Alex estaba sentado en el borde de un helicóptero, con su rifle en mano, mientras se retorcía con el deseo de luchar. Debajo del helicóptero, un poco más atrás, había una serie de vehículos blindados improvisados y técnicos que los carteles usaban para librar la guerra entre ellos y contra el estado.
Pero a Alex no le importaba esto. Su objetivo era aterrizar en la barrera del complejo enemigo y derribar la puerta. Había un objetivo con este ataque: matar a todos, matar al líder del cartel del Golfo, matar a su familia, matar a sus lugartenientes, matar a sus soldados, diablos, incluso matar a su personal de cocina.
Este era un ataque que el Cartel del Golfo no esperaba, y los Zetas habían desplegado a todos los sicarios que pudieron encontrar para llevarlo a cabo. Sin mencionar a unos cuantos pobres extraños que secuestraron en la calle, drogados con metanfetamina, y les dieron un AK para que absorbieran las balas.