Viggo y Kiara aparecieron en la cima de la torre de Babel mientras el sol se escondía en el horizonte dejando un rastro de luz rojiza.
Viggo iba vestido con la armadura real. La superficie cristalina de color turquesa reflejaba los últimos rayos del sol. Viggo llevaba el cabello rojo suelto y largo hasta los hombros. Gracias al fuerte viento que corría en lo alto de la torre su cabello ondeaba.
Por otro lado, el primordial, Kiara, iba vestida con el hábito negro de monja y un velo que cubría su cabello dejando ver su rostro hermoso. Su hábito se abrió por el tajo que bajaba desde la cadera hasta la parte baja. Su pierna bien contorneada quedó expuesta. Ella camino hasta Viggo, le tomo la mano y se quedó en silencio mirando el horizonte.
Viggo con sus dos metros de altura, un cuerpo robusto por el entrenamiento y la armadura se veía como un gigante mientras Kiara con un poco más de un metro con setenta y un cuerpo esbelto, se veía delicada.
Ante ellos se extendía la ciudad de Orario. A la derecha estaba el distrito herrero, en el centro la avenida que cortaba la ciudad a la mitad y los llevaba desde la torre hasta la puerta sur de la ciudad amurallada. Del lado izquierdo estaban las casas, pero a medida que avanzaban al este, perdían belleza, altura y dejaban una región descuidada. Era la región de Dedalus. De aquella región lo único que destacaba eran sus enrevesadas calles como un laberinto y la gran zona de entretenimiento en el centro. Donde una pequeña diosa llamado Ishtar había creado su reino del placer en tres torres de gran tamaño. Alrededor del distrito de entretenimiento solo había pequeñas casas hechas de madera y mal cuidadas. Era el área principal donde rondaban los maleantes y se llevaban a cabo la mayor parte de los negocios ilegales. Viggo había combatido aquella zona en su niñez y casi lo matan. Ahí había conocido la derrota, la dolorosa realidad de la gente sin disciplina y determinación. Fue un punto de inflexión en su vida que lo llevo a ser disciplinado y educado de forma diferente. Ahora que es adulto y está a punto de convertirse en dios, le agradece a su padre, madre y abuelo haberlo llevado a entrenar a otra tierra. Sin esa valiosa experiencia de vida, él jamás hubiera llegado a este punto de su vida. Jamás hubiera conocido a Kratos, Faye, Atreus, Kiara, Sakura, Ana, Semiramis, Scheherezade y tantas otras personas.
Viggo levantó su mano izquierda recubierta por el guantelete de color turquesa con los bordes dorados. Abrió y cerró su mano. Sin todas esas experiencias, él nunca hubiera sabido lo fuerte que podía llegar a ser.
—¿Estás listo?— preguntó Kiara
Viggo miró a su derecha, tuvo que agachar su mirada para poder mirar a Kiara a la cara. Ella iba vestida con el hábito negro y el velo sobre su cabeza —sí, estoy listo ¿Te puedo pedir algo?—
Kiara mostro una pequeña sonrisa y asintió.
—Puedes utilizar la ropa que ocupabas cuando nos conocimos la primera vez—
Kiara soltó una risita melodiosa. Ella soltó la mano de Viggo, dio un paso atrás y cerró sus parpados mientras su ropa brillaba de color fucsia. La energía se fue levantando de su cuerpo como si fueran pétalos de cerezo que eran arrastrados por el viento. Su cabello oscuro quedó a la vista y aparecieron tres puntos rojos en su frente. Al mismo tiempo, el resto de la luz fucsia se fue volando como pétalos de cerezos arrastrados por el viento. Su glamoroso cuerpo quedó expuesto con una fina capa de ropa que apenas le cubría los senos y el trasero. La ropa se abría a la altura del estómago y dejaba ver su abdomen. Bajo la ropa blanca ocupaba ropa interior de color fucsia con encajes exponiendo más piel. Sobre la cabeza de Kiara aparecieron dos largos cuernos de color fucsia y manchas negras con un velo sobre su cabeza
Viggo admiro el cuerpo de Kiara de los pies a la cabeza. Con tan poca ropa se veía más delicada y hermosa que antes. Él sonrió recordando aquel primer encuentro, en el templo quemado de Apolo, a las afueras de la ciudad de Esparta. También estaban Sakura y Ana, ambas eran tan jóvenes como él.
Viggo quedó mirando a Kiara, acercó sus manos enguantadas y tomo las manos de Kiara —gracias, Kiara— dijo —por haber estado ahí conmigo. Mi vida ha sido grandiosa gracias a ti—
—Eres mi campeón, Viggo— dijo Kiara con una sonrisa amigable —por supuesto que haría todo lo posible para ayudarte. Tienes un alma maravillosa. Sígueme mostrando lo que puedes alcanzar, pero esta vez como un dios—
—Sí, haré mi mejor esfuerzo— dijo Viggo mientras la miraba a los ojos y sonreía. Después de un minuto, él le soltó las manos. Kiara entendió que él estaba preparado, dio un paso atrás, se desvaneció y volvió a aparecer a treinta metros de Viggo. Este último miró hacia Orario, después más allá de las murallas, donde empezaban los campos. Más allá, donde empezaba el bosque de Wishe hasta que las nubes aparecían frente a una montaña y le impedían ver el mar.
Viggo tomo una profunda respiración, se concentró en su alma y sacó la espada que le regalo su padre. Calibur apareció en sus manos, larga, perfecta, afilada, con un mango azul, un guardamano dorado y una hoja de doble filo. Ahora podía tomar la espada con facilidad, ya no era esa monstruosidad que le costaba utilizar cuando niño. Incluso ahora parecía que la empuñadura era perfecta para sus dos manos.
Viggo levantó calibur, la sostuvo frente a su rostro y cerró los ojos. Su padre dijo una vez que esta era la espada de un rey, un verdadero rey. Viggo podía ver a su padre sentado bajo el manzano, sonriendo, con la espada en sus manos para entregársela.
Viggo comenzó a canalizar poder divino asociado a la luz solar. Todo su cuerpo fue rodeado por una gruesa aura dorada. La energía fue canalizada a Calibur y los rayos dorados comenzaron a salir de la hoja. Golpearon la superficie rocosa de la torre de Babel, calentando la roca y destrozando la superficie. Segundo a segundo comenzaron a salir más rayos de energía dorada, la torre de Babel fue dañada en la superficie y se desprendieron algunas esquinas.
Los escombros cayeron y se precipitaron al suelo. Una vez que se estrellaron con los edificios y la calle, lo destrozaron todo con la fuerza que venían cayendo. Para tal efecto, Viggo había mandado que toda la gente en cien metros a la redonda de la torre fuera evacuada.
Al mismo tiempo que se juntaba la luz solar en la punta de la torre y se caía parte de la torre de Babel, la gente miraba desde el nivel de la calle. Ellos elevaban sus rostros al cielo, enfocados en la punta de la torre de Babel. Ellos veían el punto dorado sobre la torre esperando a ver lo que iba a pasar. Los otros días habían sido impresionantes. Un pilar de luz había atravesado el cielo, así que esperaban ver algo más increíble.
Viggo abrió los ojos viendo los últimos rayos del sol en el horizonte. Soltó un suspiro. Alrededor de Viggo el suelo estaba dañado, lleno de cráteres y con algunos bordes destruidos. Viggo canalizo más luz solar, la luz de calibur aumento y los rayos de luz solar fueron más gruesos y potentes. La cima de la torre de Babel se volvió roja y la roca solida se comenzó a fundir. Sin embargo, solo la armadura que poseía Viggo aguanto este nivel de potencia y se mantuvo hermosa e incorruptible. Mantenía su color turquesa, la superficie cristalina y los grabados dorados.
Viggo se hundió gracias a que la roca se estaba fundiendo y cayendo a los lados de la torre de Babel como si fuera lava. Viggo hizo un último esfuerzo, podía ver dentro de su cuerpo como la luz solar germinaba como si la semilla se quebrara y de su interior saliera un pequeño brote verde. Viggo soltó un grito de guerra, se forzó a generar más luz solar y desde el interior el brote fue creciendo, tomando una figura más robusta como si fuera una pequeña flor. Entonces el tallo se volvió café y aparecieron nuevas ramas, hojas de color verde. El arbolito comenzó a crecer hasta aplastar el cascaron de la semilla y creció robusto y fuerte. Entonces las ramas engrosaron, se llenaron de hojas y el primer fruto nació similar a una manzana de Idun; verde y hermoso con un brillo dorado.
Viggo soltó un gran grito y descargo la luz solar que había canalizado a calibur. Se formo un enorme pilar dorado que rodeo a Viggo y fue tan grueso como la misma torre de Babel. La luz solar atravesó el cielo y fue visible desde todas las esquinas del continente.
Al mismo tiempo, la cima de la torre de Babel fue quemada y se comenzó a derretir perdiendo un metro de altura por segundo. Viggo estuvo un minuto lanzando luz solar al cielo hasta que se acabó su poder divino.
Viggo soltó un largo jadeo, al borde de la inconciencia, pero una sonrisa increíble apareció en sus labios. Lo había logrado. El calor a su alrededor era insoportable, pero como pensó, la armadura fabricada por Ivaldi no se vio dañada.
Viggo trato de apoyar calibur en el suelo, pero al apoyar la punta de la hoja, se hundió. Entonces Viggo se dio cuenta que estaba de pie sobre lava. Se preguntó ¿Por qué no se había visto afectado? La luz solar no lo dañaría, de eso se trataba su divinidad, pero ¿Esto? Entonces Viggo se sintió revitalizado y un aura suave y fluida lo rodeo. Entonces él vio en su mente como la manzana de Idun en su árbol de divinidad caía en un estado maduro. Viggo pensó que lo estaba viendo y tendió su mano para atraparla, pero solo era la imagen en su mente. Este era el primer fruto.
Viggo cerró sus ojos y sintió el aura. Era una sensación poderosa como ninguna otra. Era su propio touki que había cambiado por la influencia de su divinidad. Viggo abrió los ojos, miró atrás buscando a Kiara. Ella estaba ahí, digna y hermosa, sin ser afectada por la potencia del nacimiento de una divinidad. Ella camino sobre la lava sin ser quemada o que sus escasas ropas blancas se vieran afectadas por la luz solar. Ella llegó delante de Viggo y levantó la mirada para que sus ojos coincidieran.
—Bien hecho, Viggo— dijo Kiara
—Gracias— respondió Viggo con una enorme sonrisa
—Ellos te están esperando— dijo Kiara
—Yo, este no es el fin ¿Verdad?— preguntó Viggo
—Eres mi campeón Viggo— respondió Kiara —te acompañare siempre, incluso después de la muerte. Una vez que exhales tu último aliento guiare tu alma al Origen, nunca te dejare—
—Gracias— dijo Viggo soltando un suspiro de alivio —saber que estarás ahí hace que todo lo que viene se vea menos amenazante—
Kiara vio a Viggo sonreír con dulzura e inocencia. Ella recordó al muchacho revoltoso que conoció hace tantos años y sonrió feliz. Por dentro, ella se preguntó si Viggo algún día la alcanzaría y se volvería un primordial.
Viggo se acercó, le dio un pequeño beso en los labios y la quedó mirando. Kiara sonrió, se quedaron mirando a los ojos hasta que asintieron en señal de un acuerdo. Viggo dio un paso atrás, se dio la vuelta y camino por la cima de la torre de Babel que en ese momento era muy parecido a una vela derritiéndose. Sus pies se hundían a cada paso por el peso de su cuerpo, pero cuando llego al borde de la torre de Babel, pudo ver que todavía estaba a una gran altura. Entonces Viggo saltó de la torre de Babel mientras era rodeado por el touki dorado. Pudo sentir el viento y el calor emanado de la torre de Babel. Vio como el suelo adoquinado se acercaba a gran velocidad, pero no temió.
Viggo cayó como un meteorito dorado y su choque con la tierra provoco un gran temblor. Él dejo un cráter de cinco metros de profundidad. Una vez que él se puso de pie, avanzó cuesta arriba hasta que alcanzó el nivel de la calle. Camino mientras miraba todos los escombros y lava que cayó de la torre de Babel. Avanzó envuelto en el aura dorada escuchando un gran bullicio en las calles cercanas incluso si le dijeron a la gente que se mantuviera a cien metros de distancia.
Viggo puso una gran sonrisa, emocionado de lo que había logrado y para su sorpresa, la primera persona que vio fue a su padre. El alto elfo de cabello blanco corría a toda velocidad a su encuentro. Viggo trato de sonreír, pero sus labios tiritaron y cuando su padre lo alcanzó y lo abrazo, él no pudo contener las lágrimas. Incluso si ya era un hombre adulto, padre de muchos niños, dios de la luz solar, se sintió frágil y pequeño en los brazos de su padre. Así que no pudo hacer otra cosa que abrazarlo y llorar.
Un minuto después, empezaron a llegar las primeras personas. Uno de ellos fue Ottar, alto, taciturno, de gran complexión, incluso un poco más alto que Viggo. Con el cabello negro y orejas de oso. Llegaba una polera ajustada acentuando su gran musculatura.
Kain le limpio el rostro a Viggo y este último sonrió porque se acordó de cuando era niño y su padre le limpiaba la cara cuando se ensuciaba comiendo. Kain se hizo a un lado y Viggo vio a Ottar, a su hermano que en su niñez lo lastimo tanto diciéndole que él nunca sería hijo de Kain. Viggo se congelo por un momento, pero Ottar no dudo y le dio un poderoso abrazo mientras lo felicitaba. Eso hizo sentir a Viggo más feliz que nunca en su vida. Al final, ellos eran hermanos, tanto para bien como para mal.
Después llegaron los carruajes con la familia de Viggo; su madre Hephaestus y sus esposas ;Semiraris, Scheherezade, Sakura, Ana y el resto con sus hijos.
Para ese entonces Viggo estaba más recompuesto y era todo sonrisas. Nadie excepto Kain y Ottar supieron como él rompió en llanto al haber logrado la divinidad y recordar todo el camino que recorrió hasta este momento.
Por otro lado, el resto solo podía ver a Viggo rodeado del aura dorada que los hacía sentir cálidos. No en el sentido de calor, si no en el sentido de protección y seguridad.
Viggo Dragonroad, se había convertido en el rey de los dioses. El primer humano en alcanzar la divinidad desde que los dioses bajaron a la tierra hace más de mil años.
Viggo miró a los aventureros y civiles que estaban más allá de su familia. Viggo se apartó de su familia y camino hasta donde estaban los civiles y aventureros. Incluso había un gran número de dioses entre la multitud.
La gente al ver a Viggo, digno en la hermosa armadura color turquesa y ser rodeado por el aura dorada, se sintieron sobrecogidos. Nada en este mundo se le comparaba al sentimiento que Viggo desprendía. Era la protección, la seguridad, la confianza y la paz. Era el dios de Orario, era el rey de los dioses.
Todos los civiles, aventureros y dioses se arrodillaron delante de Viggo. Este último podía contar las cabezas por miles hasta donde alcanzaba la vista. Todos ellos reconocían su divinidad, lo que hizo sentir a Viggo en paz y seguro de lo que haría de aquí en adelante. Nada lo detendría y se aseguraría de proteger a la humanidad.
— The End — Write a review