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El candelabro fue abandonado en algún lugar. Tania se abalanzó sobre Eltanin y él la atrapó en sus brazos, levantándola, su daga cayendo al suelo con un tintineo. Ella rodeó su cuello con los brazos con fuerza y lo cubrió de besos tan feroz y urgentemente como él la besaba a ella. Ambos estaban sin aliento y, sin embargo, no podían dejar de besarse. La pasión entre los compañeros era locura. El lazo de compañeros habría estallado después de que se aparearan, pero incluso antes de eso era embriagador, interminable y fuerte.
—Te extrañé —respiró él entre los besos—. Fue difícil —apartó sus labios—. Fue difícil respirar.
Ella sollozó mientras le dejaba abrir su boca y él rozaba sus colmillos en sus labios. La sostenía con fuerza contra su cuerpo con un brazo alrededor de su cintura superior y otro bloqueando sus caderas contra él. Su erección se disparó instantáneamente y se posó como hierro forjado contra su vientre.