendiéndole un poco su calor—. ¿Quieres dormir? Desde ayer no te he visto descansar, sabía que algo te tenía nervioso.
—Quizás... —dijo él, y al momento el cual Lara se recostó al respaldar de la cama, dejándole un poco de espacio en esta, él inclinó su cabeza, hasta apoyarla en las piernas de su esposa—. Así está bien —casi susurró—. Sólo... Quédate aquí, Lara... Quédate aquí para siempre... —pidió, al final, y sus ojos se cerraron.
—Claro que sí, mi amor... No me iré de tu lado... Puedes confiar en eso. —Ella sonrió. Y antes de que pudiera siquiera dar un último suspiro, cayó dormida al lado de su esposo.
Al otro día...
Remia, Gala, Habitación «212» - 5 de Junio - Año 525
Clio sintió el día venirse sobre ella al despertar, apenas abrir sus ojos encontró algunos rayos de sol colándose por la ventana y que llegaban hasta su rostro, sabía que ya era muy tarde, porque normalmente se le era imposible despertarse temprano sin antes colocar una alarma. La noche anterior no lo había hecho.
Se sentó en la cama, bajando su mirada sobre su atuendo... ¿Estaba de pijama? ¿Cuándo había sucedido? Aunque en realidad, ¿Para qué pensarlo? Era obvio lo que había sucedido esa noche, y otra vez debería sentirse con las ganas necesarias para afrontar el día que se asomaba, y el otro, y el otro, y así... Sin saber hasta cuándo.
—Buenos días.
La voz de Rygal fue el primer sonido de su día.
—Dormí mucho, ¿Qué hora es? —preguntó ella, bajando los pies al suelo.
—Cerca del mediodía, te iba a llamar, tenemos una reunión a la 1:00 p.m —informó él.
Clio alzó su mirada, ciertamente cansada, no sabía muy bien qué decirle, pero sí quería dejarle en claro algo... Que se borró al instante de su mente cuando las náuseas llegaron.
—Carajo... —dijo, y salió disparada hacia el baño.
—Clio... ¿Estás bien? —Rygal se acercó a la puerta, y sin entrar al baño, intentó mirar de reojo. Sólo oyó el ruido de la cadena, luego, ella abrió la puerta que estaba entrecerrada.
—Estoy bien —afirmó, parándose frente a él.
—No pareces bien... No te ves para nada bien de hecho. —Rygal notó su mirada decaída, al mismo tiempo se veía muy pálida, su temperatura corporal no ayudaba nada tampoco—. Tienes fiebre —dijo, posando su palma sobre su frente.
—¡Estoy bien! —Clio empujó su brazo de enfrente suyo, quitándole la mano—. Déjame en paz, no voy a ir a la reunión. —Comenzó a caminar hacia la cama de nuevo, algo molesta. Rygal se quedó en su lugar.
—¿Por qué no vas al médico hoy? Te doy el día libre, deberías hacerte un chequeo, esto que acaba de pasar no es normal —recomendó él, aunque con su tono de voz cortante y frío pareció ser más una orden.
—No vas a decirme lo que tengo que hacer, Rygal... Me vuelvo a Crystel, llamaré a Rhys para que me vaya a buscar al aeropuerto —dijo ella, con demasiada decisión.
—Es una tontería, Clio... No comiences ahora con tus berrinches, ¿Cómo vas a querer irte? Todavía debemos pasar por Zenith, ni siquiera nos reunimos con los líderes de la ciudad, y te necesito... En serio. —Él siguió en su lugar al lado de la puerta del baño, intentando convencer a Clio, creyó que era estúpido siquiera irritarse por lo que ella decía, se había vuelto tan normal en su relación que siempre lo arreglaban de la misma manera—. No te quiero decir lo que debes hacer, pero Clio, no eres tonta tampoco, es mejor así —dijo, algo parsimonioso.
Ella se había sentado en la cama, cabizbajo. Quería gritarle tanto, los recuerdos de la noche ya habían vuelto a su mente, y como siempre sucedía, estaba enojada consigo misma, pero por su culpa, y se enojaba con él también, ya que por lo menos debía desahogarse con alguien, y él estaba ahí... Él siempre estaba ahí.
—Hoy no es un día en el que quiera tener este tipo de discusiones, déjame un rato sola, iré al vestíbulo luego, espérame ahí, estaré antes de la reunión —muchas cosas pasaron por su mente mientras decía eso... Pero la mirada de Rygal sobre ella impidió que las hiciera realidad—. Y deja de mirarme así, tú sabes por qué estoy actuando así, sólo... Déjalo pasar —aclaró.
—Claro que lo sé. —Él hizo un movimiento con su cabeza, girando sus ojos—. Nos vemos luego —agregó, y rápidamente abandonó la habitación, luego de pasar por la mesa y levantar varias carpetas.
Clio escuchó la puerta cerrarse con fuerza, y sin moverse, se llevó las manos a la cara, tan avergonzada como resignada, con cada una de sus actitudes... «Parece que no pretendo madurar jamás», pensó, asegurando que había actuado como una niña pequeña, necesitada de atención, como de amor... Quizás las consecuencias de su crianza seguían haciendo efecto en sus arranques de fastidio y enojo, aunque sólo con Rygal. Extrañaba esos días en los cuales no se sentía la mayoría del tiempo en una nube de irritación, donde cada palabra, gesto o actitud de él le diera esa sensación de querer odiarlo, asqueando seguir a su lado... Extrañaba verlo llegar a la casa, y recibirlo con una sonrisa, dormir a su lado, o abrazada a él, sin que al otro día esa molestia despertara tales efectos en ella, porque, aunque no pareciera, él en realidad siempre fue el mismo, sólo que ella nunca estuvo tan enterada de lo que hacía, o a lo mejor no quería aceptarlo, no quería perderlo. Maldecía cada día haber vivido esa vida de mentira, haber dejado que él tuviera ese control sobre ella, haberle dado todo, pretendiendo que él no lo usara en su contra... Maldecía haberlo amado, a pesar de todo, maldecía muchas cosas... Todas relacionadas a él, pero al mismo tiempo agradecía haberlo tenido a su lado, que él le haya regalado esa familia, que él la haya amado tanto años atrás... Y viviendo en ese dilema también se encontraba cada día, sin saber si odiarlo, si amarlo, o sí sólo pasar de él, sintiendo nada... Como le pasaba con todo lo demás, exceptuando sus hijos.
—¿Por qué no puedo dejarte ir, Rygal? ¿Por qué me maldijiste así? —preguntó, ¿A ella? ¿A él? ¿Al mundo? Probablemente a nada, porque no había respuesta a su pregunta—. Deja de amarme... O yo no podré hacerlo tampoco.
Mientras tanto...
«Clio siempre tiene problemas, maldita sea, ¿Por qué tiene que ser ella siempre la que me lleva a donde quiere?», Rygal maldijo internamente, mientras bajaba las escaleras del hotel, en dirección al vestíbulo.
Su teléfono sonó antes de que diera unos pasos en este, y se quedó parado entre la puerta de entrada y la puerta de salida de las escaleras, en una especie de pasillo que funcionaba como unión de ambas habitaciones.
—Habla Rygal Di Rem —atendió, era un número desconocido, pero no pudo encontrar coincidencias con algún otro que conocía, porque también era privado.
—Jefe... —una voz dijo del otro lado.
Rápidamente Rygal acomodó su celular mucho mejor en su oreja, casi esbozando una sonrisa, y siguió...
—¿Llegaron? —preguntó.
—Sí, actuaremos cuando nos diga... Usted tiene la última palabra.
—Lo sé... Tengo una idea de cómo y cuándo pueden hacerlo, pero antes de eso necesito confirmar algo... Necesitaremos un código, cuando sea el momento te lo enviaré en un mensaje, eso significará que pueden actuar.
—Claro jefe... ¿Qué piensa de algo como «RW» o parecido?
—Demasiado obvio... Será mejor sólo enviar el nombre del lugar, sabrán a donde ir al instante, algo así como «Playa», ¿Has entendido?
—Sí, estaremos esperándolo entonces.
—Mejor así... Luego hablamos. —Y antes de esperar respuesta, cortó.
Sostuvo el celular en su mano, mirando la hora, casi veinte minutos para la hora de la reunión. Y antes de que siguiera su camino al vestíbulo, oyó fuertes pasos resonando por la escalera, con un patrón y sonido reconocible, tacones de mujer.
—Oh, estabas aquí —dijo Clio, cuando al abrir la puerta lo vio parado frente a ella, casi lo chocaba.
—Bajaste rápido —dijo él, notando que había lavado su rostro, y que estaba usando su ropa de trabajo—. Me gusta el estilo de tu cabello hoy —señaló. Siempre lo usaba suelto, o envuelto en algo parecido a una rosca sobre su cabeza, pero esta vez estaba atado en una cola de caballo, le daba un estilo un poco más informal, le hizo bien admirarlo unos momentos. La belleza de ella era pulcra, y no iba a negar que era lo único que siempre lo dejaba sin palabras.
—Y a mí me gustaría un poco de silencio en realidad —dijo ella, haciendo caso omiso al halago de su esposo, cuando comenzó a caminar hacia la puerta que daba al vestíbulo, dejándolo atrás.
—Bien, lo que digas —dijo él, y la siguió a pasos largos, como los de ella... En silencio.
Como ella pidió.
Remia, Crystel, Residencia del Clan Windsor - 5 de Junio - Año 525
—Su nacimiento no fue una casualidad, nada de lo que Rygal proponga es una casualidad... Podemos asegurarlo, aunque más que su nacimiento, que lo veo como una consecuencia al amor de Rygal hacia Clio, siento que su crianza es lo que define la importancia de Rhys en el plan de Rygal.
Su hermano quedó mirándolo, algo pensativo, intentando sostener tal hipótesis con los conocimientos que su mente había albergado en sus charlas con Rygal Di Rem, como todas sus menciones a Rhys y Clio, o aquellas indirectas entre tragos, agradecía que Rygal siempre haya sido sincero con él, porque podía asumir muchas cosas sobre él que nadie podía... Posiblemente ni siquiera su hermana tampoco.
—Archie, somos el centro de Remia en este momento, los únicos aliados de Rhys Windsor... No quiero decir que nos encontremos en el ojo de la tormenta por ser el clan Windsor, sólo digo que deberíamos apoyar lo que él quiera, a pesar de todo, ya que somos la familia más poderosa del reino, y ahora que Rhys volvió... Quizás la del mundo —aseguró William.
—¿Más que el clan Harch? —cuestionó Archie.
—Más que el clan Harch, o la Familia Real fonsesa, y la Familia Imperial filideiense —confirmó.
—Debimos hablar esto con Clio, ella es su madre, sabe lo que su hijo piensa más que nadie, y seguramente también sabrá por qué volvió... No creo que busque una guerra, aunque si lo hace... Deberíamos estar preparados.
—Una guerra podría ganarla él solo, no sería capaz de poner en peligro a su propia familia frente a la crueldad de Rygal Di Rem —supuso William, su hermano casi le dio la razón con una movimiento de cabeza, asintiendo en silencio.
—Vino por Vlas —manifestó Archie, la seguridad se apoderó de su frase y los intensos ojos verdes de la familia Windsor relucieron.
—Es obvio, él no quiere hacer la guerra, quiere evitarla, conoce las consecuencias de estas luego de su experiencia luchando en la Guerra de Fons... Vlas es un detonante para que Rygal Di Rem pretenda enfrentarse a él, pero antes de que eso suceda, Rhys actuará... Es muy inteligente, y sabe cómo evitar los problemas.
—El mismo genio que vi años atrás... Clio no se equivocó con ese presagio en su nombre: «El rey que se eleva por encima de todo», logró lo imposible.
Archie había descubierto ese talento cuando era su tutor, en la niñez del heredero al trono, antes de que Rhys Windsor siquiera fuera conocido como ese Chico Prodigio que tanto prometía. Pero un niño tan frío como arrogante, consciente de sus propias capacidades, de su propio augurio, mirando con altura a todo el mundo, bajo el peso de las expectativas de ese mismo mundo, que se volvía su obstáculo en sus peores momentos, no podía ser sólo una promesa, debía volverse realidad, aunque, entre tantos extremos, no supo del cual aferrarse, y cayó... Muy profundo. El pequeño Windsor era los ojos de su madre, era la ambición de su padre, era la figura de sus hermanos, era la lejanía de sus amistades. Era todo eso que nadie tenía, y que nadie quería tener, porque era peligroso, e insufrible. Era dolor, era tristeza... Era soledad.
No le hizo bien ser tan talentoso, ser un prodigio, y el hijo de las personas más importantes del país. No le hizo bien llevar tal apellido, tal legado. No le hizo bien su mirada de hielo, ni su personalidad de fuego. No le hizo bien ser tan adulado, o tan despreciado al mismo tiempo. No le hizo bien ser quien era, aun sin conocer su propia identidad, aquella de la cual se dio cuenta muy tarde, cuando el infierno ya lo rodeaba, y las fauces del diablo lo atraparon.
—El príncipe de Remia ya no es lo que era, Archie... Ahora es la persona más fuerte del mundo, y el único que posee ese poder para poder mantener a Rygal Di Rem a raya... Realmente estoy aliviado de que haya vuelto, porque aunque el clan Windsor hiciera lo posible para proteger a Vlas y Clio cuando todo ocurra, no podríamos contra alguien como él, aunque con Rhys... Todavía hay esperanza.
William recordó las palabras de su hermana ese día cuando volvió a su casa luego de Rhys haber abandonado Remia: «Algún día volverá, porque en el coloqué cada una de mis expectativas, y nunca lo obligué a nada, sólo lo dejé que siguiera su camino, ese camino que él anhelaba seguir... Él volverá porque ese es su destino, el que elegirá... No me equivoqué con él... No lo haré jamás... Rhys nos salvará a todos... Él es la última esperanza».
—Hablas como Clio —rio Archie, notando que ellos eran más parecidos de lo que pensaba.
—Confiar en ella nunca fue un error, sabes... Ella no mintió —replicó William, la figura de su hermana rápidamente vino a su mente—. Cuando se trata de las personas que ama, ella sabe muy bien de lo que habla.
—Es su hijo, probablemente al que más llegó a conocer, más que a Demian, o a Vlas... Rhys no es fácil de comprender, pero si ella logró ver más allá en él, tendría confianza ciega toda mi vida en lo que ella asegure sobre el príncipe... En realidad, sobre los príncipes... Conoce a los dos hombres más importantes del mundo como la palma de su mano... —Archie bajó su mirada, pero una media sonrisa casi satisfactoria se hizo ver en su rostro cuando algo tan iluso como audaz llegó a su mente—. Siento que, a pesar de lo que ella dice, la última esperanza realmente es ella.
—Lo era, antes de que Rhys naciera, pero luego de conocer la verdadera naturaleza de Rygal supo que no podía hacer nada contra él, aunque ella fuera su única debilidad, y de esta manera, dejó tal favor en Rhys... Y así como sus sentimientos lo fueron en el pasado, sabe más que nadie que los de Rhys son inquebrantables, y por eso es tan determinada cada que habla de su hijo.
La puerta rechinó apenas William acabó de hablar. Archie alzó su mirada a esta, William tuvo que darse la vuelta para lograr el mismo campo de visión que su hermano ya que estaba de espaldas a la puerta, y en ese momento ambos apreciaron a Theresa, la esposa de Archie, darse paso en la habitación.
—Tessie, ¿Pasa algo? —preguntó su esposo.
—Mi amor... Alguien los busca afuera —avisó ella, sosteniendo la puerta entreabierta.
Los hermanos se miraron, aunque confundidos, también seguros de saber quién era su invitado.
—Hazlo pasar —permitió Archie.
Theresa se dio la vuelta, sacando su cabeza hacia afuera. Dijo algo, ninguno de los dos logró oírla, pero eso no importó cuando al volver adentro, lo hizo acompañada de alguien a quien ambos no veían desde hacía casi diez años.
«Habla del diablo... Y este aparecerá», pensó William, encontrándose con ese rostro tan conocido en el camino de su mirada a la puerta. Este los miraba a ambos con una sonrisa altanera, típica de él, y sus ojos verdes, como los de ellos también, estaban repletos de intrepidez.
—Hola tíos... —saludó... Y el ruido de su pasos resonó en la habitación silenciosa, luego de que Archie y William cesaran su charla, sólo para apreciar a su sobrino entrar—. ¿Me extrañaron?
—Vaya... Volviste... Rhys Windsor.
Mientras tanto...
Remia, Crystel, Residencia Windsor - 5 de Junio - Año 525
—Hola Leah.
Ella estaba juntando los platos de la mesa, Vlas se había quedado unos segundos parado en el último escalón de la escalera que daba a la cocina, intentando descifrar lo que ella hacía.
—Oh, Vlas. —Ella se dio la vuelta luego de oír su voz, le regaló una simpática sonrisa.
—¿Sabes? No es necesario que hagas eso, probablemente en unas horas venga alguien del personal, viene una vez por semana —explicó él, entrando a la cocina.
—Oh, es que, en casa normalmente nos turnamos, aunque la mayoría de veces Rhys lo hace todo solo —dijo ella, estuvo a punto de mencionar sus poderes, pero casi al instante se percató de que probablemente Vlas no supiera nada de eso, e iba a meter la pata.
—Así que Rhys se convierte en un amo de casa cuando está con ustedes... ¿Quién lo diría? —A Vlas se le escapó una carcajada—. Por cierto, hablando de él, ¿Dónde está? —preguntó, notando que si Leah estaba levantando los platos del desayuno significaba que; ella, Rhys y Lara ya lo habían hecho, pero estaban ellos dos solos en la casa.
—Rhys dijo que debía juntarse con alguien, no recuerdo muy bien su nombre, aunque creo que dijo dos... Archie y William, ¿Puede ser? —Ella intentó encontrar respuesta en la mirada confundida de Vlas, quizás él tampoco sabía de qué hablaba. Aunque, apenas dijo esos nombres, su rostro cambió.
—Mis tíos —musitó.
—Entonces sí, hablaba de ellos. —Leah se convenció.
«Espera, ¿De qué tendría que hablar Rhys con William y Archie?», se preguntó Vlas. Probablemente eran muchas cosas que se remontaban a la época en la que Rhys era activo e influyente en el clan, antes de su partida, cuando su figura política era la central en la familia gracias a su estatus como príncipe, y heredero al trono. En esos tiempos, él no entendía casi nada de lo que pasaba externo a su familia, no comprendía por qué un adolescente como Rhys era capaz de mover un país entero sólo con algunas palabras, nunca comprendió lo que eso significaba tampoco, y lo extraordinario que era.
A pesar de ser parte de una familia con tales influencias, nunca le importó la política, o su posición de noble, ni siquiera aprovechaba demasiado su poder, o su dinero, vivía bajo perfil, entre una satisfactoria vida académica y social, con Zenda y Kora como amigas, con su madre a su lado, un poco de reconocimiento, aunque no tanto, lo suficiente para sentir que lo merecía, y desde el regreso de su hermano, también lo tenía a él. Podía sentirse completo, casi feliz, en plenitud... Si tan sólo Demian siguiera a su lado.
—¿Vas a desayunar? —la chica preguntó.
Vlas rápidamente alivió su mente al oír su voz, no pudo concluir con nada, ni con el recuerdo de su hermano, ni con la duda de su otro hermano.
—Sí, seguramente todavía quede algo en la cocina —dijo, algo modesto.
—Mamá dejó comida... Dijo que era para ti, Rhys dijo que era demasiado, que no te comenzara a malcriar —ella contó, con cierta gracia.
—Oh, que linda... Supongo que Rhys se puso celoso —comentó Vlas, siguiendo con el hecho de que era una situación divertida.
—Si, lo hace siempre —ella mencionó casualmente, como si fuera una costumbre—. Te dejo comer tranquilo entonces —dijo, al ver como Vlas se sentaba en la mesa destapando el plato de comida que Lara le había dejado—. Buen provecho.
—Gracias Leah, ¿Nos vemos luego? —preguntó él, un poco sonriendo.
—Claro que sí —ella asintió. Y se fue de la habitación rápidamente.
Vlas oyó el sonido de sus botas con fuerza en los escalones, hasta que se fue desvaneciendo lentamente en el segundo piso. Concluyó con el ruido de la puerta de su habitación cerrándose, dejándolo solo a él, que siguió con su desayuno en silencio.
«Es simpática», pensó, con su mente rememorando la sonrisa de Leah, un poco casi inconscientemente. «Es casi tan linda como Zenda».
—¿Qué? —preguntó en voz alta, dándose cuenta de lo que había pensado—. Zenda... No he hablado con ella desde lo sucedido con Kora —recordó.
«Que bien que ahora sean más amigos que antes, me siento feliz por ambos», le dijo ella cuando él le contó lo que habló con su hermana. Sabiendo que Kora se lo iba a contar todo más tarde, omitió algunos detalles que le daban algo de vergüenza recordar, como el abrazo, o el hecho de que Kora haya asegurado que él era el amor de la vida de su hermana.
Si Zenda lo amaba, él amaría tal sentimiento, toda esa vida que había formado desde que ella estaba a su lado daría sentido, merecer el amor de Zenda era para lo que vivía, para lo que quería seguir adelante, por tanto.
Si no tienes nada, no buscas nada, no conoces la sensación de arraigo a la vida, ni la de sentir que esta merece la pena, él lo supo años atrás, cuando quiso caer, y no sentir la caída, dormir eternamente bajo un amargo recuerdo del cual nunca iba a poder escapar. Si no tienes nada, esa nada no vale nada, por lo tanto, cada pequeña cosa que se logre conseguir, tendrá un valor infinito, como el valor de la vida que comienzas a apreciar al sentirte salvado, y con ese valor infinito, el merecimiento se vuelve una base, le da más valor a la vida, al camino, a cada persona que pasa por esta... Al mismo tiempo, dándole el mismo valor a las vida de ellos también.
No amaba a Zenda porque era un niño que prefería las chicas de ojos azules, o porque ella le hablaba bonito, pasaba tiempo con él, o algunas situaciones y características de las que muchas otras personas también podrían formar parte. No amaba a Zenda por simples razones triviales, ni por interés más allá de lo sentimental, ni por inocente, ni por tantas cosas que muchas personas pensarían... Amaba a Zenda porque sentía que ella se merecía que la amara, ella se merecía ese valor que ella misma le otorgó a su vida luego de salvarlo, muchas veces. Amaba a Zenda porque no amarla significaría no darle valor a sus sentimientos, a sus acciones, a todo lo que ella hizo por él, sería no entender la profundidad del amor, sería despreciar su empatía, dejarle ver su equivocación al salvarlo a él, cosa que era mentira, ella no estaba equivocada... Ella le salvó la vida... ¿Cómo podría estarlo? Él tenía que hacerlo, devolverle ese valor, dejarle ver ese camino que eligió para su vida, ese camino que ella le mostró... Y si la situación lo ameritaba... Compartirlo con ella... Él veía el amor así, como merecimiento mutuo, con el valor de la vida, de los sentimientos, de la empatía... No lo veía como una obligación, por eso no quería empujarla a nada, y sólo quería esperar a que ella estuviera lo suficientemente segura de sus sentimientos para poder corresponderlo... Y así, sentir que él también lo merecía.
—Vaya... Ahora la extraño, quiero verla —dijo, esbozando una sonrisa solitaria en su rostro, como él en ese momento, tal vez, queriendo que ella lo estuviera acompañando. Aunque: «Quiero verla» no fue un deseo, fue una decisión, una decisión hecha realidad al tomar su celular y marcar su número... Y luego del segundo tono, alguien atendió—. Hola Zenda... Quiero verte.
Por otro lado...
Remia, Crystel, Residencia del Clan Windsor - 5 de Junio - Año 525
—Vaya... —William se recostó en su silla, estar mucho tiempo casi encorvado le hizo doler un poco la espalda—. Es demasiado —soltó, luego de estar unos segundos tomando aire, intentando digerir todo lo que Rhys les dijo a su hermano y a él.
—Demasiado... Demasiado es muy poco, es casi descomunal, no creí que eso pasaría algún día en nuestra familia. —Archie siguió con su consternación.
—Le dije a mamá que no sería fácil, pero que si estamos juntos, podríamos afrontarlo, intenté tranquilizarla, pero aquí vine a ser honesto... Y no es tan así —dijo Rhys, negando con su cabeza, con ligereza, resignado.
—Y dentro de todo esto, ¿El clan Windsor dónde queda? —inquirió William.
—En fuego cruzado —Rhys respondió al instante, dudar era una tontería cuando la respuesta era más que obvia—. De un lado tenemos a la Familia Real, a Rygal, a los clanes aliados, y las naciones que le sigan el paso, y del otro lado tenemos a Fons, Filii Dei, y los clanes que los apoyen... Habrá posturas neutrales, claro que sí, pero en algún momento deberán tomar partido, y no somos la excepción —se explayó.
—Pero todavía falta tiempo para eso, ¿Cierto? —preguntó Archie esta vez, del otro lado de la habitación.
—Volví lo suficientemente temprano, si me hago cargo podré alargar la situación un tiempo más, pero nada es para siempre, y en algún momento eso dejará de servir... Mientras tanto, debemos esperar su decisión, en base a eso, saldrán muchas posibilidades, la que menos peligro le traiga a mis seres queridos y al clan será la prioridad... Pero es algo demasiado impredecible, no quiero influenciar nada, no me siento con el derecho de hacerlo... Lo amo mucho, sé lo que se siente ser presionado, y no quiero eso para él.
William y Archie intercambiaron miradas, convencidos de estar ambos igual de sorprendidos ante el brutal cambio que Rhys había presentado en diez años, ni siquiera parecer la misma persona que hablaba con ellos cuando era un adolescente. Los años de experiencia lo habían forjado, la madurez y vista en frio de la situación ya formaba parte de sí, tanto como el hecho de dejar de lado su ego para procurar un bien mayor, aunque aún reflejado por sus intereses, no tanto como cuando se creía el centro del mundo, pero sí para seguir pensando que sus seres queridos eran su prioridad.
—Remia no será lugar seguro para ustedes en el futuro, sin importar su decisión... ¿Volverás a Fons? —Archie lo miró con cierto rostro de averiguación.
—Es mi hogar, el lugar donde mejor me puedo encontrar, ahí puedo tomar decisiones más meditadas, puedo dar con mejores escenarios en mi mente, y si ellos están a mi lado sé que van a estar seguros y tampoco debo preocuparme por eso, mi mente calmada funciona mucho mejor de lo que funciona cuando es sometida a situaciones que me llevan al límite, a pesar de que ese sea mi mayor fuerte —aseguró Rhys.
—Ya veo, es una decisión, Rygal tampoco tiene mucha influencia en ese lugar, al menos no tanta como en Remia, y escuché por ahí que parece que está comenzando a resurgir la fuerza y autoridad de la dinastía Ex Fons con este nuevo chico como heredero al trono —comentó William.
—Lo conozco, y puedo confirmarlo, también conozco a su hermana: Ashley... Ambos saben cómo funciona esto y el lugar que ocupan, ambos están seguros de lo que quieren también, son buenos aliados, y ocupando el lugar que ocupan puedo asegurarme de que Rygal no hará de las suyas mientras intento estabilizar las consecuencias que el acontecimiento pronto a ocurrir suceda —indicó Rhys—. Por cierto... Mamá es un punto clave en todo esto, no quiero involucrarla, pero ella ya lo está, incluso antes de que yo naciera, antes de que nacieran Demian y Vlas, antes de todo... Y Rygal lo sabe —añadió, su voz se volvió apagada, la seriedad lo invadió.
—No creo que lo haga —dijo William, cuando cierta conjetura vino a su mente al interpretar las palabras de Rhys de esa manera.
—No, no me refería a eso... Me refería a lo mucho que saldrá afectada, y a sus propias decisiones, pase lo que pase, porque los tres conocemos todos los caminos a los que llevará esto... Quiero que ella esté segura, y quiero que ustedes sean su apoyo en todo momento cuando tenga que volver a Fons... Son su familia después de todo, ¿No es así? —Rhys los miró con intensidad. Él conocía los antecedentes de su madre con su familia, y como eso la tuvo en vilo al sufrimiento por tantos años, las consecuencias que eso acarreó, y las debilidades que le dieron... No quería que volviera a sucederle algo así, y menos de las mismas personas.
—No somos nuestro padre, Rhys... Clio es nuestra hermana, y la amamos más de lo que parece, nuestras esposas la aprecian y admiran demasiado también, y nuestros hijos ven a su tía como una mujer encantadora... Ella siempre tendrá un lugar en nuestra familia.
William no habló sólo por él, a pesar de que realmente tuviera a Clio tan presente en su mente, casi siempre, porque era la hermana que más amaba, y la persona de la cual más sufrimiento había logrado apreciar. Cuidarla no era su deber, claro que no, pero sí que era su deseo, dejar de ver a su hermana sufrir, por culpa de muchas cosas que fueron resultado del trato de su padre en el pasado. No se sentía culpable por lo hecho por Mark, no se sentía orgulloso tampoco, aunque sí se sentía responsable, como líder de la familia, a unirlos de nuevo, y eso incluía a Clio, a Archie y a su madre también... Aunque Clio era la más importante, porque compartían madre, compartían padre, compartían pasado... Y compartían, más que nada, el dolor de la pérdida, y el deseo de anhelar ser felices... Sin poder serlo jamás, nunca completos... Siempre mirando atrás.
—Confío en ustedes —sonrió Rhys.
Archie y William le respondieron de la misma manera.
—Debo retirarme... Aunque todavía hay cosas que quedaron en el aire, y de las que iré informándoles a medida que los días pasen, y todo comience a ser más claro para las personas involucradas... Él, más que nadie. —Se levantó de su silla, y siguiendo el mismo camino que hizo para entrar, casi sale de la habitación—. Algo más... —Se paró en la puerta—. «No lo olvides...» —pronunció el lema de su familia.
—«No lo olvides...» —replicaron sus tíos, al unísono.
Esbozó una sonrisa ante ese gesto, y luego de darse la vuelta, abandonó la habitación de una vez por todas.
—Sabes lo que tienes que hacer... Niño Maravilla —musitó William... Y la habitación se hizo al silencio, por última vez.
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