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61.67% El diario de un Tirano / Chapter 103: El aleteo de la mariposa

章 103: El aleteo de la mariposa

Con el disfraz de la indiferencia paseaba su mirada por los alrededores, atenta por los cambios en la pantalla de humo que el ritual mágico había creado.

--¿Ganarán? --Preguntó la dama a su lado, inmersa en las pequeñas siluetas que se movían dentro del humo.

--Por supuesto. --Respondió, sin el menor indicio de duda.

Sujetó la copa de oro con dos de sus dedos, bebiendo el líquido de un modo experto, sin manchar sus labios, ni derramar una gota.

--¿Murió? --Apretó el pañuelo rojo en sus manos, mientras temblaba por el brutal asesinato que se estaba llevando a cabo tras el humo.

No respondió, no podía, ella misma no quería creer que una de sus compañeras de estudio de lo arcano hubiera muerto así de fácil, de una manera tan inverosímil. Confiaba que se levantaría, pero la larga espera le arrebató la esperanza.

Gala tomó el amuleto esférico de su collar, la mano le temblaba, el corazón le advertía con salir de su pecho, en su vida había visto a tanta gente morir, dudando si podía soportarlo.

--Le hemos ofrecido a Pendora nuestro sacrificio, no deshonres la promesa de sangre. --Le sujetó de ambas manos, forzándola a bajarlas.

Gala asintió, no quería herir el orgullo de los Dioses rezándole al Padre de Todo, era solo que acostumbraba a tomar su amuleto cuando la situación sobrepasaba lo normal, y mentiría si decía que ahora no estaba experimentando una situación así.

--Lo siento. --Dijo, inspirando profundo para calmarse.

Las flechas de fuego le brindaron mejor perspectiva de lo que estaba sucediendo. Tragó saliva al ver los proyectiles ilusorios, había tenido experiencia con magos en sus años de juventud, conocía hechizos similares, pero ninguno tan poderoso como el lanzado por la persona de armadura negra.

--Ese es...

--Sí. --Asintió, sin apartar la vista de la pantalla de humo.

Callaron, el ejército enemigo les arrebató el aliento, habían creído que se enfrentarían a salvajes en pieles, tal vez con armaduras de cuero y armas de mala calidad, pero la realidad superó con creces sus ilusiones, aquellos no eran salvajes, era un ejército adiestrado, imponente y con armaduras de tan buena calidad que aun con la oscuridad podían apreciar su valor.

--Sagrados míos. --Se cubrió los ojos, no quería seguir viendo tan terrible escena. Se colocó de pie, retirándose a la salida para derramar todo su almuerzo en un amarillento líquido. Tosió y volvió a vomitar, manchando sus valiosos zapatos de piel.

--Siéntate. --Le ordenó. Aunque ella misma estaba impresionada y aterrada por lo que sus ojos veían. Fueron brutales las estacas, pero la cúpula desintegró por completo el conocimiento que poseía sobre el funcionamiento de los hechizos de gran poder.

Gala obedeció, maldiciendo en el acto por presenciar tan horrible espectáculo.

--¡Por los Sagrados! ¿Qué son esas criaturas?

--Tirlos --Respondió, con la misma indiferencia de siempre--. Una raza que todos creíamos extinta --Explicó, más por tranquilizar su acelerado corazón que por iluminar a la dama--, una raza de monstruos que ya no debería existir. Los Dioses los erradicaron a todos... No entiendo cómo es posible. --Apretó el puño, deseando que alguien le aclarara todas sus dudas.

--Durca, mire, uno de esos monstruos se está enfrentando al señor Lucian --Dijo, nerviosa por la incertidumbre de la batalla-- ¿Ganará?, ¿verdad?

No respondió, no tenía la respuesta para tal pregunta, al menos no la que la joven dama quería escuchar, su conocimiento le dictaba que estaba condenado ¡Por los Dioses! Eran criaturas de leyenda, una raza que había enfrentado a los propios Sagrados en la guerra de las Tres Eras. Detuvo sus pensamientos un momento, no podía creer lo que observaba, su hijo, que, aunque no con claridad estaba sobreviviendo a la batalla, una hazaña que en tiempos antiguos se hubiera descrito como imposible.

--¡Gano! --Sonrió, aplaudiendo de emoción y limpiando sus lágrimas-- ¡Mata a esa cosa, Lucian! --Vitoreó.

Su sonrisa fue perdiendo brillo con cada segundo que pasaba, terminando por apretar sus puños y morder su labio inferior. Había sido sorpresiva la victoria contra la criatura antropomorfa, pero, por alguna extraña razón, esa negra silueta que se había detenido frente a Lucian le impregnaba a su corazón más sensación de peligro.

*Tu puedes, hijo mío.

Gala apretó el pañuelo con todas sus fuerzas, rezando en silencio por la victoria de aquel que le había sido prometido. Sonreía por momentos, jadeaba de sorpresa y sus ojos jugaban a abrirse cada vez que algo anormal sucedía. Tragaba saliva, ahogando sus gemidos por la escena cambiante. Era un combate veloz, apenas si podía seguir con sus ojos algunos movimientos, deseando en cada momento que se detenían que el hombre de armadura azabache cayera al suelo vencido.

--No... --Ahogó el grito, apretando los labios, la copa en sus dedos amenazó con caerse, con el líquido en su interior en un eterno vaivén.

Gala cerró los ojos, dudando si lograría abrirlos, lo hizo, solo para ver la honorable muerte del hombre que tanto le obsesionaba. Jadeó, gimoteando en silencio por el dolor en su pecho. Sus ojos se humedecieron, limpiando las lágrimas que comenzaron a caer, no comprendía cómo había sucedido, todo fue tan repentino que no le permitió reunir las fuerzas suficientes para el suceso. Observó de reojo a la señora Lettman, preparada para dar consuelo al corazón de una madre, sin embargo, se detuvo, pues la mirada gélida de la Durca le aterró más que el total de la batalla.

"¡Despiértalo!" --Envió la orden en el reciente hechizo activado, cargado con sus intensas emociones.

"Durca, reconsideré --Llegó al instante la respuesta, con un tono suplicante--, liberarlo aquí pondrá en riesgo a nuestra propia gente."

"¡Te he ordenado que lo despiertes! --Rugió encolerizada-- Yo lo guiaré si es necesario, pero cumple mi orden, Cosut."

"Muerte es lo que traeremos a este mundo si lo liberamos, Gran Señora, solo muerte."

"Es la última vez que te lo ordeno, Cosut. Despierta a Dur e ignora tu maldita moral al igual que lo hiciste con esos niños ¡Ahora, Cosut!... Ya perdí un hijo, no pienso perderla también a ella." --Su tono se desplomó en el vacío de la tristeza.

"Sí, señora." --Fue la última respuesta enviada.

El mago pulverizó con su mano una roca color ámbar, soplando el polvo transmutado a la invisible celda energética frente a él. Cinco diques blancos, decorados con símbolos antiguos y distribuidos alrededor de un cuerpo humanoide desaparecieron, al igual que las negras cadenas que ataban sus extremidades. El individuo abrió los ojos, gritando con todas sus fuerzas al cielo obstruido por un techo de piel mágica.

--Viejo, me has vuelto a enjaular --Sonrió, sus ojos no poseían nada más que locura, sediento por destruir y asesinar-- ¡Maldito, viejo! ¡Porquería de los despojos más asquerosos de los Laekas! --Se acercó en un paso, con la boca abierta rozando la delgada piel de su cuello-- ¡Me encerraste!...

--Eres libre, Dur. Ya nada te detiene. --Dijo con extremo pesar.

<El Niño> pareció darse cuenta aquello tan pronto como el mago lo pronunció, dejando escapar una larga y tétrica risa, que se expandió por los alrededores al momento de su desaparición.

--"La destrucción comienza con el cobarde"... que palabras tan ciertas... Soy un maldito cobarde. --Abrió la delgada cortina que lo separaba del mundo exterior, observando sin un cambio de expresión la veintena de siluetas inertes regadas por el suelo que hace poco habían servido como guardias y centinelas, todas ellas con la misma herida, un brutal arañazo en la yugular.

∆∆∆

Se colocó de pie, la pesadez en su pecho no lo había abandonado, y parecía que la sensación iba en aumento, acompañada de la debilidad y desconfianza.

--Fuerte, aunque no tanto. --Comenzó a reír, expulsando de su cuerpo la totalidad de su energía maligna, y cubriendo con la misma la poca luz de los alrededores, convirtiendo todo en nada más que tinieblas.

Los lamentos, quejidos y lamentos envolvieron la zona, sintiendo tan claro el sonido que cada presente podía asegurar que la cosa que los provocaba estaba a su lado.

--Eras tú --Levantó la espada larga del suelo--, la cosa que nos observaba en el campamento.


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章 104: Previsión a futuro

*JUAAAAAAARRR.

Fue tarde cuando reaccionó, no logrando bloquear las largas y filosas uñas de su oponente que descansaron con libertad en el centro de su pecho. Retrocedió en un instante, inspirando con suma dificultad, la pesadez de su cuerpo iba en aumento, defendiéndose con gran fervor de los incesantes ataques a su mente. Observó la gélida sonrisa de su oponente, acompañada de una mirada voraz y juguetona, declarando lo fácil que le resultaría matarlo. Claramente, le estaba permitiendo un momento de respiro, una acción que Orion le haría pagar con creces.

Apretó con fuerza la empuñadura, tratando de controlar la cólera que se estaba desatando desde el interior de su cuerpo. Intentó bloquear un súbito ataque con el plano de su espada, recibiendo un par de cortes ineficientes alrededor de su armadura, terminando con un fuerte puñetazo en su nariz que lo devolvió al suelo. Se preparó para colocarse de pie, pero la patada en su esternón fue más rápida, levantándolo del suelo por medio metro, y volviéndolo a arrojar con un poderoso golpe en su espalda. Probó la insípida tierra cubierta de sangre, rememorando su terrible vivencia en el laberinto, en específico con esos bastardos que se hacían llamar jefes de piso.

Escuchó un rugido cercano, que con prontitud se volvieron dos, cuatro, ocho, así hasta llegar a una cantidad de decenas. El primero en abalanzarse fue recibido con un certero y poderoso golpe de dedos, que atravesó su armadura y piel, llegando a un órgano vital que bombeaba sangre a todo su cuerpo. Lo arrancó, bañándose con la sangre de la alta criatura.

--¡¡Largo!! --Gritó Orion, enloquecido y con el orgullo destrozado, tal vez en el interior de su mente, donde habitaba la razón, ahora mismo se estaría dando de golpes contra el suelo, vociferando sobre que su mejor opción sería atacar con la compañía de todos los islos, sin embargo, por alguna razón, había decidido hacer lo opuesto, aunque eso conllevara el riesgo de su posible muerte.

No fue Orion quien tomó la decisión, fue la locura, su mente fragmentada del laberinto, la misma que le impidió rendirse incluso cuando tenía todo en contra, de retirarse cuando sus heridas eran mortales, de intentarlo una y otra vez, sabiendo el dolor que aquello le produciría. Ahora no era Orion, era el joven del laberinto, el feroz joven que no dudaría ni un instante en sacrificar su propio cuerpo si eso le concedía la victoria.

Mujina ordenó el retroceso con un bestial rugido, pero no abandonó a su señor, se mantuvo cerca, en espera por si debía intercambiar su vida por la de su soberano, por si debía tomar una decisión radical, por si debía hacer lo que debiese, se quedó, en alerta máxima.

∆∆∆

Los soldados vencidos continuaron arrodillados, ignorando que la cosa que combatía contra el hombre de la armadura negra era su aliado, pues muchos habían sucumbido ante la influencia de la energía maligna, agachando la cara, temblando de miedo y hasta prefiriendo un corte rápido en la yugular. La caballería del ejército de Orion continuó con el cerco, impidiendo que cualquier astuto escapara, o siquiera tuviera la idea de hacerlo, con la dificultad de tranquilizar en cada tanto a sus sementales igualmente influenciados por la energía maligna. Los soldados de Orion vacilaron, habían escuchado la orden de regreso, pero sabían que si se iban, los invasores podrían retomar su postura agresiva y atacarlos.

--El Barlok de Tanyer no lo ordenó --Dijo uno de los comandantes--, Las Espadas Hermanas se quedan aquí.

--Igual Los Sabuesos.

--¿Y si es algo importante? --Preguntó un soldado-- No podemos quedarnos, debemos de hacer algo, nuestras familias están ahí, maldición.

--Solo el Barlok se autorizó a sí mismo de dar órdenes con el cuerno, por lo que si alguien tuvo la audacia de ocuparlo, es porque algo malo ha ocurrido.

--Podemos permitirnos perder a cincuenta hombres de los sin escuadrón. --Dijo el comandante de Los Sabuesos, mientras analizaba la situación con mucha reserva, y rezaba por no equivocarse.

Los comandantes asintieron, pero nadie dio la orden, se sentían nerviosos, mucho más que cuando combatieron, algo externo los quería seducir, susurrando a sus ideas malintencionadas.

--¡Atención! --Gritó un soldado humano, con autoridad y buen porte, todo su cuerpo estaba cubierto de sangre, demostrando el mérito de la batalla-- ¡Yo, Barion de Luxto, me haré responsable de mis siguientes palabras! ¡Rompo filas y me dirijo devuelta a la fortaleza, por lo que necesito a treinta voluntarios que decidan acompañarme! ¡Repito, yo tomaré la responsabilidad de esta decisión!

Muchos dudaron, pero al ver el asentimiento de cabeza de sus comandantes, decidieron por obedecer a sus preocupaciones, rompiendo filas para acompañar al valeroso hombre, que probablemente estaría condenado a una muerte por traición.

∆∆∆

[Espadas danzantes]

Orion convocó cinco espadas ilusorias, que mantenía flotando en su espacio para hacer uso de ellas en el mejor momento. Dur absorbió nuevamente de los alrededores la totalidad de su poderosa energía, enfocándola en un solo lugar: al cuerpo de Orion.

Quiso gritar, desgarrarse con sus propias manos, arrancarse el cabello, perforarse una pierna, cualquier cosa para calmar el intenso dolor que experimentaba, pero no lo hizo, resistió la tentación, aunque su inestabilidad mental le impidió mantener el control de las cinco espadas flotantes, las cuales desaparecieron sin dejar rastro de su existencia.

--Arrodillate --Dijo al momento de aparecer frente al joven de armadura azabache--. Ja, ja, ja, ja, ja.

Golpeó su estómago al ver la retadora mirada de su adversario, sujetándolo del casco para forzarle a que lo viera a los ojos, esos hermosos ojos azules que congelarían al propio sol. Todo era un juego para él, pero la libertad de la que ahora gozaba lo estaba haciendo tan feliz que le había hecho cometer un grave error: el de no haber matado a Orion al instante.

Había sido un buen tiempo desde que lo había conseguido, tanto que hubo veces que si la interfaz no se lo recordaba ya lo hubiera olvidado. No dudó al ir a sus notificaciones, las mismas que había silenciado para evitar desconcentrarse, tocando una en específico: Punto de mejora. Fue rápida su decisión, al igual que los efectos que comenzaron a mostrarse en su cuerpo y pantalla.

*Punto de mejora: Potenciador de genes*

*La resistencia a la energía mágica ha aumentado en un 50%*

*La resistencia a los ataques de todos los elementos mágicos ha aumentado en un 50%*

*Tu afinidad con los elementos ha aumentado en un 50%*

*La velocidad de conjuración y encantamiento ha aumentado en un 100%*

*Has cumplido los requisitos de evolución de cuerpo especial ¿Aceptas evolucionar tu cuerpo especial?*

*SI/NO*

Accedió sin siquiera leer la pregunta.

*Tu cuerpo especial ha sufrido con éxito una metamorfosis*

*Tienes un incremento permanente del 100% en: velocidad, reacción, concentración, fuerza, poderío energético, recuperación, energía mágica, resistencia elemental, resistencia, resistencia a la energía mágica*

*Ahora puedes absorber la energía de tus alrededores*

*Has desbloqueado dos hechizos de rango: aleatorio*

[Aliento ígneo]

Las poderosas llamas exhaladas de su boca incineraron todo a su paso en una distancia cercana a los veinte metros, iluminando por completo la zona, pero sin rastro de su enemigo de nombre Dur. Atacó tan pronto como había sentido aminorar la influencia de la energía maligna en su cuerpo, sin siquiera esperarse a leer las cuantiosas notificaciones que se omitieron por si solas a una esquina de su campo de visión.

Alzó la mirada, en un punto en específico del cielo, ahora lo sentía, esa energía mágica de origen desconocido flotando en el aire. No sabía lo que era, ni como funcionaba, pero no le tomó ni un segundo decidir deshacerse de ella con la ayuda de su habilidad [Corte solar].

--Que te resistas solo lo hace más divertido.

Arremetió con un fuerte puñetazo a la altura de su hígado, que lo dobló si la posibilidad de defenderse. Sujetó de nueva cuenta su casco, pero la repentina intervención de una espada ilusoria al rasgar su túnica le forzó a retroceder, quedándose con el casco negro en su mano, mientras observaba la encolerizada expresión de su adversario.

--Parece bonito. --Se equipó el protector de cabeza, pero al notar la diferencia de tamaño lo desechó al suelo.

Se quedaron de pie, mirándose con las llamas iluminando sus rostros. Uno se mostraba con indiferencia, pero con una gran sonrisa pintada en su cara, mientras el otro temblaba de ira, con una mueca de depredador sanguinario.

[Grito de guerra]

*¡¡HIJO DE PUTA!!

*JUAAAAAAARRR.


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