Remia, Crystel, Residencia Windsor - 4 de Junio - Año 525
—Llegamos.
Lara frenó su auto cerca de la acera que marcaba el comienzo del terreno en el que estaba ubicada la casa de Rhys. Leah miró por la ventanilla del asiento trasero el lugar, una inmensa mansión se elevó ante sus ojos. Ella jamás había visto una casa tan grande, inclusive viviendo en la mansión de Lara, podía asegurar que tal edificación le sacaba dos o tres veces el tamaño a su hogar en Fons. Era colosal.
—Es gigante —musitó Leah, todavía asombrada.
—Y eso que no viste la de Ajax, esta es su casa de verano —rio Lara—. Puedes bajar, Rhys está dentro junto con Vlas, me dijo que luego bajaban tus maletas del auto —indicó, apagando el coche.
—¿Está bien? —preguntó la chica, quiso apoyar la mano en el botón para abrir la puerta, aunque seguía sintiendo que iba a ser una extraña en ese lugar, y no estaba del todo segura de haber aceptado la propuesta de Rhys y Lara horas antes.
Fue emocionante en ese momento, porque iba a poder conocer a Vlas, y ver más de la vida en familia que los hermanos Windsor llevaban, la duda que siempre invadía su mente cuando Rhys evitaba ese tipo de temas en sus charlas con Lara. Pero en el correr de las horas, mientras alistaba sus cosas para irse, analizaba la situación con más detalle, y muchas oscilaciones llegaban a ella. Conocía a Rhys y Lara, había vivido con ellos más de cinco años, conocía sus dinámicas, su relación, cada detalle de su vida en familia... Pero en Fons, donde ambos ya estaban acostumbrados, donde no tenían las responsabilidades que habían obtenido al regresar a Remia... Rhys, más que nadie... No quería que él cambiara su trato hacia ella porque su hermano estaba cerca, o porque tenía que sostener su relación rota con su familia, y encima de eso protegerlas de cualquier amenaza externa, a las cuales estaban más propensas que en su hogar, él iba a estar siempre de un lado al otro, y quizás, no sería igual que en Fons... Era complicado de asumir, y ella no lo pensó dos veces antes de aceptar, pero tampoco quería retroceder justo en ese momento... A metros de que le abrieran la puerta de su casa, y la trataran como alguien más de su familia... Otra vez.
—¿Por qué lo preguntas? —Lara se dio la vuelta en su asiento y la miró confundida.
—Digo, es la casa de la familia de Rhys... No quiero parecer una intrusa —dijo ella.
Lara volvió su rostro hacia adelante, y no puedo evitar comenzar a reír. A Leah la tomó por sorpresa la respuesta de su madre, ella creyó que la había tomado en serio.
—Linda, si Rhys me pidió que te lo consultara, y además de eso, fue hasta el edificio a pedírtelo en persona significa que él lo quiere más que nadie, Leah... Rhys se acostumbró a nosotras, no puede vivir sin que estemos a su lado, no le va a importar demasiado lo demás, y hará lo que sea para que nos sintamos cómodas —aseguró Lara, volviendo a ella.
—¿Y Vlas? —preguntó.
—¿Qué pasa con Vlas?
—¿A él le sentará bien que vivamos en su casa?
—Déjame decirte algo. —Lara se inclinó entre los apoyabrazos, y casi llegó a apoyarse en el asiento trasero, cerca de Leah—. Vlas es probablemente el chico más dulce y lindo que conocerás en mucho tiempo, no es para nada parecido a su hermano, puedes estar tranquila... Él se sentirá muy grato con tu presencia... Y espero que tú también. —Sonrió.
—Entonces creo que... Ya no tengo más dudas.
—Mejor así... ¿Vamos? —preguntó Lara, volviendo al asiento delantero y destrabando las puertas.
—Sí. —Leah tomó aire antes de apoyar su mano en la manija de la puerta—. Vamos —asintió, y bajó del auto.
Caminó por una entrada para autos que encaminaba por un ancho pasaje de adoquines ordenados de tal manera que parecía un mosaico, este las llevaba en dirección a un portón inmenso de metal, con planchas acero tan brillantes como el de una daga recién pulida, sostenidas por algunas maderas de roble, barnizadas. Leah divisó el nombre familiar «Windsor» grabado en su buzón de correos pegado a la puerta que se encontraba al lado del portón, creyó que este era la entrada principal, pero estaba equivocada, ya que Lara se le adelantó y tocó el timbre escondido en un bloque dentro de un hueco en una de las columnas de la misma madera que el portón, pero que funcionaban como marco de la puerta.
—¿Contraseña? —dijo una voz por el altavoz del timbre.
Leah pudo darse cuenta que era la de Rhys.
—Ábreme tonto —ordenó Lara.
—No... Hasta que me digas la contraseña —insistió Rhys.
—Maldita sea... —murmuró Lara, casi dejándose llevar por la risa—. Te amo —al final dijo.
—Listo... Pueden pasar, aunque en realidad siempre estuvo abierto, sólo debían empujar la puer... —Su voz dejó de escucharse cuando la risa impidió que pudiera terminar.
—Este tipo... Tiene veintiocho años y actúa como uno de dieciséis. —Ella negó con su cabeza, al momento que empujó la puerta y se dio paso por el patio delantero de la casa.
—Ey, al menos debes aceptar que es gracioso —dijo Leah caminando detrás de ella.
A ella le gustaba mucho el sentido del humor de Rhys, le daba cierto ambiente alegre a la casa. Lara podía llegar tomarse en serio muchas situaciones, no quería decir que ella fuera una amargada, pero siempre estaba intentando acomodar sus tiempos entre su familia y su trabajo, vivía estresada, dormía poco, y el escaso tiempo que pasaba en la casa no era suficiente como para dejar ver su faceta despreocupada, como la de Rhys. De igual manera, había días donde ella descansaba, los fines de semana o feriados de Fons, días en los cuales pasar el día en familia se había vuelto costumbre, y ella podía dejarse llevar... Adoraba cuando eso pasaba, Lara era encantadora, en todos sus estados en realidad, aunque su alegría podía ser la más deslumbrante, y cada que sonreía con los chistes de Rhys, o con los suyos propios, Leah amaba verla sonreír, sentía que Lara se lo merecía más que nadie, por lo todo lo que hacía por ella, por todo lo que hacía por Rhys, y por seguir atada a un pasado que no quería olvidar sólo por el bien de su hija, cargando con la culpa de errores que quizás no fueron adrede, pero de los que ella decidió hacerse cargo. No podía juzgarla, le había dado tanto, de la misma manera que ella le debía tanto, y mientras Lara y Rhys estuvieran a su lado, todo estaría bien para ella.
—Sí, lo es... Eso no quita que sea un imbécil. —Lara soltó una suave risa que acompañó la calidez de sus palabras, incluso al insulto.
—¡Ey, llegaron mis hermosas chicas! —exclamó Rhys al mirarlas acercarse, parado en la puerta de brazos abiertos.
—¿Tus chicas? —preguntó Lara, con reticencia.
Rhys sonrió ante su réplica.
—Sí, mis chicas —asintió él, bajando los escalones que separaban la entrada del césped del patio—. Vlas, ven aquí. —Rápidamente se dio la vuelta, y miró a la puerta.
Leah dirigió su mirada al mismo lugar que Rhys, y logró divisar el momento exacto en el que Vlas se asomó por la puerta.
Ella había logrado ver algunas fotos de Rhys de joven que Lara le había mostrado, el rostro de Vlas la trasladó a ese momento. Sus ojos, igual de verdes, igual de afilados, su aspecto tan fino como hermoso, una belleza marcada por una leve sonrisa que era capaz de iluminar su rostro... «Que lindo», pensó, y antes de que se diera cuenta, él ya estaba parado apenas a un metro de ella.
—Hola, soy Vlas Windsor... Supongo que tu debes ser Leah. —Él estiró su mano y la dejó en el aire. Su rostro esbozó una sonrisa.
Ella lo miró confundida, hasta que cayó en cuenta que ese era su saludo.
—Oh, perdón... Sí, soy Leah, Leah Foster... Un gusto conocerte, Vlas —dijo, alzando su mano.
—El gusto es mío, Leah. —Vlas la tomó con delicadeza, y ligeramente inclinando su cabeza, consiguió darle un beso.
«¡¿Qué?!», Leah sonrió internamente, ese pequeño gesto la maravilló, no se lo esperaba.
—Que caballero es tu hermano, podrías aprender de él —susurró Lara, acercándose a Rhys. Ambos los miraban con una sonrisa.
—Sólo está alardeando, aprendió de mí a tratar a las chicas —Rhys respondió, con orgullo.
—Cierra la boca, tonto, ni que fueras un casanova, sólo eres un hablador.
—Esos encantos que te volvieron loca por mí no dicen lo mismo —dijo Rhys, con jactancia.
Lara sólo rio.
—Loca por ti... Sí, claro... Había olvidado que fui yo quien insistió con que seamos pareja, o con que nos fuéramos a vivir juntos... Oh, cierto, si yo fui la que te pedí casamiento... ¿Cómo pude haberlo olvidado?
—Okey, basta, ya entendí, ¿Puedes dejar de usar el sarcasmo?
—No intentes discutir conmigo, Windsor, tengo mis armas —dijo ella entre risas.
—Y yo fui el tonto que te las entregué. —Rhys sonrió, apoyando su mano en el cabello de su esposa, para luego darle un beso en la frente—. Ahora vuelvo —dijo—. Ey, Vlas, ayúdame bajar las maletas de Leah del auto —pidió.
—Sí, claro. —Él soltó la mano de Leah, y caminó hasta alcanzar a su hermano.
Lara y Leah siguieron su camino hasta dentro de la casa luego de esa bienvenida. Vlas giró su cabeza y las vio entrar, antes de poder volver hacia delante, Leah se dio la vuelta primero, y ambos quedaron mirándose unos segundos.
Él no entendió por qué esos ojos marrones no se quitaban de él, pero tampoco entendió por qué los suyos no se quitaban de ella. Leah era atractiva, no sabía muy bien que era lo que la hacía verse tan linda, pero podía asegurar que su cabello rubio era algo que resaltaba mucho, y entre él, un delicado rostro, al natural, no tenía ni una pizca de maquillaje en él. Su estilo también le ayudaba mucho a verse así, una mezcla de colores que daban cierta elegancia, un poco sutil, como su suéter color beige, y su falda marrón claro.
—Ey, deja de mirarla... Es mi hija.
Las palabras de su hermano se colaron en su mente. Rápidamente se dio la vuelta, ella ya había entrado a la casa para ese momento.
—¿Qué? —preguntó confundido, vio que Rhys ni siquiera se había molestado en mirarlo a él.
—Casi te quiebras el cuello, deberías ser un poco más disimulado, ¿No crees? Además, tienes a Zenda, ¿O ya quieres comenzar a jugar a dos puntas? —preguntó su hermano, entre un tono mordaz y bromista.
—¿Qué estás diciendo? ¿Es una broma, cierto? La acabo de conocer. —Intentó defenderse. Porque sí, la acababa de conocer, pero entonces, ¿Por qué pudo encontrar tantos detalles en su figura sólo con algunas miradas?
—Es linda, lo sé, no soy estúpido, tú tampoco, ya te diste cuenta de eso... Pero antes de que comiences a pensar en todas esas tonterías que piensan los adolescentes de hoy en día... Deja en claro algunas cosas, no vayas a cometer errores por no saber qué quieres para ti, ¿Sí?
—¿Por qué me lo dices de la nada?
—Porque es mejor prevenir que lamentar.
—Yo estoy muy seguro de mis sentimientos por Zenda, Rhys... No cualquier chica que aparezca en mi vida me va a hacer replantear lo que siento por ella, yo la amo, desde la conocí, hace diez años.
—Lo sé, Vlas... Por Sun, no tienes que ponerte así, pero yo he vivido más tiempo que tú, y lo que estás pasando, también me pasó... Amo a Lara con mi alma, también desde que la conocí, pero, ¿Tú crees que no llegaron a gustarme otras chicas? Claro que sí pasó, tú las conociste, pasó con Ashley, pasó con Artemisa... No te estoy diciendo que tus sentimientos por Zenda sean difusos, y que no puedas sostener tal seguridad ante tu amor con la aparición de una nueva chica, sólo te digo que si te llegara a suceder, es totalmente normal, y no debes negarlo, porque eso te hará más daño del que crees... Lo digo por tu bien, tonto... No estoy intentando imponerte mi pensamiento, sólo te estoy dando un consejo, nada más.
—Lo siento por haber reaccionado así —dijo, bajando su rostro, se sentía un poco avergonzado de haber actuado de tal manera, él sabía que su hermano siempre quería lo mejor para él, fue estúpido siquiera pensar que él no sabía lo que decía.
—Tranquilo, he pasado por esto mil veces, no pasa nada. —Rhys le quitó importancia, y siguió su camino hasta el auto.
Vlas sabía que se había equivocado con él, y aunque a Rhys no le importara mucho ese tipo de situaciones, de igual manera no podía hacerle eso, porque él se estaba preocupando por su bienestar, y malinterpretó todo, por inmaduro... Debía ser honesto, aceptar sus errores, era algo que siempre hacía, no hacerlo significaría un retroceso en su persona.
—Leah es linda, no voy a negarlo, pensé en eso al instante de verla... He interactuado con pocas chicas en mi vida, sólo Zenda y Kora... También se me ha complicado con ellas, como lo que pasó con Kora ayer, no quiero decir que no puedo hallarme cuando me toca relacionarme con ellas, pero, no lo sé... Zenda es la única chica que me ha comprendido, y a veces tengo miedo de perderla, y de no volver a poder encontrar alguien como ella —dijo, cuando alcanzó a Rhys, este estaba intentando abrir el maletero del auto.
Cuando escuchó a Vlas, Rhys alzó su mirada, su hermano se encontraba a unos metros suyo, pero obviamente retraído, ¿Por qué se había tomado tan en serio lo que habían hablado instantes atrás? Fue un tontería, empezó y terminó en un momento, ni siquiera sería necesario seguir con tal charla más adelante, él sólo quería decirle eso, y fue suficiente con que Vlas se disculpara por haberse puesto algo molesto con lo que él le dijo... Y tampoco eso era necesario.
—Tu miedo es entendible, ¿Pero en qué se sustenta? ¿En que ella ha estado a tu lado desde siempre? ¿En que te sacó del pozo en el que te hundiste cuando nos perdiste a mí y a Demian? ¿En que te quiere mucho? ¿En que haría lo imposible con tal de que seas feliz? Muchas personas son capaces de eso, Vlas... No hay que tener miedo de perderlas, a veces no tenemos el control de todo, tú me lo dijiste, tampoco hay que tener miedo de cambiar, es necesario, la vida nunca es lineal, es un camino de subidas y bajadas, la felicidad no es el final, siempre existirá el día después, y nadie es para siempre... No quiero decirte que te prepares para perderla, para nada, no sé qué pasará en el futuro, la vida así como este mismo también es impredecible, pero al menos deberías a aprender a caminar solo, sabiendo que no todo es color de rosas, que en algún momento deberás enfrentarte a un gran obstáculo, y que quizás, nadie pueda estar ahí para ayudarte, y debas hacerlo sólo... No puedes permitir que eso acabe contigo, hay mucho que debes vivir todavía... Sería injusto que todo terminara ahí.
—¿Siempre eres así? —preguntó Vlas, con una sonrisa apareciendo por su rostro.
—Siempre que puedo en realidad, varias experiencias que he vivido me han dado algo de sabiduría... Sólo quiero que tú no pases lo mismo que yo pasé, por eso te lo digo desde ya, para que sepas como actuar en cada momento, ¿Quién sabe? Quizás tu puedas ser mejor que yo.
—¿Mejor que tú? No lo sé, pero mientras pueda caminar detrás de ti, sin perderte otra vez, será suficiente.
—Perdón por haberte dejado sólo, Vlas... Todo esto que me dices, tus miedos, tus inseguridades, han sido consecuencia de tal hecho... Si hubiera estado a tu lado, tú no hubieras sufrido tanto, yo jamás lo hubiera permitido.
—Ya te lo dije, Rhys... Es pasado, nadie puede volver atrás, y hay que vivir con las consecuencias de nuestros actos... Aun así, gracias por volver, gracias por pensar en mi primero, gracias por todo esto... No me gusta quejarme de mi vida, sería hipócrita, muchas personas lo han pasado peor que yo, pero... Haber crecido teniendo que hacer todo por mí mismo ha sido complicado, muchas veces necesité de una charla como esta, de consejos, de que alguien se preocupe por lo que voy a hacer, que remarque mis errores... Que me trate como un niño, que apenas está aprendiendo a caminar... No lo sé, he mirado atrás, mucho tiempo, buscando una señal, pero, no ha estado, me he sentido perdido, he actuado mal con Zenda y con mamá, muchas veces, y ellas son lo más cercano a un consejero que he tenido, más que nada Zenda, aun con nuestras limitaciones, y nuestro amor algo complicado... Por eso, te lo repito Rhys, gracias por volver, realmente necesitaba a alguien que pudiera comprenderme en su totalidad, que sepa lo que pienso, porque hemos pasado por lo mismo, y nadie más que tú puede guiarme por el camino que quiero tomar, para no desviarme, y terminar de la peor manera.
—Está bien, está bien que pienses eso, la etapa que estás viviendo también fue complicada para mí, pero mamá y Lara estuvieron a mi lado, y aunque quise creerme el centro del mundo y hacer todo solo, cometí tantos errores que hasta el día de hoy no puedo dejar atrás... Pero tú no estarás solo, Vlas, voy a estar ahí para ti desde ahora, no me voy a volver a ir, para lo que sea, puedes contar conmigo, es mi responsabilidad como hermano mayor, y es mi obligación por haberte dejado solo años atrás... Pero pasaron cosas, y no fui lo suficientemente fuerte para asumir esas responsabilidades... Pero ya no más, estoy aquí por ti, estaré para siempre.
—Te quiero hermano, eres muy importante para mí.
Sorpresivamente, Vlas se lanzó en un abrazo a Rhys.
—No te pongas demasiado sentimental, todavía nos queda mucho tiempo que pasar juntos, vas a gastarte todo el cariño en dos o tres días —bromeó Rhys, aun así, sus brazos no tardaron mucho en rodear el cuerpo de su hermano, podría reírse incluso de sí mismo por hacer lo que renegaba de los demás.
—¿Qué te haces? Si amas ser amado, Rhys —respondió Vlas, siguió en ese lugar, cómodamente entre los brazos de su hermano.
—Cierto... Tú lo sabes muy bien —musitó—. Siempre lo supiste.
Después...
—¿Qué te parece? —le preguntó Lara a Leah, cuando ambas ya se encontraban dentro de la casa.
—Que no tiene sentido lo inmensa que es esta casa, desde afuera parecía incluso más pequeña, sólo con decir eso es suficiente. —Dio una larga mirada a sus alrededores.
Candelabros de cristal uniéndose por el techo, dando paso a decoraciones del mismo material que detallaban las paredes de piedra blanca. Ella podía saber que sólo era la entrada, llena de obras de artes de un lado, esculturas, y decoraciones de oro, que incluían gemas y piedras preciosas. La escalera que dividía la habitación en dos era tan alta como una casa de dos plantas, sus barandillas eran de oro, brillantes, y daban paso a unos escalones de madera que llegaban a sus pies, uniéndose con el suelo de losa, blanca como la pared.
—¿Eso es una fuente? —preguntó Leah, señalando una extraña decoración de piedra a un lado de la escalera, esta soltaba agua por la boca de la escultura sobre ella, una especie de sirena.
—Sí, ¿Nunca viste una fuente antes? —preguntó Lara, riendo al notar su sorpresa.
—Sí, he visto miles de fuentes... ¡Pero nunca había visto una fuente dentro de una casa, por Sun!
—Deberías ver la del patio trasero entonces, es tres veces más grande —Rhys habló, detrás de ellas.
Vlas llegó con él, sosteniendo en sus manos las dos maletas de Leah.
—Oh, puedes dejarlas ahí, yo las llevaré a la habitación que me designen luego —dijo ella.
—¿Designen? Ni que fuera un hotel —rio Rhys—. Tranquila, yo las llevaré, te tocará el cuarto de huéspedes que está al lado de la habitación de Vlas, el del tercer piso está ocupado con varios muebles, y el que resta era el de Demian, nadie lo usa —dijo.
—Oh, claro... —comprendió Leah—. ¿En serio no quieres que te ayude? Son cuatro maletas —insistió.
—No, Vlas me ayudará. —Señaló a su hermano. Él asintió con una sonrisa—. Lara te va a llevar a la sala, te tenemos una sorpresa, ahora las alcanzamos... Vamos, Vlas —dijo, levantando dos de las cuatro maletas.
Vlas hizo lo propio, y ambos se perdieron por el pasillo luego de subir las escaleras.
—¿Sorpresa? —preguntó Leah confundida, mirando a su madre.
—Ven. —Lara la guio—. Aunque no lo creas, fue idea de Vlas, Rhys dijo que podía ser demasiado, que apenas llegarías... Yo dije que te iba a gustar —explicó, mientas ambas caminaban por el pasillo en dirección a la sala.
—Que lindo, como una bienvenida —dijo Leah, emocionada.
—Algo así.
—Por cierto, ¿Cuántos años tiene Vlas? —preguntó Leah.
Lara sonrió, y antes de responder, frenó. Leah siguió algunos metros, pero cuando se percató de que Lara ya no estaba más a su lado, hizo lo mismo, y al darse la vuelta, volvió a su lado.
—¿Qué pasó? ¿Por qué frenaste?
—Recordé algo, algo muy lindo... Pero no importa ahora, ¿Me preguntaste la edad de Vlas, cierto? Si mal no recuerdo creo que tiene dieciséis años —respondió Lara.
—¿Es menor que yo? —A Leah la tomó por sorpresa.
—No creo que tanto, sólo algunos meses.
—¿Algunos meses? Mamá, en seis meses cumplo dieciocho.
—Oh, cierto... Ya estás grande, todavía recuerdo cuando eras una niña pequeña... Que bonita. —Lara sonrió, recordando más allá, cerca de siete años al pasado, la primera vez que la vio, en ese orfanato.
—Ey, no digas eso, no ha pasado mucho tiempo, tenía doce cuando me adoptaste. —Leah bajó su mirada, las palabras de Lara eran lindas, eso la hizo sentirse algo modesta.
—Igualmente, te vi crecer, pasaste de ser una linda niña a ser una hermosa jovencita, y entre tanto que he visto de ti, a veces no puedo imaginar el momento en el que te vayas de mi lado, créeme que quisiera que nunca sucediera, pero es algo inevitable... Ya se están asomando ese tipo de pensamientos.
—¿Qué tipo de pensamientos? Yo no pienso irme de casa todavía, ni siquiera he planeado tanto mi vida como para pretender caminar sola... Aun te necesito a mi lado, Lara... Todavía no estoy preparada para dejarte atrás. —Ella miró a su madre, dejando en vilo su irresolución expresada en su mirada. Quiso sonreír ligeramente, pero sus palabras le dieron algo de miedo, y no fue capaz.
No quería mentirle, sabía que ese momento llegaría, se angustió un poco al pensarlo, como para no hacerlo. Dejar de lado a Lara significaba mucho, un paso más allá en el futuro al que más renegaba, aprehendida en el miedo a no saber encontrarse sola en el mundo que ellos vivieron en el pasado, el miedo a cometer tantos errores y no saber remediarlos, y vivir con una carga como la que Lara y Rhys llevaban. Ella sabía que mientras Lara siguiera a su lado no seguiría sus pasos, porque ella evitaría que acabara de tal manera, y entre el cuidado de sus padres y su obvia timidez, no sabía si dejarse llevar era su mejor opción, o sólo plantear el hecho de no querer seguir sola, aun conociendo las debilidades que otorgaba el depender de los demás.
—¿Sí? —Lara preguntó, haciendo énfasis en su confusa ingenuidad.
—Antes de decirte adiós, quisiera que al menos tú te encuentres en compañía, sin ese sentimiento de soledad que te ha irrumpido desde hace tanto tiempo, quiero verte sonreír por todo lo que dure tu vida, quiero sentirme tranquila de que no vas a sufrir, esté o no esté —dijo, entre un poco de convencimiento recordando la presencia de Rhys, y aferrándose a un leve deseo egoísta de querer que Lara la necesitara por siempre, para no irse de su lado
—No te voy a mentir de que a veces siento miedo a que eso suceda... A que, al final, no haya sido tan buena madre contigo, y que no haya tenido sentido nada de lo que hice en mi vida, tu o Rhys, o mis responsabilidades y mis errores, no lo sé... A veces todo concluye en un mismo lugar, ese lugar al que desearía no volver, ese lugar del que tú me sacaste.
Lara no sabía cómo sentirse, un poco temerosa y un poco orgullosa, tan aliviada de que su hija entendiera sus propias capacidades, como triste por saber que ese entendimiento seguiría creciendo, y cuando lograra hacerlo en su totalidad, sería el momento de dejarla ser, fuera lo que fuera. Años atrás, Leah tenía miedo por las noches, lloraba en la madrugada llamando a sus padres, y sólo se tranquilizaba cuando ella se acostaba a su lado. Dormía el resto de la noche aferrada a sus brazos, sosteniendo su llanto bajo su cálida mirada, y algunos besos en su frente. Quizás los momentos más lindos que ambas vivieron juntas.
Su relación fue complicada desde el inicio, Leah tenía una gran desconfianza ante lo que Lara quisiera para ella, la vio como la responsable de la muerte de sus padres, y aquello que la hizo sentir miserable por mucho tiempo, siendo solamente una niña... Leah no hablaba de eso hacía mucho tiempo, de nada de lo que sintió en el pasado, ni de los recuerdos que la lastimaban, estos sólo vivían en su mente, a través de sueños y nostalgia. Sabía que llegaría el día en el que tuviera que enfrentar todo eso que intentó dejar atrás sin ningún tipo de remordimiento, porque ese miedo no era inusual, era una consecuencia a muchos años que vivió atrapada entre sombras que no la dejaron avanzar, y las heridas del pasado aún no habían cerrado... Aunque no le importaba mucho saber que debería hacerlo, más que nada, era inevitable, en realidad lo que siempre la invadía eran ciertas cuestiones un poco más enrevesadas y llevadas al presente, aquellas que la involucraban a ella, y se preguntaba: ¿Lara todavía seguiría a su lado cuando eso sucediera? ¿O también significaría dejarla atrás?
—Mamá... Yo... —empezó.
—Para. —Lara alzó su mano, y evitó que Leah siguiera. Ella la miró sorprendida—. Sé lo que me vas a decir, y no lo quiero oír, ese tipo de promesas se guardan para uno mismo, es como una forma de mantener siempre firme una decisión, y que al final no te persiga la culpa de no poder haberla cumplido, nadie sabe lo que puede pasar, además, es tu deseo, y yo no voy a obligarte a nada, así que sólo quédatelo para ti... Yo te conozco mucho, cariño, sé cómo eres, sé todo lo que harías por mí, y no es necesario que me lo digas, tus acciones hablan por sí solas, eso es suficiente. —Sonrió, y al encontrar su mirada, le guiñó un ojo.
—Estoy muy orgullosa de tener una madre como tú, y de tener a Rhys a mi lado también, ustedes me han dado mucho, y no quiero sonar malcriada pero... A veces pienso en lo lindo que sería que fuéramos nosotros tres para siempre, aunque, la opción de un hermanito todavía sigue vigente, ¿Cierto? —preguntó, un poco insinuante.
Lara rio, y alzó su mirada un poco vergonzosa, sabiendo lo que significaba esa pregunta.
—No lo sé, Leah... No hemos hablado mucho con Rhys sobre eso, es un poco complicado.
—¿Por qué? O sea, sé un poco de la situación, pero eso no es una limitante, ¿Cierto?
—Sabes que Rhys vive su vida un día a la vez, y que aunque pretendamos querer planear la nuestra juntos, intentar formar una familia, así como tener un bebé y dejar muchas cosas de lado sólo para concentrarnos en ello, no se puede, porque sus propias responsabilidades evitan que él sepa qué pasará mañana... Y yo no voy a tomar esas decisiones sin él, porque es mi esposo, mi compañero de vida y quiero que seguir a su lado, ante todo, así lo decidimos cuando nos casamos, y así será hasta el final de nuestros días... O al menos hasta que uno ya no esté en la del otro, y eso es triste —dijo ella, y su confirmación se evidenció en su apagada sonrisa forzada.
Leah quiso decir algo. Pero era lo obvio, lo mismo de siempre, no iba a poder consolar ese sentimiento de Lara, porque a pesar de conocer la realidad, ella tenía la razón, y ella era sólo una chica de diecisiete años, no había recorrido ni la mitad del camino de Lara, y si ella misma había decidido que así era, ¿Qué podía decirle para hacer sentir mejor? Tal vez, guardar silencio era la mejor opción.
—¿Y la sorpresa? Si es un pastel será mejor que vayamos rápido, ¿Cierto? —Leah cambió de tema rápidamente, intentando llevar a Lara con ella jalando su mano.
Lara sonrió, sabiendo lo que su hija intentaba hacer, y se lo agradecía internamente, agradecía que respetara sus propios principios y deseos, así como ella siempre lo hizo con ella, al mismo tiempo también le encantó que con su emoción difuminara el ambiente de tristeza que sin querer ella había formado, eso demostraba muchas cosas y confirmaba lo que le había dicho sólo unos momentos atrás... Nunca se equivocó con Leah.
Mientras tanto...
Remia, Gala, Habitación «212» - 4 de Junio - Año 525
Reunión finalizada. Sólo quedaba dormir otra noche en una habitación de hotel.
Clio entró a la habitación, oscura y silenciosa, Rygal le había dado la llave horas antes, él se iría a otro lugar por la noche, y ella podría dormir sola... No sabía muy bien si eso era lo que quería, siempre que viajaban lo hacían junto con Vlas, y él dormía en la misma habitación que ella, en esos momentos no se sentía solitaria en su totalidad... Pero esta vez, era distinta... Estaba sola, muy sola.
—Vaya, que día —dijo, caminando hacia la cama, mientras intentaba quitarse su saco.
Al sentarse en la cama alcanzó el control remoto del televisor que se encontraba sobre la mesa de luz. Al encender la televisión se recostó sobre el suave almohadón de plumas de la cama, y dirigió su mirada a lo que sea que estuvieran pasando por la televisión. Una película, parecía un drama, una familia de cinco personas debía viajar de un lado al otro del país buscando un médico para el niño más pequeño que tenía una enfermedad mortal.
«No quiero amargarme la existencia», pensó, cuando al ver una escena de la madre del chico llorando a los pies de su cama le hizo saber que inevitablemente terminaría llorando si la seguía viendo. Por eso, apagó la televisión, y sólo se recostó más en la cama, hasta quedar boca arriba, apreciando el techo desconocido de la habitación del hotel, un simple gris sin gracia... No le significaba nada, en realidad, hacía mucho tiempo casi nada le significaba algo... Su vida se encontraba en un trance, entre el intento de criar a Vlas con propiedad, evitando que Rygal le arrancara hasta la última sensación de amor por él, y el intento de vivir del recuerdo de lo que alguna vez fue su familia, con Rhys y Demian despojados de ella... Uno al otro lado del mundo, y el otro en un cementerio.
—Quizás sea mejor dormir un poco —dijo, girando en la cama, hasta colocarse boca abajo.
Volteó un poco su cabeza y por el rabillo del ojo logró divisar el brillo de su sortija sobre la mesa de luz, la había dejado ahí luego de quitarse el saco... No sabía por qué todavía la usaba, quizás costumbre, o quizás porque dejar de hacerlo significaría terminar con todo para siempre, y aún no estaba preparada.
Quiso tomar su teléfono y llamar a Rhys, saber cómo se encontraban sus hijos era la duda que la había invadido todo el día, pero antes de su última reunión envió un rápido mensaje, que Rhys contestó casi al instante: «Estamos bien mamá, puedes estar tranquila». No sabía si lo estaba, debía hacerlo, porque conocía a Rhys, y sabía que él jamás permitiría que algo le sucediera a Vlas, o hasta a él mismo, aunque él podría ser capaz incluso de someterse al peligro con tal de llevar hasta el límite su cuidado y su responsabilidad como hermano mayor, y eso era lo que más le preocupaba.
«Quítate ese pensamiento, es Rhys», quiso convencerse, y algo le funcionó, porque la idea de llamarlos, rápidamente pasó a un segundo plano, ellos tal vez estarían disfrutando el tiempo juntos, concentrados en otras cosas en las cuales no quería intervenir o interrumpir.
—¿Estás despierta?
La voz de Rygal resonó en la habitación con esa pregunta, seguido de que el chirrido de la puerta la desconectara de su propio laberinto mental.
—¿Qué haces aquí? —preguntó confundida, según él, se iría a dormir a otro lado.
—Es que, bueno... Al llegar a mi habitación me di cuenta de que te había dado la llave equivocada, esta es la mía —señaló él, alzando su llave colgada en sus dedos—. Creí que a lo mejor querías cambiar.
—Oh, era eso... En realidad estaba cómoda, no creo que quiera —dijo ella, intentando voltear su cuerpo hasta ponerse de costado, apuntando a la puerta.
—¿Segura? La otra habitación es más grande, tiene un jacuzzi en el baño, quizás es de tu agrado.
—No, gracias igual, puedes dormir ahí.
—Bien, volveré entonces.
Él se dio la vuelta, caminando otra vez hasta la puerta. Clio observó su espalda mientras él se alejaba de la cama, pensando muchas cosas, todas demasiado equivocadas, sintiendo que hiciera lo que hiciera, le terminaría afectando emocionalmente, y pasar otra noche entre lágrimas era lo último que quería, ni sentirse una estúpida, una y otra vez... Pero a veces, no podía ni con ella misma.
—Rygal —lo llamó antes de que él saliera de la habitación.
—Dime. —Él se apoyó en el filo de la puerta y la miró, esperando respuesta.
—Vlas no está hoy, dormiré sola —dijo.
—Lo sé, ¿A qué viene eso? —preguntó él.
—¿No quieres dormir conmigo? —ofreció, sin vueltas, otra vez.
—Fuiste tú quien colocó esa línea entre nosotros, ¿Por qué haces esto ahora?
—Por el mismo motivo el cual lo hice en primer lugar, Rygal... Sólo quiero sentirme un poco acompañada.
Él no respondió nada. Estuvo unos segundos en silencio, cabizbajo, meditando la situación... Su resolución fue rápida, empujó la puerta con su mano, y al volverla hacia adelante caminó hasta la cama.
—Ni siquiera te cambiaste de ropa. —Notó.
—Eso no es importante... —Ella tomó su mano, y entre el movimiento de su cuerpo arrastrándose por las sábanas hasta el borde de la cama dejándole un lugar a su esposo, y la mano de este consiguiendo llegar a su cintura, la culpa ya era parte de sí misma.
«Soy una mala persona, una mala madre... Muy mala, ¿Por qué estoy haciendo esto?», pensó, su mente estaba en un plano distinto al de su cuerpo, ya que mientras se dejaba llevar por la sensación de no querer parar, intentaba caer en cuenta de lo que estaba haciendo, reaccionando ante tales instintos que odiaba, relegando su odio y su tristeza, así como el dolor y la culpa, sostenida por ese perdurable sentimiento que la hacía sentirse una basura. Pero no había vuelta atrás consigo misma, ya se encontraba bajo el cuerpo de Rygal... Sintiéndose acompañada, pero con su alma en soledad. «Lo soy, soy una mala persona... Lo siento chicos... Mamá es una tonta, una tonta... Una despreciable mujer que no sabe estar sola».
¿Qué sentido tenía arrepentirse? Cuando sabía que lo volvería a hacer. Aunque se odiara a la mañana siguiente, aunque quisiera arrancarse cada sensación que el encuentro dejaba en su cuerpo, aunque se mirara al espejo y se diera asco, quisiera llorar, quisiera vomitar... Aunque no pudiera mirar a sus hijos a la cara, sabiendo que los estaba traicionando, aunque Rygal sólo le siguiera el juego, y ella no pudiera parar... A pesar de todo, por un momento, por un instante, sentirse bien borraba esas sensaciones... La culpa podía esperar... Lo único que deseaba era que esta no esperara toda la eternidad.
Remia, Crystel, Residencia Windsor - 4 de Junio - Año 525
—¿Todo esto por mí? —preguntó Leah, cuando al entrar a la sala pudo ver la mesa repleta de comida, algunos dulces, aperitivos y bebidas.
—Queríamos que te sintieras cómoda desde el inicio, Vlas dijo que si él tuviera que ir de visita a una casa e hicieran algo así por él se quedaría ahí para siempre —dijo Lara, riendo ante la lógica de Vlas.
—Un poco de razón tiene, digo, es muy lindo esto, me hace recordar al primer día en el que estuve en tu casa, ¿Recuerdas que compraste mi pastel favorito? —preguntó.
Lara asintió con una sonrisa, su mirada se colocó detrás de ella, y con un ligero movimiento de cabeza, le indicó que volteara, había algo detrás de ella.
—¿Fresas con crema, cierto? —preguntó Vlas acercándose a ella, con un pastel en sus manos.
—¿Es una broma, cierto? —Ella volvió su mirada hacia su madre, emocionada, ahí pudo ver a Rhys parado al lado de Lara también, ambos con una sonrisa—. Es como esa vez... —Sonrió, recordando ese día en el cual se fue a vivir con Lara, el comienzo de su nueva vida.
—Ellos me dijeron que tu este era su pastel favorito, así que fui a comprar uno en la mañana... Espero te guste —dijo Vlas.
Leah se dio la vuelta, y se acercó a él.
—Claro que me gusta, me gusta mucho —dijo ella, encontrándose con los ojos del chico, verdes como una pradera, la encantaron, y el gesto de su parte no la ayudó mucho a pensar en otra cosa. Quería darle un abrazo, no sabía por qué—. ¿Puedo darte un abrazo? —preguntó.
Vlas sonrió ante su pedido, y sin decir mucho se agachó hasta lograr dejar el pastel sobre la mesa ratona de la sala, y al volver a su posición de nuevo, abrió sus brazos. Ella no lo pensó mucho tampoco, y lo rodeó en los suyos.
—Quiero que sean novios, ya mismo —rio Rhys, casi en voz baja, procurando que sólo lo escuchara Lara.
—No seas tonto, son muy pequeños todavía... Y él... —Ella dudó. Rhys le prestó atención—. Nada... Igualmente, sí, se ven muy lindos —agregó, intentando esbozar una sonrisa.
«Es tan cálido», pensó Leah, ni siquiera notó cuando fue que se recostó en su hombro, pero si hubiera tenido vergüenza de tal accionar, se habría dado cuenta desde el instante en el cual le pidió un abrazo. Sólo se dejó llevar, podría pensar lo que hizo luego, además, era sólo una forma de agradecerle... Sólo eso.
Más tarde...
—¿Qué haces? —Rhys golpeó la puerta del cuarto de Vlas, semiabierta, él estaba sentado en la silla de su escritorio, leyendo algo.
—Oh, Zenda me pidió que revisara algunos de sus informes para las clases de ciencias, yo me encargo de los prácticos y ella los describe —explicó, dejando el manojo de hojas sobre la mesa—. ¿Necesitabas algo? —preguntó.
—En realidad... Sí. —Rhys entró a la habitación, y luego de cerrar la puerta se sentó en la cama, mirando alrededor—. Además de Zenda, ¿Hay otras cosas que me quieras contar? No lo sé, algo que haya pasado estos años, que no le hayas dicho a nadie, ya que nos pudimos contar eso hoy, creo que dejé muy en claro que puedes confiarme lo que sea —dijo.
Vlas giró en su silla, apuntando a su hermano, darle la espalda no lo hacía sentir muy seguro, aunque notó que Rhys no estaba tan concentrado en él, sino que tenía su mirada fijada en algunos de los portarretratos que había en un estante sobre su cama. En ellos había varias fotos, de ellos de pequeños, una foto familiar, donde incluso Rygal estaba, o algunas de su madre de joven, con él de bebé... Esa fue la más admirada por su hermano, Vlas notó su ligera inclinación.
—Emm... No lo sé, no muchas cosas interesantes... Di mi primer beso, quizás eso sea de tu interés —bromeó.
—¿En serio? —Rhys rápidamente se dio la vuelta, en su rostro se dibujó una sonrisa.
—Fue una tontería, estábamos jugando verdad o reto en la casa de una amiga... Y me negué a la verdad, tuve que pagar con el reto... —dijo Vlas, desviando un poco su mirada, recordar eso le daba cierta vergüenza.
—¿Y con quien fue? Déjame adivinar... Zen...
—Con Kora —Vlas lo interrumpió.
Al instante, el silencio los afectó a ambos, Vlas no quiso subir su mirada, pero con saber que su hermano no respondió, sabía que su declaración había sido algo abrupta, y sorpresiva.
—Espera... ¿Qué?
Vlas no vio el rostro de su hermano, pero a pesar de eso, pudo notar la incredulidad en su tono de voz al hacer esa pregunta... Quiso reír, pero eso sólo le quitaría seriedad a la situación, aunque quizás eso era lo que quería, todo se estaba por volver demasiado incómodo.
—Es que... Estábamos ahí, y éramos pequeños, queríamos saber que se sentía, todo el mundo hablaba de eso, el juego fue una excusa... Al final, ambos lo queríamos.
—Pero, ¿Y Zenda? ¿Te gustaba su hermana? —Rhys siguió con su confusión.
—Es que, era eso o... Admitir que estaba enamorado de Zenda... Estaba entre la espada y la pared —Vlas intentó explicar.
—O sea, sí, entiendo eso, pero me estás diciendo que entre admitir que estabas enamorado de la persona la cual realmente estabas enamorado, y besar a su hermana frente a ella, elegiste besar a su hermana... ¿Qué se te pasó por la cabeza?
—No lo sé Rhys, en ese momento, a mis doce años, era una decisión razonable, luego me di cuenta de lo estúpido que fue, y de lo mal que llegó a sentirse Zenda... Luego me disculpé... Aunque todavía no hemos tenido nuestro momento... Aun quiero darle un beso a ella.
—¿La amas tanto?
—Creo que soy muy joven para pretender hablar de amor, Rhys... Pero son diez años que sustentan mis sentimientos, y ella no me ha dejado solo nunca, desde el inicio, y no importaba nada lo que sucediera, su mano siempre se apoyaba en mi espalda, cada vez que los recordaba a ustedes, cuando me sentía triste, nostálgico, cuando me venía abajo a causa de la soledad, cuando el miedo me causaba pesadillas, cuando sentía que alejaba a todo el mundo, cuando ya no le veía sentido a nada... Ella tomaba mi mano y me llevaba a su lado, a donde sea, pero si ella estaba ahí, por al menos un momento, todos esos pensamientos se inhibían, y aunque al final del día volviera esa sensación ruin, al otro día lo mismo, y así por años, intentando sobrellevar tal tristeza con su ayuda... Fue, es y será fundamental en mi vida, para siempre, porque no sé que me depara el destino, no sé nada, quizás ni siquiera acabemos juntos en el futuro, aunque sentiría que eso sería una tragedia, porque mi sueño es una vida a su lado... Pero pase lo que pase, juntos o separados, Zenda siempre vivirá en mí.
Rhys sintió que su pecho quemaba, quería decirle muchas cosas, como otras tantas, pero no supo por qué se paralizó, escuchando cada palabra de la declaración de su hermano su cuerpo se estremecía, entendiendo cada sentimiento de él, a flor de piel, y ese amor, tan hermoso y sanador, como trágico y doloroso. «No es momento», intentó convencerse, cuando de su boca casi se escapa su secreto... Aunque le dolía mentirle a su hermano de tal manera, le iba a doler más a él cuando se enterara... Y todo lo dicho por él sólo lo hundió más en su dilema, y en todo lo que había intentado sobrellevar por tanto tiempo.
—Vaya... Es un gran discurso... Creo que, además de mí, a ella sería a quien más le gustaría escucharlo —dijo, entre sonrisas, demasiado incómodas, demasiado impuestas, para él mismo, aunque hizo lo posible para que su hermano supiera que a pesar de todo, estaba feliz por él.
—Todavía falta tiempo... Está bien así, somos amigos, no nos separamos, y me gusta la relación que llevamos, no quiero cambiarla todavía, después de que terminemos la preparatoria quizás dé ese paso... —dijo Vlas, y una pequeña sonrisa se escapó de sí—. Quizás... —musitó.
Su hermano lo miró, con cierta tristeza en su mirada... Aunque satisfecho con Zenda, ella había cuidado a Vlas por mucho tiempo, no podía estar más agradecido con la chica, ella comprendió el contexto, supo enterarse de los sentimientos de Vlas, así como sus deseos, y poder llevar su personalidad, aunque no tan complicada como la suya, aun un poco difícil de comprender... Era un Windsor después de todo, y su hermano, ninguno había tenido la vida fácil, a pesar de haber nacido en el entorno el cual habían nacido... En cuna de oro prácticamente. Entre los problemas con su padre, así como su ausencia, la pérdida de un hermano, la complicada crianza que sólo su madre les pudo dar, sus propias personalidades repelentes, su orgullo, su ambición... Entre tanto, podía asegurar que incluso ellos mismos se lo habían buscado, eran orgullosos, a más no poder, tercos y mimados, bajo el foco del mundo, asegurados de siempre llevar la razón, aunque no la tuvieran... Pero siempre existía esa persona que los bajaba a la realidad... Duro sería perderla, más que nada, él lo pudo experimentar, y fue la peor sensación que tuvo jamás... No quería eso para su hermano, no quería eso para nadie en realidad... Pero, ¿Qué les quedaba? Asumir su destino, por más doloroso y desolador que este fuera... Él aseguraba tener esperanza, tenía a muchas personas que lo apoyaban a su lado, y quería eso para su hermano... Quería borrar la sensación de soledad... La maldición de su familia... La peor herencia que pudieron tener.
Más tarde...
—Estoy un poco confundida hoy, sabes. —Lara salió del baño, secando su cabello, con una toalla envolviendo su cuerpo. Se sentó en la cama con su cepillo en mano, y comenzó a peinar con suavidad su largo cabello escarlata—. Noté algunas cosas que no me quedaron muy en claro —agregó.
—¿Qué tipo de «cosas»? —preguntó Rhys, él ya se encontraba acostado en la cama, boca arriba, había estado así un rato, desde que salió de la habitación de Vlas, esa charla con su hermano lo había afectado un poco... Como pocas situaciones lo habían hecho en su vida.
—Creo que Leah y Vlas se gustaron... Tú lo dijiste hoy, y aunque sé que fue en broma, siento que aun así lo dijiste por algo, ¿Viste lo mismo que yo, cierto?
—De hecho sí, lo dije en broma, pero... Creo que sí, pero tú sabes, fue un simple vistazo, supongo que se parecieron lindos, nada más... Son adolescentes después de todo.
—Leah no se ha fijado en ningún chico jamás, o al menos ninguno del que nosotros tengamos conocimiento... Y Vlas se nota que está muy enamorado de Zenda... No lo sé, ella no quiso mencionar mucho ese abrazo de hoy cuando estábamos en su habitación, yo tampoco quise tocar el tema, ella sabrá que sintió... Quiero dejarla ser en ese sentido, pero tampoco quiero que se sienta confundida y eso le afecte, ¿Qué podría decirle? —Intentó buscar algún consejo en su esposo, volteando a él.
Rhys siguió en su lugar, no notó el movimiento de su esposa. «Vlas se nota que está muy enamorado de Zenda...», aseguró ella, y él también podía hacerlo, más aun con esa charla que tuvieron minutos atrás. Debería contarle lo que eso causó en él a Lara, pero sería sólo seguir sumándole temas sin importancia a la discusión que ella había planteado... Sintió que era mejor guardarlo para otro momento, y concentrarse en las dudas que ella poseía con respecto a su hija.
—Nada... Ella te lo dirá a ti primero, siempre lo hace, es mejor no apurarla en ese sentido... Apenas lo conoció hoy, y si le gustó, supongo que confirmará eso en los siguientes días, y luego te lo dirá bajo su propio juicio —dijo él.
Lara asumió lo mismo, y volvió a su lugar, a seguir con su peinado... Aunque no quiso borrarse de la cabeza cierto detalle.
—¿Estás bien? ¿Por qué de la nada pareces melancólico? —preguntó.
—No te lo quería decir, creí que estabas preocupada por Leah y no quería seguir preocupándote —respondió él.
—Sabía que esto sucedería con Leah algún día, no es preocupación, sólo un poco de ansiedad, es mi niña después de todo.
—Lo sé... Igual, ambos estaremos para ella, pase lo que pase, y ella es una chica inteligente, sabrá que hacer, puedes estar tranquila.
—Sí, lo sé... Pero ahora dime que sucede contigo, ¿Es algo con tu hermano? —Ella dejó el cepillo en la mesa de luz que flanqueaba la cama, y se recostó lentamente en la cama, inclinándose hacía el lado de Rhys, posando su mano en su pecho.
Él la acarició con suavidad.
—Ama a Zenda, demasiado... Pero hasta el punto de no olvidarla jamás, de pensar sólo en ella al mirar al futuro... Casi como nosotros sabes, pero lo de él es más intenso, más profundo... Mucho más... Y tengo miedo —dijo, casi con su voz temblando.
«Lo dije», pensó. ¿Cuántas veces había expresado ese sentimiento en su vida? Seguramente eran contadas con los dedos de una mano, y hacía mucho tiempo atrás. Su vida había entrado en un lapso de tranquilidad esos años posteriores a la guerra, cuando formó su familia con Lara y Leah, cuando sólo dedicó a entrenar, cuidar a su hija y entregarse a su hogar, ni él pensó que eso sucedería alguna vez, y aunque extrañaba la sensación de encargarse de situaciones que lo llevaban al límite, estas siempre terminaban dañándolo, conduciéndolo al extremo de la soledad, donde lastimaba a Lara y a otras personas... No quería ser ese Rhys, pero parte de sí mismo estaba en ese Rhys también... Y tampoco podía intentar evitar esa naturaleza.
Pero el miedo, ese que estremecía su alma... Sólo dos personas se lo hicieron sentir: Rygal y Lara. Ni Demian, ni Clio... Y hasta ese momento, Vlas. Su miedo más grande siempre fue perder para siempre a las personas que amaba, como Demian, ese miedo nació luego de su muerte. En su adolescencia también tuvo miedo, pero era casi lo mismo, quedarse solo, simple necesidad de aprobación, un poco de todo, aun así, los tenía a su lado, y ellos suprimían ese miedo, pero vivirlo en carne propia fue lo que lo hizo algo presente en su mente cada vez que tenía ese presentimiento de que la situación ameritaba la opción de que alguien a quien amaba se fuera para siempre. Como cada una de sus peleas con Rygal y la simple presencia de este en la vida de todos, o los miedos y pecados de Lara que la arrinconaron a la depresión.
Era un pasado tan trágico que se había marcado con fuego en su memoria. «Recuerda que puedes perderlo todo», era la sentencia que siempre asediaba su mente cuando estaba a punto de tomar una decisión que marcaba su destino, una y otra vez... Y aunque no era tal miedo, la desconfianza tomaba su lugar, y lo hacía incluso dudar de sí mismo, de sus capacidades y de su juicio, como en cada una de las instancias en las que su vida tomó un rumbo distinto... Y esa era su mayor debilidad, el amor, el miedo... La soledad.
—Ya veo... Estaba esperando el momento en el cual fueras sincero y lo aceptaras, vienes con ese dilema desde que planteamos la posibilidad de venir, la semana pasada —dijo ella—. Pase lo que pase, estaremos ahí, y no se nos irá de las manos, por más fatídico que todo sea, créeme amor, hemos salido adelante a pesar de todo los que nos pasó, ¿Qué más podemos hacer? Así es la vida, no tenemos el control de nada. —Ella intentó consolarlo, pero sabía que así no era Rhys, y que eso no era suficiente, aunque era lo máximo que podía hacer.
—Es que, tome la decisión que tome, no importa... Todo está en juego, y estoy harto de tener que enfrentar siempre una maldita tragedia que parece nunca acabar... ¿Y si Vlas...? —paró—. Maldita sea, ¿Por qué tengo que pensar en eso? —maldijo, entre dientes.
—Rhys... —ella musitó—. Está bien, es inevitable hacerlo. —Un poco de su apoyo se dejó ver.
—Lara, me siento egoísta al querer que él no se vaya de mi vida, pero siento que le estoy quitando la felicidad al mismo tiempo, no quiero que sufra y se hunda en la miseria sólo porque quiero que esté a mi lado, pero tampoco quiero perderlo, a pesar de que eso quizás sea lo que él decida... Es injusto, ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? ¿Por qué? —Sostuvo sus manos sobre las de Lara, aunque la intensidad de sus sentimientos le regaló esa conmoción, que impidió que pudiera aferrarse más a ella.
—Está bien... Yo lo haré —dijo ella, apenas se dio cuenta. Alzó sus manos y tomando las de Rhys con suavidad las envolvió en las suyas, extendiéndole un poco su calor—. ¿Quieres dormir? Desde ayer no te he visto descansar, sabía que algo te tenía nervioso.
—Quizás... —dijo él, y al momento el cual Lara se recostó al respaldar de la cama, dejándole un poco de espacio en esta, él inclinó su cabeza, hasta apoyarla en las piernas de su esposa—. Así está bien —casi susurró—. Sólo... Quédate aquí, Lara... Quédate aquí para siempre... —pidió, al final, y sus ojos se cerraron.
—Claro que sí, mi amor... No me iré de tu lado... Puedes confiar en eso. —Ella sonrió. Y antes de que pudiera siquiera dar un último suspiro, cayó dormida al lado de su esposo.
Al otro día...
Remia, Gala, Habitación «212» - 5 de Junio - Año 525
Clio sintió el día venirse sobre ella al despertar, apenas abrir sus ojos encontró algunos rayos de sol colándose por la ventana y que llegaban hasta su rostro, sabía que ya era muy tarde, porque normalmente se le era imposible despertarse temprano sin antes colocar una alarma. La noche anterior no lo había hecho.
Se sentó en la cama, bajando su mirada sobre su atuendo... ¿Estaba de pijama? ¿Cuándo había sucedido? Aunque en realidad, ¿Para qué pensarlo? Era obvio lo que había sucedido esa noche, y otra vez debería sentirse con las ganas necesarias para afrontar el día que se asomaba, y el otro, y el otro, y así... Sin saber hasta cuándo.
—Buenos días.
La voz de Rygal fue el primer sonido de su día.
—Dormí mucho, ¿Qué hora es? —preguntó ella, bajando los pies al suelo.
—Cerca del mediodía, te iba a llamar, tenemos una reunión a la 1:00 p.m —informó él.
Clio alzó su mirada, ciertamente cansada, no sabía muy bien qué decirle, pero sí quería dejarle en claro algo... Que se borró al instante de su mente cuando las náuseas llegaron.
—Carajo... —dijo, y salió disparada hacia el baño.
—Clio... ¿Estás bien? —Rygal se acercó a la puerta, y sin entrar al baño, intentó mirar de reojo. Sólo oyó el ruido de la cadena, luego, ella abrió la puerta que estaba entrecerrada.
—Estoy bien —afirmó, parándose frente a él.
—No pareces bien... No te ves para nada bien de hecho. —Rygal notó su mirada decaída, al mismo tiempo se veía muy pálida, su temperatura corporal no ayudaba nada tampoco—. Tienes fiebre —dijo, posando su palma sobre su frente.
—¡Estoy bien! —Clio empujó su brazo de enfrente suyo, quitándole la mano—. Déjame en paz, no voy a ir a la reunión. —Comenzó a caminar hacia la cama de nuevo, algo molesta. Rygal se quedó en su lugar.
—¿Por qué no vas al médico hoy? Te doy el día libre, deberías hacerte un chequeo, esto que acaba de pasar no es normal —recomendó él, aunque con su tono de voz cortante y frío pareció ser más una orden.
—No vas a decirme lo que tengo que hacer, Rygal... Me vuelvo a Crystel, llamaré a Rhys para que me vaya a buscar al aeropuerto —dijo ella, con demasiada decisión.
—Es una tontería, Clio... No comiences ahora con tus berrinches, ¿Cómo vas a querer irte? Todavía debemos pasar por Zenith, ni siquiera nos reunimos con los líderes de la ciudad, y te necesito... En serio. —Él siguió en su lugar al lado de la puerta del baño, intentando convencer a Clio, creyó que era estúpido siquiera irritarse por lo que ella decía, se había vuelto tan normal en su relación que siempre lo arreglaban de la misma manera—. No te quiero decir lo que debes hacer, pero Clio, no eres tonta tampoco, es mejor así —dijo, algo parsimonioso.
Ella se había sentado en la cama, cabizbajo. Quería gritarle tanto, los recuerdos de la noche ya habían vuelto a su mente, y como siempre sucedía, estaba enojada consigo misma, pero por su culpa, y se enojaba con él también, ya que por lo menos debía desahogarse con alguien, y él estaba ahí... Él siempre estaba ahí.
—Hoy no es un día en el que quiera tener este tipo de discusiones, déjame un rato sola, iré al vestíbulo luego, espérame ahí, estaré antes de la reunión —muchas cosas pasaron por su mente mientras decía eso... Pero la mirada de Rygal sobre ella impidió que las hiciera realidad—. Y deja de mirarme así, tú sabes por qué estoy actuando así, sólo... Déjalo pasar —aclaró.
—Claro que lo sé. —Él hizo un movimiento con su cabeza, girando sus ojos—. Nos vemos luego —agregó, y rápidamente abandonó la habitación, luego de pasar por la mesa y levantar varias carpetas.
Clio escuchó la puerta cerrarse con fuerza, y sin moverse, se llevó las manos a la cara, tan avergonzada como resignada, con cada una de sus actitudes... «Parece que no pretendo madurar jamás», pensó, asegurando que había actuado como una niña pequeña, necesitada de atención, como de amor... Quizás las consecuencias de su crianza seguían haciendo efecto en sus arranques de fastidio y enojo, aunque sólo con Rygal. Extrañaba esos días en los cuales no se sentía la mayoría del tiempo en una nube de irritación, donde cada palabra, gesto o actitud de él le diera esa sensación de querer odiarlo, asqueando seguir a su lado... Extrañaba verlo llegar a la casa, y recibirlo con una sonrisa, dormir a su lado, o abrazada a él, sin que al otro día esa molestia despertara tales efectos en ella, porque, aunque no pareciera, él en realidad siempre fue el mismo, sólo que ella nunca estuvo tan enterada de lo que hacía, o a lo mejor no quería aceptarlo, no quería perderlo. Maldecía cada día haber vivido esa vida de mentira, haber dejado que él tuviera ese control sobre ella, haberle dado todo, pretendiendo que él no lo usara en su contra... Maldecía haberlo amado, a pesar de todo, maldecía muchas cosas... Todas relacionadas a él, pero al mismo tiempo agradecía haberlo tenido a su lado, que él le haya regalado esa familia, que él la haya amado tanto años atrás... Y viviendo en ese dilema también se encontraba cada día, sin saber si odiarlo, si amarlo, o sí sólo pasar de él, sintiendo nada... Como le pasaba con todo lo demás, exceptuando sus hijos.
—¿Por qué no puedo dejarte ir, Rygal? ¿Por qué me maldijiste así? —preguntó, ¿A ella? ¿A él? ¿Al mundo? Probablemente a nada, porque no había respuesta a su pregunta—. Deja de amarme... O yo no podré hacerlo tampoco.
Mientras tanto...
«Clio siempre tiene problemas, maldita sea, ¿Por qué tiene que ser ella siempre la que me lleva a donde quiere?», Rygal maldijo internamente, mientras bajaba las escaleras del hotel, en dirección al vestíbulo.
Su teléfono sonó antes de que diera unos pasos en este, y se quedó parado entre la puerta de entrada y la puerta de salida de las escaleras, en una especie de pasillo que funcionaba como unión de ambas habitaciones.
—Habla Rygal Di Rem —atendió, era un número desconocido, pero no pudo encontrar coincidencias con algún otro que conocía, porque también era privado.
—Jefe... —una voz dijo del otro lado.
Rápidamente Rygal acomodó su celular mucho mejor en su oreja, casi esbozando una sonrisa, y siguió...
—¿Llegaron? —preguntó.
—Sí, actuaremos cuando nos diga... Usted tiene la última palabra.
—Lo sé... Tengo una idea de cómo y cuándo pueden hacerlo, pero antes de eso necesito confirmar algo... Necesitaremos un código, cuando sea el momento te lo enviaré en un mensaje, eso significará que pueden actuar.
—Claro jefe... ¿Qué piensa de algo como «RW» o parecido?
—Demasiado obvio... Será mejor sólo enviar el nombre del lugar, sabrán a donde ir al instante, algo así como «Playa», ¿Has entendido?
—Sí, estaremos esperándolo entonces.
—Mejor así... Luego hablamos. —Y antes de esperar respuesta, cortó.
Sostuvo el celular en su mano, mirando la hora, casi veinte minutos para la hora de la reunión. Y antes de que siguiera su camino al vestíbulo, oyó fuertes pasos resonando por la escalera, con un patrón y sonido reconocible, tacones de mujer.
—Oh, estabas aquí —dijo Clio, cuando al abrir la puerta lo vio parado frente a ella, casi lo chocaba.
—Bajaste rápido —dijo él, notando que había lavado su rostro, y que estaba usando su ropa de trabajo—. Me gusta el estilo de tu cabello hoy —señaló. Siempre lo usaba suelto, o envuelto en algo parecido a una rosca sobre su cabeza, pero esta vez estaba atado en una cola de caballo, le daba un estilo un poco más informal, le hizo bien admirarlo unos momentos. La belleza de ella era pulcra, y no iba a negar que era lo único que siempre lo dejaba sin palabras.
—Y a mí me gustaría un poco de silencio en realidad —dijo ella, haciendo caso omiso al halago de su esposo, cuando comenzó a caminar hacia la puerta que daba al vestíbulo, dejándolo atrás.
—Bien, lo que digas —dijo él, y la siguió a pasos largos, como los de ella... En silencio.
Como ella pidió.
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