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26.5% VIGGO / Chapter 88: Remanentes de otra Era 1.86

Chapter 88: Remanentes de otra Era 1.86

Kiara transporto a todos a los grandes pastizales que rodeaban la ciudad amurallada de Orario. Diferente del clima que había en la región de Lesbos, donde el cielo estaba semi nublado y corría un viento fresco. Aquí el cielo estaba despejado y corría una agradable brisa primaveral meciendo los interminables pastizales. Por delante de todos, estaban las grandes murallas de Orario con más de veinte metros de alto con una forma circular.

Viggo sonrió al ver la ciudad que tanto extrañaba en su corazón. Al mismo tiempo, todas las chicas lo miraron y lo vieron tan feliz que se quedaron sin palabras. Los ojos de Viggo brillaban con un anhelo que solo se tiene por lo más preciado en la vida.

Kiara al lado de Viggo, dijo -en términos simples, tu solo estuviste fuera por dos años. Así que, para tu familia, tu solo deberías tener trece años-

Viggo asintió con una sonrisa tranquila mientras miraba las grandes murallas.

-El resto de ustedes deben decir que solo conocen a Viggo desde hace dos años- dijo Kiara mirando a Semiramis, Scheherezade, Sakura y Ana -sería bastante raro que le dijeran a su familia que lo conocen por más tiempo. Claro, sin considerar lo que ellos se preocuparían- Todas asintieron y Kiara miró en especial a Scheherezade y le dijo -aquí te puedes quitar esa túnica oscura, tus ropas no generaran ningún problema-

Scheherezade miró su túnica negra, después miró a Kiara y asintió -está bien- dijo y se quitó la túnica con la ayuda de Semiramis. Entonces quedaron a la vista los glamorosos atributos de Scheherezade: su piel oscura, su delgado cuello, sus enormes senos, su apretada cintura y su enorme trasero seguido por sus gruesos muslos.

Viggo miró encantado por tener está vista a plena luz del día. Por lo usual, él podía ver a Scheherezade de esta manera solo por las noches, cuando ambos se reunían para amarse.

Por su parte, Scheherezade se ruborizo al ser vista por Viggo de esa manera, pero sonrió por debajo de su velo.

-Bien, creo que todos estamos listos- dijo Kiara mirando al resto. Sakura y Ana llevaban hermosos vestidos blancos de una pieza con una cinta negra atada por debajo de sus senos y elegantes sandalias blancas. La única diferencia entre ambas eran el largó de su cabello. Mientras Sakura lo llevaba corto hasta los hombros, Ana lo llevaba largo y arreglado en una larga trenza que le llegaba hasta los tobillos. Por otro lado, Semiramis llevaba su usual quitón negro con bordes dorados. Al igual que Scheherezade, ella quería mostrarse tal cual es, delante de la familia de Viggo.

-Sí- respondieron todos al mismo tiempo.

Kiara asintió en respuesta, tomo la mano de Viggo y camino por delante dejando a las chicas congeladas por un momento. Todas ellas fruncieron el ceño, pero al ser incapaces de hacerle algo al demonio del sexo, solo avanzaron con miradas malhumoradas.

Por su parte, Viggo camino al lado de Kiara, mirando la siempre extensa fila que se formaba en la entrada de la ciudad. Por un lado, estaba la enorme fila de carruajes y carretones. Por otro lado, estaba la larga fila de cientos de personas esperando entrar a Orario.

Viggo de repente se detuvo y miró a Kiara. Sin embargo, como si ella pudiera leer su mente, ella llevo su dedo índice a la boca de Viggo y le dijo -no te preocupes, puedo solucionar eso-

Viggo asintió con una gran sonrisa, miró al resto de las chicas que venían detrás de ellos y miró hacia adelante para seguir avanzando. De esa manera, atravesaron el pastizal y llegaron a un camino adoquinado donde estaban detenidos los carruajes y carretones. Todos pasaron por delante de los caballos, pero muy diferente de como trataron a Viggo cuando él volvió la vez pasada con su ropa hecha de pieles de animales, ahora los cocheros saludaron levantando sus sombreros de copa.

Por otro lado, las chicas pasaron mirando las elaboradas formas de los carruajes, encontrando todo hermoso y novedoso. En la tierra de Grecia las carretas eran tiradas por bueyes y tenían ruedas de madera. Sin embargo, aquí los carruajes tenían ruedas que parecían estar hechas de oro y enormes caballos de un hermoso blanco como la nieve.

-Vamos, después les mostrare como se hacen y funcionan los carruajes- dijo Viggo

Semiramis asintió intercalando su mirada entre los carruajes y el camino. En su mente pensó "necesito uno de esos".

-Viggo- dijo Scheherezade llamando la atención de más de algún cochero o viajero dentro del propio carruaje por el sexy contoneo de sus caderas -¿Cuántos años tiene Orario?-

-No lo sé a ciencia cierta- respondió Viggo mientras avanzaba y veía por delante el final de la fila para las personas que andaban a pie -según dicen los libros, fue hecha hace más de mil años, cuando los dioses bajaron a la tierra. Sin embargo, según dice mi viejo, la ciudad ya existía para esa fecha-

-¿Cómo es el sistema de gobierno?-

-De dos coaliciones, uno son los civiles que presentan solicitudes a los dioses, pero los dioses siempre tienen la última palabra. Cada cierto tiempo los dioses tienen una asamblea en donde tratan todos esos temas y los civiles, junto a la Guild de Aventureros, se preocupan de que las leyes se cumplan. Por supuesto, las leyes para los humanos y dioses son totalmente diferentes-

-Mmm- respondió Scheherezade mirando las enormes murallas de la ciudad.

Una vez que llegaron al final de la fila, esperaron igual que el resto de las personas. Por supuesto, el grupo de Viggo llamo demasiado la atención. Muchos nobles y caballeros que venían en sus carruajes se bajaron para invitar a las chicas, pero estás declinaron. Algunos se pusieron pesados utilizando su estatus, pero Kiara, mitad para librarse de ellos, mitad para molestar a Viggo, dijo que la madre de Viggo era la diosa Hephaestus. De esa forma, los tipos se retiraron sin hacer más problemas. Sin embargo y al mismo tiempo, las chicas miraron a Viggo con molestia y resentimiento.

-Viggo tonto- dijo Sakura fruncido el ceño mientras Ana asentía con el mismo sentimiento de enojo.

-No les dije porque no quería preocuparlas- respondió Viggo con una sonrisa incomoda

Sin embargo, ni Ana ni Sakura le creyeron y miraron a otro lado mientras soltaban un bufido.

Viggo soltó un suspiro y pensó que lo mejor sería quedarse callado. Incluso si Semiramis no le decía nada o Scheherezade parecía ser la más comprensiva, ambas lo miraban como dolidas y molestas por no haber comunicado algo tan importante. Para ellas, que crecieron bajo el protocolo para tratar con reyes, reinas, emperadores y emperatrices, presentarse con las manos vacías delante de una diosa (Hephaestus) era una terrible falta de respeto. Incluso si ella iba a ser su suegra. Sin embargo, tampoco sacaban nada de preocuparse ¿Qué podía faltarle a una diosa influyente y poderosa en una ciudad de dioses? La diferencia de la cultura y las posibilidades saltaban a la vista. Incluso desde fuera de la ciudad, todo ya se veía hermoso, ostentoso y prometedor.

Una hora después llegó el turno del grupo de Viggo. Kiara, como otras veces, solo tuvo que esconder su mano por detrás de su espalda y después sacarla portando lo que necesitaba. Ella le presentó a la fiscalizadora los documentos y los dejaron pasar de inmediato.

Una vez que pasaron el control, ellos accedieron a una gran avenida de cuatro vías, con más de cuarenta metros de ancho mientras se extendía hasta una enorme torre en el centro de la ciudad.

Viggo apunto a la torre de roca blanca que parecía rascar el cielo y dijo -esa es la torre de Babel, grande ¿Verdad?-

Sakura y Ana solo pudieron asentir con una mirada perdida mirando la enorme construcción que se veía a kilómetros de distancia. Semiramis y Scheherezade también se maravillaron por el tipo de construcción, pero mantuvieron un mejor dominio de sí mismas.

Después de mirar lo suficiente, ellos avanzaron por la vereda de la derecha, mirando los locales comerciales, las casas y, sobre todo, a las personas de diferentes razas que existían en la ciudad. Ana y Sakura quedaron maravilladas por las razas iguales a perros y gatos, sobre todo por sus orejas y colas.

Ana iba levantar su mano para apuntar a una persona de la raza gato que tenía el cabello negro, orejas puntiagudas y una juguetona cola. Sin embargo, Viggo se adelantó, le tomo la mano y se la bajo. Él se acercó a ella y le susurro -no debes apuntar a las personas de otras razas, sé que te llama la atención; a mí también, pero no lo hagas-

Ana asintió y sus mejillas se ruborizaron de la vergüenza. Viggo le tomo el mentón y le dio un pequeño beso en la comisura de los labios -solo tenlo presente-. Ana asintió con una sonrisa.

Al mismo tiempo, Semiramis y Scheherezade, quedaron abrumadas por el tipo de tecnología que tenía la ciudad. Todo parecía tan increíble, desde el diseño de las farolas en las calles hasta la construcción y belleza de las casas. Las armaduras que llevaba la gente parecían estar hechas de una sola pieza de metal hermosamente templado mientras que las ropas que vestían las mujeres se veían exóticas y llenas de hermosos detalles.

-¡¿Viggo?!- dijo alguien.

Viggo miró a los alrededores y vio a un hombre de cabello azul y vestido con una túnica gris de confección simple. Como siempre, el dios Miach iba acompañado de una chica de los miembros de su familia y llevaba bolsas con medicinas.

-Tío, ha sido un largo tiempo- respondió Viggo con absoluta familiaridad, le tendió la mano mientras sonreía.

Por su parte, Miach sonrió, saco una de sus manos con la cual sujetaba la bolsa con medicinas y se la estrecho -así parece, creciste demasiado- dijo -hace tiempo que no te veo por la casa de tu padre. Me dijeron que andabas de viaje-

-Algo así, pero ya volví, mira, te presento a mis esposas- dijo Viggo con una gran sonrisa. Entonces él miró a las chicas, después volvió a mirar a Miach y las empezó a nombrar por lo cerca que estaban -ellas son Kiara, Semiramis, Scheherezade, Sakura y Ana- después miró a las chicas y les dijo -él es Miach, dios de la medicina y gran amigo de mi padre. Ellos se conocen desde hace muchos años y por eso lo llamo tío-

-Mucho gusto, Miach, soy Kiara- dijo Kiara con total naturalidad, muy diferente de las chicas que se quedaron en shock por conocer de repente a un dios y que este a su vez, no tuviera mucho la apariencia de un poderoso dios. Más parecía un joven guapo que hacía los recados para alguien más.

-Mucho gusto, Kiara, soy Miach- respondió Miach, después miró a Viggo con una sonrisa, pensando que la manzana no cae muy lejos del árbol.

Viggo vio a las chicas congeladas sin responder e hizo una sonrisa incomoda -tío, no te lo tomes a mal- dijo -ellas son nuevas en Orario y están algo sorprendidas-

-No te preocupes, no es primera vez que veo a un extranjero que se queda sorprendido. Bueno, yo tengo cosas que hacer, cuídense- dijo Miach con una sonrisa amable. Después él miró a Viggo y le dijo -dile a tu padre que pasaré por su casa el fin de semana-

-Está bien, le diré a mi viejo-

Entonces Miach movió su mano a forma de despedida mientras su acompañante, una muchacha de cabello castaño, inclinaba la cabeza a modo de despedida.

Viggo soltó un suspiro y les dijo a las chicas -será mejor que se empiecen a acostumbrar a cuando les diga que están enfrente de un dios. Hay más de cien en toda la ciudad-

-¡¿Ah?!- gritaron las cuatro al mismo tiempo sin poder creer lo que estaban escuchando. Viggo solo sonrió, camino hasta Sakura y Ana y les tomo las manos. Entonces él comenzó a caminar y les dijo -vamos, mi casa está cerca-

De esa manera, Viggo hizo el mismo camino que había hecho desde pequeño. Avanzando por la avenida principal hasta la mitad antes de llegar a la Torre de Babel, cruzó a la vereda de la izquierda esquivando algunos carruajes y caballos y siguió avanzando por la vereda hasta llegar a una esquina y doblar a la izquierda. La calle seguía teniendo su doble vía con el suelo adoquinado y llegaba hasta la muralla Oeste. Al mismo tiempo, mucho más allá, se elevaban en el cielo varias decenas de nubes tubulares, provenientes del distrito herrero.

Ellos avanzaron con dirección a la muralla Oeste y después cruzaron a la vereda del frente. Pasaron por al lado de una tienda de armas con una enorme vitrina de vidrio. El lugar estaba atestado de aventureros, así que Viggo prefirió saludar más tarde a su tía Isabel y Mikoto. El grupo siguió avanzando hasta la siguiente casa y dar con una enorme pandereta.

Viggo se detuvo delante de la puerta de fierro pintada de blanco, miró a través de los fierros y vio una enorme casa de dos pisos, con murallas pintadas de blanco y un techo de doble pendiente -aquí es- dijo con una voz cargada de anhelo. Las chicas quedaron un tanto impresionadas por el lugar. Era bonito, sí, pero ellas se imaginaban que el dios al que temen los dioses viviría en un lugar como la gran torre de Babel, no en una simple casa de dos pisos.


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