Nadie se atrevía a aventurarse solo, sabiendo que los aguardaba un destino sombrío, cazados por bestias desconocidas que acechaban en la oscuridad.
Dentro de la ciudad, la guardia imperial que estaba estacionada en la ciudad encontró un trágico final, y sus cuellos cortados en la noche por figuras espectrales que se desvanecían en las sombras.
Bajo el amparo de la oscuridad, figuras monstruosas y Ratlings recorrían silenciosamente los callejones, masacrando tanto a soldados como a civiles por igual.
Ocultos por una espesa niebla y la lluvia constante, los caminos una vez familiares que salían de la ciudad se transformaron en trampas mortales y zonas prohibidas donde la muerte estaba madura.
En la plaza principal de Frostholm y sus alrededores, criaturas infernales y hombres ratón rebeldes convergían, redondeando a los ciudadanos capturados.