La oscuridad envolvía el huerto como una manta. Su ansiedad aumentaba. Estaba segura de que se había perdido. A dondequiera que mirase, veía oscuras siluetas de manzanos. Pasaba los dedos por su cabello una y otra vez, como si eso fuera a mantener la ansiedad a raya. Todos los árboles, todos los senderos que se cruzaban parecían tan iguales que no podía rastrear su propia dirección. En el límite del huerto había altos robles. Los rayos de la luna se filtraban sobre el suelo a través de pequeñas brechas de los doselados. Se sentía atrapada en un laberinto. Salir de allí era imposible porque había recorrido un largo camino. Cerró los puños mientras sus labios temblaban.