Alex y Dal se despertaron temprano en la mañana. Ambos habían descansado bien, a pesar de haberse quedado despiertos hasta la medianoche y de haber tenido sexo en medio del bosque. Y ambos estaban sumamente ansiosos por empezar el día. Con Dal esforzándose en prepararle el desayuno a Alex mientras él trabajaba en terminar el segundo piso de la cabaña de madera.
Para las nueve en punto de la mañana, Alex había terminado su tarea y salió de su cabaña, o de lo que eventualmente se convertiría en una, cubierto de sudor y suciedad. Dal miró al hombre como si simplemente fuera demasiado trabajo manejarlo. Antes de sacar el tazón de huevos revueltos que había preparado y comenzar a alimentar a Alex con la cuchara.
—¡Di Aaah! —Alex se sintió, por supuesto, un poco avergonzado de ser tratado como si fuera un simple niño. Pero, de todos modos, hizo lo que la chica le indicó y sacó la lengua mientras decía: