No hubo palabras, solo una larga mirada estacionada en los ojos de su contraparte, decidiendo el momento adecuado para atacar. El general apretó la empuñadura de ambas de sus armas, preparado para la inminente pelea. Orion tronó la boca, lamiendo el interior de su labio inferior.
Fue Lucian, el valiente que ejecutó el primer ataque, uno que fue desviado a un lado, con la posibilidad de continuar el ataque con su daga, pero que, por la rápida reacción de su adversario le fue imposible. Se deshizo del valiente con un golpe fuerte de hombro, lanzándolo dos pasos hacia atrás, mientras recuperaba una postura ofensiva. Ambos bailaron como en un recital preparado para el festejo en algún palacio real, sublime y fluido, y aunque se notaba la diferencia de experiencia entre uno y otro, el general logró sopesarlo con su fuerza superior.
--Sorprendente. --Dijo con sinceridad el soberano de Tanyer.
Lucian no se dejó influenciar por el halago, continuando con sus espectaculares movimientos de espada y daga, mismos que fueron bloqueados con suma perfección por el hombre de armadura negra.
Nadie se acercó, los soldados de ambos bandos prefirieron mantenerse alejados, conscientes del peligro que experimentarían si uno de esos dos terribles hombres los tomaba como su objetivo, aunque eso no impidió observar el curso de la batalla.
Lucian cayó al suelo, despedido por un golpe en su plexo que su armadura amortiguó casi por completo, teniendo que reaccionar casi de inmediato para evitar la estela rojiza que advertía con cortar su torso. El pasto se incineró al instante, dejando una larga línea dibujada en la tierra. Ambas espadas destellaron del mismo color que la estela, iluminando los alrededores y volviendo la apariencia del hombre de la armadura negra aún más imponente y tiránica. Lucian esquivó, una, dos, tres, cuatro veces, pero en la quinta le fue imposible, debiendo ocupar su daga para defenderse. La hoja fue cortada de tajo, permitiendo el libre acceso a la hoja de la espada enemiga descansar sobre su hombro derecho, quemando y cortando su piel. Gimió, ahogando el grito que debió salir. Hizo uso de un hechizo guardado en su collar, logrando afectar con la ráfaga de aire el cuerpo de Orion, que fue expulsado a cinco metros de distancia.
--Mierda... --Maldijo, quitando la espada de su herida en un solo movimiento. Abrió otro frasquito, limitándose a beberlo sin muecas, ni escupitajos.
Sintió su herida cicatrizar, las gotas de sangre humedecer su camisa, el entumecimiento de su brazo por recuperarse de forma forzada, el dolor de su orgullo, este último siendo lo que más lo dañó. Activó el hechizo de su brazalete, enviando una fugaz luz roja a volar al cielo, con un destino ya establecido.
Arrojó su espada al suelo al notar el daño en la hoja, entendiendo que la culpa pertenecía a su habilidad [Corte solar], no teniendo más remedio que hacer aparecer una espada larga al segundo siguiente, traída de su inventario, de hoja plateada, doble filo y una hilera de dientes arriba de la guarnición. Su mejor espada, la obra maestra que su habilidad [Fabricante] había tenido la gracia de crear. La empuñó como un experto, haciéndola cortar el aire para imbuir el miedo en el general, estrategia que no funcionó.
--Digno y valeroso... --Dijo Orion con un tono solemne, tanteando la atmósfera.
--... solo así serás poseedor de la gracia los Sagrados --Interrumpió Lucian, concluyendo el verso--. Porque benditos son los guerreros que luchan por la libertad de su hermano, por la voluntad de mejorarse, por el sacrificio mayor...
Sintió una sobrecarga de poder envolver todo su interior, llenándolo de fuerza y vitalidad. Aquellas palabras escritas por algún escritor de lo antiguo las sintió tan propias y cercanas como si hubieran sido escritas solo para él. Dejó salir una lágrima de su ojo, con un trasfondo que solo él conocía. Levantó la espada para bloquear el destructor y repentino ataque de Orion, provocándole dolor en las muñecas. Esquivó y volvió a esquivar, parecía que la espada larga era pesada, pero no para el soberano de Tanyer, quién la manejaba como si estuviera cargando una pluma.
[Pasos veloces]
Orion bloqueó los cortes simultáneos, resultándole complicado mantener la secuencia, pero sin flaquear en el cometido, o al menos eso pareció. El último corte dibujó un arco horizontal, dejando una raya a la hermosa armadura negra que no logró perforar por su alta resistencia. Desvió el próximo ataque, haciendo uso de su cuerpo para quitarse de enfrente al general. Eludió el puñetazo, el corte cercano a sus piernas, la estocada a su pecho, podía apreciar como los movimientos de su contraparte se hacían cada vez más bestiales y aleatorios, forzándole a retroceder.
[Espadas danzantes]
Las dos armas invocadas perforaron las piernas de Lucian, provocando su casi caída. Rugió con un grito roto, bestial y cargado de intención hostil. Empuñó con ambas manos la espada bastarda, con las llamas de la voluntad destellando de sus ojos. Orion le miró con detenimiento, desviándole el arma y quitándosela de las manos, al tiempo que le asestaba un poderoso codazo en el rostro, que provocó la caída de su casco dorado. Orion invocó otro par de espadas que perforaron sus rodillas, forzándole a caer sobre ellas con extremo dolor.
*Argh...
Apuntó su espada al pecho de Lucian, amenazando con clavarla si hacia el más mínimo movimiento. Nunca había dudado en matar, no era su estilo, no obstante, las repentinas notificaciones de la interfaz lo detuvieron de perforarle el pecho.
*Has vencido al general enemigo frente a sus subordinados: La moral decae hasta 0*
*Has vencido a un Héroe Renacido*
*Por haber vencido, tienes un incremento de 10% a la probabilidad de reclutar un héroe*
*Has cumplido los requisitos para reclutar al héroe: Lucian <El Invicto> Lettman*
*¿Deseas reclutarlo?*
Calmó su respiración, sonriendo de placer.
--Reconozco que has peleado con valor, Lucian, y por ello estoy decidido a perdonar tu vida. Siempre y cuando me jures lealtad.
El cuarto general alzó la mirada al cielo, las lágrimas recorrieron sus pómulos dañados, la sangre en su nariz y sus labios reventados, pero, ni la más cruda herida cambió su alegre expresión, como si el dolor experimentado no fuera nada.
*Padre, lo hice, la gran serpiente me reconoció...
--Solo tengo un deseo, déjame descansar con mi espada.
*El intento de reclutar al héroe: Lucian <El Invicto> Lettman, ha fallado*
Suspiró, decepcionado, pero no lo suficiente para influir en su humor.
--Me divirtió pelear contigo. --Dijo con honestidad.
[Corte solar]
Perforó el pecho de Lucian, atravesándole hasta que la hoja roja-amarillenta se hizo visible en su espalda. Y así, con el canto de las Yergas, el alma de Lucian fue enviada al paraíso de los humanos.
Extrajo su espada en un movimiento, manteniendo la decoración de la sangre quemada en ella.
[Grito de guerra]
--¡De rodillas! --Lanzó su mirada a todos los presentes, sabiendo que ellos habían observado la batalla-- ¡De rodillas! --Repitió. Tragó saliva, no sabía porque, pero la sensación de amenaza en su cuerpo incrementó hasta el límite.
Los más de quinientos sobrevivientes lanzaron sus armas al suelo, obedeciendo la orden dada por el autoritario sujeto. Ya no tenían las fuerzas ni la motivación para continuar luchando, habían experimentado el verdadero terror, y aunque eran conscientes de su ventaja numérica, también entendían que aquello no había servido de nada contra tales monstruos.
El cuerno sonó, despertando a Orion de su inútil búsqueda del enemigo invisible. Volteó hacia su fortaleza, deseando conocer la razón detrás de la orden de: regreso. Sus bellos se erizaron, un escalofrío recorrió su espalda, el pecho comenzó a dolerle, algo se acercaba, podía sentirlo, no obstante, no sabía de dónde, giró el cuerpo, decidido por encontrar al hostil. Respiró profundo, aire que se vació de su pecho cuando una silueta protegida por las sombras impactó en su pecho, enviándole a besar el suelo a decenas de pasos de distancia.