—Abandónala y limpiaremos tu expediente. Perdonaremos tu desviación y te darán la bienvenida de nuevo al redil —dijo Alberto fríamente mientras miraba a Christian.
—¡De ninguna manera! —Christian se negó sin un segundo de duda—. Si hubiera tenido intención de abandonar a Wendy, no la habría protegido de Clement. Tampoco se habría tomado tantas molestias para sacarla de la Ciudad del Lago y llevarla a la Ciudad de Rheinsville.
En un instante, Alberto alzó su bastón y, con maldad irradiando de sus ojos, lo apuntó directamente a la frente de Christian. Ese bastón suyo era hecho a medida y no era simplemente una ayuda ordinaria para la movilidad. En el proceso de levantarlo, había activado un interruptor oculto en él. Un dardo delgado había aparecido en el extremo del bastón y apuntaba a una pulgada de la frente de Christian. Este dardo contenía una toxina extremadamente venenosa que causaría la muerte inmediata al contacto.