Morava no sabía qué la había impactado más. La presencia de Tania en la cama de Eltanin, el hecho de que hubiera escapado a pesar de la estricta seguridad, o que prácticamente le hubiera robado su lugar de todas las maneras posibles.
Durante mucho tiempo, se quedó en silencio, sin palabras y casi temblando. Había tejido mentiras perfectas sobre ella al rey Draka y estaba segura de que Eltanin al menos comenzaría a despreciar a la esclava por la que había venido a atacar a Pegasii. Pero lo que estaba sucediendo frente a sus ojos era increíble. No estaba preparada para esta sorpresa.
Tania se levantó un poco y se presionó contra el rey. Eltanin siseó cuando los pezones de ella rozaron su espalda y sus ojos se entornaron somnolientos.
—¿Podrías detallar los tratos que he hecho contigo? ¿Formaste parte de esas discusiones? —preguntó Tania. Estaba harta de esta astuta mujer. Era hora de domarla.