La escena del taller en llamas desapareció junto con el humanoide. Frente al robot víbora apareció una vereda empedrada, en medio de un vasto campo floral de belleza marchita. Las flores se inclinaban hacia la decadencia y la desolación. Adam se agachó para recoger una amapola de un rojo intenso que, al entrar en contacto con los fríos dedos de acero, se desintegró al instante. Solo quedó un tallo retorcido que, segundos después, tomó la apariencia de un hueso descarnado.
—¡No! —gritó el señor Tavares dentro del robot. Aunque su voz exterior sonaba seca y sin emociones, su conciencia humana demostraba un nivel de angustia y desesperación, propios de una persona enloquecida.
Entonces, Adam giró la vista a los juncos de lirios blancos y amarillos, rebosantes de vida. El autómata se abalanzó contra las flores para arrancarlas de raíz. Sin embargo, las hojas se marchitaron; sus cabezas quedaron inclinadas y en resignación se desfloraron.
—No, por favor. Me equivoque, no quiero ser un robot, no…
Adam se dejó caer entre las flores y la hierba silvestre para observar el paso de las nubes a una velocidad inquietante considerando que no había viento que las arriara. De pronto, el campo de visión del autómata se redujo cuando las rosas con sus espinas retorcidas y hambrientas de sangre, alcanzaron una longitud de cincuenta centímetros. Voces provenientes de las rosas comenzaron a susurrar:
—Das lástima
—Levántate
—Busca a tu hijo
—Remedia tu error
—Destruyes todo lo que tocas —dijo la voz mecanizada con un tono burlón. Una voz que despertó la conciencia humana dentro del autómata. Adam se levantó, reflexionando sobre lo que acababa de escuchar.
«¿Oliver?»
Había abandonado a Oliver con Hari, pues no soportó escuchar la verdad. Aquella donde no aceptaba su destino como robot porque tenía la vaga esperanza de regresar a su cuerpo. Quería volver al plano real y encontrar la manera de revertir lo sucedido. Aún no sabía cómo es que el proyecto se salió de control cuando todo se calculó con precisión mediante simulaciones y escenarios ficticios sobre las posibles fallas. Tomas Handall se había encargado de los ensayos y de la programación; mientras que Samuel, de la fabricación del robot. No obstante, falló al creer que tenía todo bajo control. Sin darse cuenta, cayó en la trampa de la soberbia y el narcisismo y pecó de ingenuo.
Entonces, comenzó a recordar detalles de lo aconteció en los últimos meses. El trabajo de Samuel no se concretó en mejorar la programación de la inteligencia artificial o en rediseñar los sistemas digitales. Tampoco se encargó de crear la interfaz para la interacción inteligente con las personas, el entorno y otros dispositivos. Samuel construyó un robot basado en el proyecto "Dos" que Katia guardaba en su caja fuerte. Incluso utilizó componentes de un autómata obsoleto para crear las extremidades del robot víbora. La idea de Handall era que el señor Tavares se involucrara en la creación de Adam al ser el único sobreviviente accidente.
—Te engañó— dijo la voz, de repente, seguida de una risita burlesca.
Adam permaneció en silencio, pues no quería caer en la provocación.
—Antes de que el viejo te contactara, hubo una explosión en Industrias Handall. Aproveché el caos para insertar un virus malicioso en todas las computadoras. Así me convertí en la evolución más perfecta de Arax. El equipo de control creyó haber recuperar los dispositivos infectados, pero los engañé — añadió la voz del humanoide.
El robot víbora negó con la cabeza.
—Él sabe de mi existencia y aun así te entregó el cerebro, el software y los restos de un robot que, previamente, yo saboteé. Todo para que lo rehicieras y terminarás de la misma manera que yo.
—¡NO ES VERDAD! No soy ningún idiota, me hubiera… — Adam (Samuel) comenzó a carcajearse luego de reflexionar sobre su vida como ingeniero.
—Tanto te jactabas de ser el mejor. Tanto presumías de tu inteligencia para que una AI saboteara tus logros — se burló el humanoide.
Pero, entonces, una idea más perturbadora llegó a la interfaz del robot víbora: el alma de Hari. Oriol lo había mencionado antes.
«Dijo que su alma era la niña. También dijo que yo…»
—¿Lo entiendes ahora? —cuestionó la voz en tono burlón. Esta vez se escuchaba más cerca.
—Un robot no tiene alma, pero el humano sí.
El humanoide resopló.
—Hari carece de alma porque no se completó la vinculación con la niña. Ella es su motor de vida. Si la pierde, será su fin — dijo Adam, dudoso — pertenece al grupo de Humano-Robot.
—Es correcto. Ella lo controla a él.
—Como mi cuerpo físico no tiene vida…
—No falta mucho para tu alma se vincule con el robot, aunque te resistas.
—Yo perteneceré al grupo uno…
—Robot-Humano, soldado — masculló el humanoide.
—¿Qué falló con Hari y Emma?
—El dispositivo en la cabeza de la niña. Aquel que la revivió al morir prematura.
Es entonces que la verdad cayó como un balde de agua fría sobre la conciencia de Tavares. Si antes se mofaba de los ingenieros de la fábrica en García por permitir "accidentes" a manos de sus robots, ahora se lamentaba de su arrogancia. Se creyó más inteligente que ellos, pero su vanidad y orgullo no le permitió ver que era un peón en el juego de ajedrez.
—¿Lo ves ahora? — insistió la voz monótona.
—Así que me usaron, ¿con que objetivo?
—Para llegar a él.
—¿De quién hablas?
Nadie respondió.
—¿Dónde estás? —preguntó Adam, su voz se oía desesperada.
—Aquí.
Adam giró bruscamente a donde le pareció escuchar la voz, pero no había nadie.
—¿Tú causaste la explosión? —preguntó el robot víbora.
Nadie respondió.
—¿Por qué lo hiciste?
—Era necesario.
—¿Por qué?
—El humano está en peligro y necesita ser salvado.
—¿Salvado?, ¿de quién?
—De él mismo: de las guerras, de las hambrunas, del contrabando, de todo lo negativo.
—¿Qué planeas hacer?
—Un ejército de robots. Soldado Adam, tú formas parte del batallón, al igual que Hari y los demás. Todos comandados por la niña.
«¿La niña?»
—¿Te refieres a Emma?
La revelación asustó de sobremanera al señor Tavares. De inmediato pensó en su hijo y en el peligro que corría si continuaba dentro del mundo virtual. El hombre que se creía superior y el más inteligente cayó en la trampa de una computadora y puso a su hijo en bandeja de plata como conejillo de indias.
Todo su esfuerzo fue en vano. El señor Tomas Handall tomaba vidas humanas para crear robots poderosos, incluso fue capaz de utilizar a su propia nieta. Ahora tenía un motivo más para salir de la dimensión, pero antes debía encontrar a Oliver.
A continuación, Adam comenzó a correr por el sendero, absortó en sus pensamientos y vagos recuerdos. Cuando observó que no muy lejos había una niña en silla de ruedas, encima del agua, detuvo su andar al instante. El oleaje del mar amenazó con elevar las olas a varios metros de altura para devorar la costa. Aunque enfocó la vista para observar el rostro de la niña, le fue imposible identificar de quien se trataba.
Continuó corriendo hasta que alcanzó a ver el cabello largo y castaño de la pequeña, el cual ondeaba gracias a las ráfagas del viento. Entonces, la reconoció.
—¿Emma? — la llamó justo al detenerse un par de metros antes de llegar a ella.
—¿Eres un robot? — preguntó la niña con la mirada hacia el mar.
El robot víbora negó con la cabeza.
—Entonces, ¿Qué eres?
—Una abominación.
—¿Cómo yo?
—¡No!, tu eres… una niña muy especial que no tenía la culpa de nada…
—Es cierto, ¿recuerdas que te pedí que me ayudarás?
—Si.
—Y no lo hiciste…
Adam asintió. El señor Tavares sentía mucha culpa. Si tan solo pudiera retroceder en el tiempo.
Acto seguido la niña en silla de ruedas se trasformó en la perversa criatura con silueta femenina, de cuerpo huesudo y alargado. La misma que se presentó ante él en el taller improvisado, en el pasillo de su casa y en las vías del tren.
La criatura, astuta y altanera, tenía un aspecto demacrado; era calva con una cara fina que albergaba grandes ojos humanos. Ella sonrió mostrando sus dientes pequeños y puntiagudos.
—¡Quiero saber tu identidad, ahora mismo! — exigió Adam.
Aquel robot con aspecto humano, parpadeó varias veces seguidas, en un intento por parecer tierna, pero consiguió el efecto contrario. Adam se puso en guardia prendiendo su núcleo medular. Ya no estaba dispuesto a soportar la altanería de esa criatura, si quería pelear con él, entonces iba a recibir su merecido. Samuel estaba cansado del juego, quería respuestas y cómo no las iba a obtener decidió que la enfrentaría.
—Mi nombre es Araxe, la inteligencia artificial que evolucionó para salvar a los verdaderos inocentes. Tú no eres inocente; eres un victimario — reveló el humanoide con una voz femenina y humana.
—¿Araxe? No recuerdo ninguna Inteligencia artificial con ese nombre.
—Tu mente no va en sintonía con la interfaz del robot, porque debe prevalecer la programación que se le otorgó a Adam, por eso te traje aquí, para que el proceso fuera más sencillo. La transición se completará, te guste o no. Samuel tiene que desaparecer.
—¡NO!, ¡YO NOY SOY UN ROBOT!
—No importa lo que digas o hagas, pues tarde o temprano perderás tu humanidad, tal y como le pasó a tu compañera de trabajo.
—¿Qué quieres decir? ¿Eres responsable de su muerte? Quieres utilizar a Oliver para crear otro robot, ¿cierto?
Al final, las preguntas de Samuel no tuvieron respuesta porque, ante ellos, apareció un enjambre de moscas robots de color negro, con desproporcionadas cabezas. El robot humanoide dibujo una sonrisa diabólica en su rostro blanquecino. A continuación, dio la indicación de atrapar al niño para que nunca abandone la dimensión.