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A medida que se acercaba la hora de la cena, Damien solicitó que le llevaran la comida a su habitación, indicando que no cenaría con el resto de las personas. Aurora aceptó a regañadientes su desdichado destino, dándose cuenta de que mientras el Alfa estuviera en la mansión, siempre tendría que encontrarse con él, incluso cuando no quisiera.
Ahora lamentaba su promoción a su posición actual, encontrándola más problemática de lo que había anticipado.
—Entra —lo escuchó decir antes de entrar en su habitación. Habían pasado más de cinco años desde la última vez que estuvo en su habitación y le pareció más hermosa de lo que recordaba. Claro, solo había pasado una noche allí, así que no había tenido la oportunidad de apreciar su belleza.
Damien estaba de pie junto a la ventana, sosteniendo un expediente en sus manos. Solo vestía sus pantalones, con el torso desnudo.
—¿Qué está haciendo? —pensó, reprendiéndose inmediatamente por su reacción de pánico.