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La noche se cernía sobre Nerima. En el dojo Tendo, Akane dormía junto a su esposo. De repente abrió los ojos y se levantó de la cama con cuidado para no despertar al hombre.
Se vistió en silencio y cuando iba a salir de la habitación miró al hombre que ocupaba la cama, lo odiaba, lo odiaba con toda el alma, no soportaba vivir con él, y menos compartir lecho. Nunca debió casarse con él. Era un cobarde, siempre lo fue. Tenía ganas de acabar con todo, si le ponía la almohada en la cabeza, ese ser despreciable moriría. Lo había drogado, dormiría durante horas, hasta bien comenzado el día no se despertaría.
La joven salió de la habitación, bajó al primer piso, se dirigió a la salida y abandonó el dojo, estaría fuera unas horas, cuando volviese ese animal seguiría durmiendo. Entre la droga y el alcohol bebido por ese idiota, estaría fuera de combate mucho tiempo.
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La mujer se dirigió a la estación, llevaba un abrigo que la cubría totalmente, un gorro que le tapaba el pelo. La chica estaba totalmente irreconocible, nadie que se hubiera cruzado con ella la hubiera conocido. Tomó el metro y bajó algunas paradas después.
Llegó al lugar de la cita y lo vio. Él se giró y la miró, la chica notó como se le aceleraba el corazón, como siempre que se reunía con ese hombre. Ese hombre era al único que amaba, al único que consideraba su amor. Su auténtica medía naranja.
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El hombre llegó un poco antes. Había salido de su vivienda a hurtadillas. Iba vestido con un abrigo largo hasta medía piernas, se tapaba con un sombrero, y llevaba gafas. Nadie lo debía identificar. Miró a su reloj, faltaban cinco minutos para la hora acordada, se giró hacía un lado de la calle y allí la vio. Era la mujer que amó desde casi el primer día que la vio. La única que aceleró su corazón. La única dueña de su corazón.
Ella se acercó a donde él estaba, se quedaron mirando y se lanzaron él uno sobre el otro, se abrazaron, y se besaron con una pasión abrasadora.
- ¡Te amo! -dijo el hombre.
-No más de lo te amo yo- respondió Akane.
-Entremos- dijo el hombre- alguien nos puede reconocer, y todos nuestros planes se irían al garete.
-Si, entremos- contestó Akane. Y los dos amantes entraron al motel.
Subieron a su habitación, la que siempre ocupaban. Nada más cerrar la puerta, Akane se abalanzó sobre el hombre y lo besó con deseo. Él le quitó el abrigo, el vestido y la dejó en ropa interior. Ella enloquecida por el deseo, le quitó el abrigo, le arrancó la camisa, lo empujó sobre la cama y le quitó los pantalones. Se arrojó sobre el hombre, y les arrancó a trozos la camiseta. Una vez sólo con boxes. La chica besó de forma salvaje a su amante, este enloqueció de placer y trató de desabrochar el sujetador de Akane, pero no pudo y fue la joven la que hizo el trabajo por él, el hombre al ver los pechos de Akane se lanzó sobre ellos y los succionó, a ella se le erizaron los pezones, poniéndosele duros, lo que aumentó la excitación del chico, que procedió a quitarle las braguitas a su amante… y esa noche los dos jóvenes se demostraron el amor de una forma salvaje, como los dos animales en celo que eran.
Salieron por separado de motel y cada uno se dirigió a su casa, con la promesa de volverse a ver.
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Ranma abrió los ojos cuando su mujer salió de la habitación que compartían. Se vistió y desde la ventana vio como salía del dojo. Se puso un abrigo y él también salió del dojo. Mientras iba al metro pensó en lo que estaba haciendo. Sabía que su esposa lo engañaba, que tenía un amante, pero eso a él no le preocupaba. De esa forma él tenía libertad para verse con la amante que tenía él.
Bajó algunas paradas después y se dirigió al punto que quedó con su amante. La esperó unos minutos, como siempre era el primero en llegar. Cuando llegó la mujer se abrazaron y se besaron. Y entraron al local. Y allí hicieron el amor durante horas.
En un momento de relax. Él se quedó pensativo. Su acompañante lo miró.
- ¿En qué piensas? -preguntó la mujer.
-En mi esposa- la mujer se enfadó y se levantó para irse. Pero él la siguió y la detuvo, la cogió de los hombros y la miró a los ojos- mientras tú y yo estamos aquí, ella está con su amante engañándome, o eso piensa ella- Ranma no mostraba que eso le causará pesar- por mi puede pasarse toda su vida con ese imbécil. Si, imbécil por dejarse liar por una mujer como mi esposa. Si siguiesen liados siempre, yo tenía total libertad para estar contigo siempre que quisiéramos.
La chica sonrió y se lanzó encima de Ranma y volvieron hacer el amor.
Unas horas después se separaron en contra de su voluntad y Ranma regresó al dojo.
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Akane ingresó al dojo, pasó por el salón, apestaba aún a tabaco y alcohol, su marido había bebido como un fracasado, junto al padre de ella había vaciado varias botellas de sake y algunas cervezas, esas botellas estaban donde las dejaron la noche anterior, tiradas por el salón. Se necesitarían horas para limpiarlo, y esa noche lo volverían a ensuciar... Y aunque ella los había amenazado varias veces, habían vuelto a fumar en el salón. Ya no aguantaba más. Su marido era un ser despreciable, fumaba bebía y jugaba. Se gastaba toda la asignación en sus vicios, su padre acompañaba a su yerno en su juergas y borracheras. Suerte que ella también trabajaba, ella misma había montado un negocio, o si no estarían ya en la calle. En un año ese animal había hundido del todo el dojo.
El trabajo de su marido en el dojo era un fracaso, antes de casarse era un buen luchador, pero una vez casados, el hombre se dio a la bebida y a los vicios. Akane sabía que la engañaba con una antigua novia, pero eso a ella no le importaba, con tal que a ella no la molestase podía salir con cualquier mujer del mundo.
La joven mujer subió a su habitación, se cambió de ropa y se acostó al lado de su marido, lo miró con despreció, y volvió a tener ganas de ahogarlo con la almohada. Se giró dándole la espalda al hombre y se durmió.
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Cuando Ranma llegó al dojo, subió con cuidado a su habitación. Entró en la habitación y vio que su esposa no había vuelto, suspiró aliviado. Se desnudó y se acostó. Minutos después oyó como su esposa, sintió una rabia infinita. No, no podía quedarse con su amante, y dejarlo a él tranquilo. Se giró, cuando su esposa entró en la habitación el joven dormía y roncaba. La mujer lo miró con rabia, ese hombre no era él que ella conocía. Bebía y fumaba. Nunca iba a su negocio y no la ayudaba. La mujer le dio la espalda y se durmió.
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Akane se despertó unas horas después, se sentó en la cama y miró a su lado. Su marido roncaba como una locomotora, la joven miró el despertador, estaba desconectado, ese idiota lo paró ante que sonase y se volvió a dormir. Ese imbécil se había vuelto a dormir, tendría que ser ella la que diese las primeras clases de nuevo, como ya era habitual.
Se levantó, bajó y se metió en el lavabo, se aseó y fue a la cocina donde Kasumi preparaba la comida.
-Hola Akane, ¿Ya levantada? - Akane la miró y asintió- ¿De nuevo se ha dormido...? - Akane volvió a asentir. Kasumi la miró sería- ya eres mayor y debías saberlo, es responsabilidad de la mujer que su marido cumpla con sus obligaciones.
- ¡No me rayes Kasumi! Yo no pedí casarme con ese imbécil- Kasumi la miró asustada. Akane había cambiado desde que se casó. Ahora tenía mucho más mal genio. - Me obligasteis, si fuera por mi aun estaría soltera. No tengo ni diecinueve años y llevo un año casada con ese inútil.
-Eso no te lo crees ni tú- dijo Nabiki que entraba en ese momento- Si fuera por ti…- no pudo seguir, Akane se abalanzó sobre su hermana, la cogió del cuello, y la lanzó sobre una pared.
Nabiki hacía esfuerzo por respirar. Mientras Kasumi intentaba separar a las dos hermanas.
- ¡Cállate chismosa! ¡Una palabra más y te rompo el cuello! - dijo furiosa Akane- estoy harta que os metáis en mi vida. Que seáis mis hermanas mayores no os da derecho a opinar por mí. Pienso que las dos estáis frutadas- miró a Kasumi y añadió con crueldad- no fuiste lo bastante valiente para detener al doctor Tofu y aun te arrepiente, eres una amargada- a Kasumi se le escaparon las lagrimas, pero Akane no sintió compasión de ella. Se giró a Nabiki, que seguía ahogándose- y tú… no has conseguido lo que querías, Kuno te dejó por una ricachona, que era más guapa que tú. Trabajas en una panadería, así jamás serás rica- soltó a Nabiki, que cayó al suelo, respirando con dificultar- me obligasteis a estar con Ranma… y desde ese momento, junto con nuestro padre os habéis metido por medio, pues eso se ha acabado. Ya no acepto vuestras opiniones, y si os volváis a meter en mi camino nadie os salvará de mi ira.
La chica salió de la cocina hecha una furia, dejando a sus hermanas asustadas. Últimamente Akane siempre estaba furiosa, nadie podía controlada, ni siquiera su esposo, eso iba a acabar mal.
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Ranma se despertó, se giró y vio a su esposa. Esa mujer era bella, tenía buenas porciones en su cuerpo. Sería el sueño húmedo de muchos, pero él no sentía nada por ella. Ni siquiera la quería para pasar una noche de sexo. Sólo por pensar en eso le causaba escalofríos. Miró al despertador, faltaban minutos para que sonase. Lo cogió y lo desconectó, y se volvió para dormirse de nuevo. Eso enfadaría a su esposa. Le dio igual, era lo que quería, enfadar a su esposa.
Cuando se despertó, su esposa se estaba vistiendo. Se hizo el dormido, no le prestó atención. No tenía ni ganas de verla desnuda.
Cuando la mujer salió de la habitación, él siguió fingiendo que dormía. Desde la habitación oyó a su esposa pelearse con alguien en la cocina. Cuando acabó la discusión, oyó como su mujer se iba. Todo salió como planeó, esa mala mujer debería hacerse cargo del negocio, por qué el no estaba interesado en hacerlo.
Se vistió y bajó a asearse. Allí recibió una bronca, aunque su esposa no estaba, siempre había alguien que la apoyaba. Se enfureció, cada día era más insoportable vivir en ese dojo.
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El marido de Akane había acabado con las clases y se secaba el sudor con una toalla. Vio a su esposa entrar, estaba luminosa, como siempre. Para él era un ángel, la mujer más bella del universo y era suya. La chica lo volvía loco, ella estaba loco por él, se sabía correspondido. Aunque a veces ella aún tenía esos arranques de genio, aunque cada vez eran menos frecuentes, pero mucho más fuertes.
La chica se le acercó.
-Akane cada vez está más guapa- y la intentó abrazar, ella lo esquivó, el hombre no notó que ella estaba furiosa, hasta que ella le gritó.
- ¡De nuevo te emborrachaste! ¡De nuevo te has dormido y he tenido que dar las clases por ti! – lo sermoneó Akane furiosa. - no he podido acudir a mi trabajo por tu culpa.
El chico la miró y se intentó defender.
-Tú padre me ofreció beber y…- dijo el chico.
- ¡Fuiste tú quien sacó las bebidas! ¡fumasteis en el salón! Os lo prohibí- contestó furiosa la chica. - no me hacéis caso.
- ¿Qué quieres que haga? No me haces caso. Nunca hemos hecho el amor, llevamos casi un año casados y no te he visto desnuda. No me permites tocarte. Me rehúyes.
La chica lo miró con asco, ese hombre sólo pensaba con la entrepierna.
-La noche de boda me intentaste violar- dijo la chica- estaba cansada y quería dormir- la chica jamás olvidada ese momento, tuvo que parar a su esposo con un mazo- te dije que no me tocase jamás, o piensas que soy como Shampoo. No soy como esa, ni ninguna de la chica con las que has tonteado.
El hombre la miró furioso.
-Siempre fuiste la única, las demás nunca me importaron. Eres mía. Otros intentaron apartártele de mí, pero no lo consiguieron.
Akane lo miró con rabia y lo señaló con un dedo.
-No soy una propiedad. Y esos otros fueron más hombres que tú, - lo miró con ironía y con mucho sarcasmo dijo- sabes que no fui virgen a nuestra boda, otro consiguió el tesoro que tú anhelabas.
El joven se enfureció y se abalanzó sobre ella, pero entre la borrachera del día anterior y que el joven había perdido facultades, fue esquivado por la joven. El hombre se revolvió y la atrapó y ella para soltarse le dio un rodillazo en las partes nobles de chico. Este cayó al suelo y aulló del dolor, Akane lo miró con desprecio.
-Siempre has aladeado de ser el mejor, y jamás lo conseguiste- la chica se agachó y lo miró con desagrado- esta noche, a partir de esta noche dormirás en la habitación de huéspedes, sé que a mi familia no le gustará, pero no quiero dormir al lado de un borracho violador. No quiero verte cerca de mí, y no me digas que tienes ciertos derechos sobre mí, nunca has tenido ningún derecho. -Y en un tono lleno de desprecio dijo- ¡NO TE SORPORTO! En cuanto pueda me divorcio de ti. Te lo tenía que haber pedido la noche de bodas
Y la chica furiosa salió del dojo.
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Ranma se dedicó toda la tarde en dar clases en el dojo. Cuando acabó se limpió la cara con una toalla, vio a su mujer entrar en el dojo. Cuando ella estaba cerca lo supo, iba a ver tormenta, y así fue. Discutieron por el negocio, según ella iba mal por su culpa, aunque él opinaba que era ella la culpable, aunque no se lo dijo. Ella le echó en cara que se emborrachaba. La pelea subió de nivel, hasta que ella le comunicó que no quería volver a dormir con él, ella le volvió a echar en cara que no se interesaba por el negocio. Su mujer le recordó que ella no era Shampoo. Él se enfureció. Ella le dijo que era despreciable, que ya no lo quería.
La mujer salió hecha una furia del dojo. Y Ranma vio como ella se iba. El chico escupió al suelo, ella le dijo que no fue virgen al matrimonio, que antes de él hubo otro. El chico ya sabía eso, y también sabia que lo seguía engañando con otro. Lo que no sabía ella que él tampoco fue virgen al matrimonio, que la engañó y la seguía engañando.
Ranma odiaba a su mujer, la odiaba con toda su alma, nunca la quiso, lo obligaron a casarse con ella, aunque él jamás la quiso. Tal vez alguna vez sintió amistad por ella, pero eso ya era agua pasada. Ahora sólo sentía odio por esa mujer. Tarde o temprano se desharía de ella. Esa mujer le había jodido su futuro.
Antes de casarse, se había hecho un nombre en las artes marciales, había ganado varios torneos, y todo parecía que sería el campeón del país y por culpa de esa mujer tuvo que renunciar a ese brillante futuro y llevar un dojo de mala muerte, pero algún día se vengaría y su esposa saborearía todo el daño que le provocó. Hacía casi un año que fue obligado a ser el esposo de esa mala mujer, no dejaría pasar medio año antes de acabar con ella, desde ese día ya dormirían en habitaciones separadas. Él empezaba a recuperar su libertad.