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48.71% Sugardaddy: ego / Chapter 19: El hijo de un monstruo se convirtió en una bestia

Chapter 19: El hijo de un monstruo se convirtió en una bestia

La pelirroja se dio la vuelta y cruzó con rapidez la calle. Sus manos temblaban tanto que se le dificultó usar la llave, tuvo que hacer varias maniobras para abrir la puerta del auto.

Cuando Sonya se aseguró que ella estaba lo suficientemente dentro, se bajó a mi altura. Desde que la ví a los ojos no pude contenerme más, lloré desconsoladamente al sentir tanta humillación sin siquiera merecerlo.

—Ya estoy aquí— me abrazó y lloré en su hombro como una niña pequeña. Hubiera querido que esta situación finalizara pero esto era el comienzo de algo grande, algo totalmente desconocido para mi vida.

Y estaba aterrada porque por una parte estaba la persona que me amenazó por teléfono, que no era ella porque si de verdad hubiera sido ella no se aparecería en mi propiedad. La persona que estaba detrás del de la línea quería tener una especie de anonimato, quería infundir ese terror psicológico, asustarme y hacer que pierda la razón. Esta mujer estaba celosa, neurótica, poseída por una furia incontrolable que de igual forma era letal y me hacían temblar.

Cuiden sus espaldas.

Esa palabra se había quedado ahí en mi cabeza repitiéndose y la adrenalina invadió mi cuerpo, volviéndome presa de un estado de ansiedad y temor por lo que podía acontecer en el futuro.

Sonya me ayudó a levantar mi cuerpo el cual se había quedado sin fuerza, estaba tan profundamente perdida en mis pensamientos que no podía siquiera reaccionar a sus preguntas; mi mente estaba a punto de provocar que mi cuerpo colapsara.

—¡Alek!— llamó y sentí que sostenía mi rostro en busca de mis ojos, pero estos estaban fijamente mirando hacia un punto muerto. Comenzaba a disociar separando mi mente de esta realidad tan cruda, cruel y despiadada.

Pero por más que quise no pude, era un bombardeo de emociones abrumadoras

Escribió la contraseña y la puerta se desbloqueo, ya dentro de la casa me dejé caer lentamente en el suelo respirando forzado. La garganta se me cerró de una manera terrorífica; tanto así, que pensaba que moriría asfixiada.

—Alek, ¿qué te sucede?— cuestionó ella aterrada—. Respira lento.

Se bajó a mi altura.

Mis pulmones ardieron y mi corazón palpitó fuertemente, las lágrimas se desbordaron

y se derramaron, me sentía tan aterrada, tan vulnerable y tan humillada. Los acontecimientos pasados se reprodujeron en mi cabeza una y otra vez. Las piernas me temblaban y gemidos de ahogo se me quedaron estancados, aunque los que se desprendieron de mí eran pocos sonoros.

—Alek. ¿Puedes escucharme?— exclamó con preocupación —. ¡Alek!

Escuché el sonido de su voz lejos hasta que mi vista se tornó borrosa y todo a mi alrededor se fundió en una oscuridad, pero no fue una aterrada, sino una oscuridad de paz porque por fin pude darle fin a ese sentimiento de angustia, el cual me mantenía presa de miedo.

Abrí los ojos lentamente al ver esa luz blanca resplandeciente, deduje que me encontraba en un hospital. Mi cabeza dolía, era como un dolor punzante y sentía que en cualquier momento iba a estallar. Me llevé la mano a la cabeza mientras jadeaba de dolor y mis ojos nuevamente se cerraron.

—Alek. ¿Cómo te sientes?— pronunció Sonya —. ¿Estás bien?

— ¿Qué me pasó? — pregunté, desorientada.

—Te desmayaste, luego de un ataque de pánico. — respondió —. Tuve que llamar una ambulancia, me diste un gran susto.

Las imágenes de lo que ocurrió se reprodujeron en mi mente.

—Me duele mucho la cabeza Sonya. — respiré profundo y la exhalación salió sofocada —. Siento que me va a estallar.

—Voy a buscar al doctor, enseguida vuelvo.

No dejaba de pensar en esas imágenes, a mí, en el suelo, en shock. Ella me golpeó, me dio varías bofetadas. Nadie nunca me pegó en esta vida, esa fue la primera vez.

Recordé aquellos ojos azules los cuales para mal o para bien me tenían cautivada y negué, no podía empezar a gustarme ese hombre. No ahora.

Pero sí, me gustaba muchísimo y no podía buscar una razón, porque no la había. Lo único que podía entender es que me había convertido en una mujer masoquista o estaba demasiado lastimada, y estos sentimientos de atracción eran un mecanismo de defensa contra lo que estaba ocurriendo con mi vida.

—Alekxandra— alguien pronunció mi nombre, desvié toda mi atención a él, ni siquiera me di cuenta cuando entró. Sonya estaba a su lado y me miró con preocupación.

—Él es doctor Alek— dijo.

—¿Cómo se siente?

—Siento que la cabeza me va a estallar y tengo algo de náuseas.

—¿Le había dado antes estos ataques de pánico?

Negué con la cabeza.

—Puede que el dolor de cabeza sea debido a los episodios del estrés, el cual puede desencadenar un cuadro de ansiedad y su cuerpo puede verse afectado por síntomas físicos; como náuseas, debilidad, dolor de cabeza, vómitos y sentimientos de ahogo. Y esos síntomas pueden desencadenar ataques de pánico. Esto se debe a estar expuesto y pensar que uno puede estar en un peligro inminente, como por ejemplo la muerte— explicó. —Debe quedarse en reposo. Intente caminar, hacer ejercicio o escribir; la terapia psicológica puede ayudar un montón.

¿De qué me serviría la terapia psicológica o hacer eso, si el estrés de mi vida tenía nombre y apellido. Además de eso, su esposa me perseguía y estaba detrás de mi cabeza.

—Le daré un calmante para la migraña, todo estará bien.

—Gracias doctor.

—Cuando se termine el suero puede irse señorita y tome en cuenta mi sugerencia.

Asentí.

—La enfermera le va inyectar la medicina, si no me necesita más me retiro.

—Pensé que esa mujer te había inyectado algo. Pensé que te estaba dando un ataque al corazón... Me asusté muchísimo.

Tomé su mano.

—Estoy bien no te preocupes Sonya. Lo único que quiero es descansar. Me siento tan débil. Ya no quiero pensar más, solo quiero dormir.

—Descansa Alek.

Narra Emir.

Ayudé a Bahar a acostarse en la cama y a regañadientes fue que pudo aceptar. Estaba muy furiosa con Kemal por haberme dicho lo de su hijo que se estaba formando en su vientre.

—Emir, no tienes ningún derecho a querer decidir sobre mi bebé. Eles mi hijo y tú no le vas a dar el apellido. No va a crecer cerca de ti ni cerca de estas tradiciones arcaicas.

—Esto lo hago por Kemal. ¿Sabes? Él quiere protegerte de esos hombres— le aclaré —. El consejo de mi padre y los ancianos arcaicos de la familia. Si ellos descubren tu secreto son capaces de matarte a ti y al bebé, mucho antes de que nazca. Este bebé tiene que ser un Evliyaouglu, sino el pacto se destruye.

Esto no podía ser posible.

No sabía si ella era valiente, tan estúpida, o tan terca. Era increíble las cosas que pensaba. ¿Cómo era posible que ella se estaba empeñando en creer que podía salir ilesa de este problema, si escapaba con Kemal y el bebé. No tardarían ni veinticuatro horas en encontrar su paradero, porque dondequiera que fueran dejarían su rastro por todo el lugar.

—No, no lo haces por Kemal. Lo haces porque ya tu padre quiere un nieto y encontraste esta oportunidad para no tener hijos biológicos conmigo, porque ni siquiera te nace. — me dijo—. No pierdas el tiempo, Emir. ¿Crees que puedes tomar todo lo que está a tu alrededor y moldearlo a tu vida. ¿Quién crees que eres? ¿Quién crees que eres tú para decidir sobre cómo va a vivir mi hijo? Es mío, está dentro de mí, soy su madre. Y tú eres un maldito oportunista. Te aseguro que no crecerá cerca de ti, mi hijo y yo no necesitamos de tu oportunismo disfrazado de caridad.

—Cree lo que quieras Bahar, pero yo sé porqué lo hago—. repliqué— no puedo negar que también lo hago porque mi padre quiere un nieto, pero... Si mi padre no quisiera un nieto lo haría de igual forma, porque Kemal es mi mejor amigo.

Rió sin gracia.

—Si tu supieras — murmuró, con ironía.

Le dediqué una mirada inquisitiva.

—¿Qué?

—Nada. El tiempo te lo revelara. — una sonrisa maliciosa curvó sus labios—. No seré yo quien te diga, sería demasiado fácil y yo no quiero hacerte favores después de como te has comportado conmigo.

Resopló, estaba tan cansado de estas discusiones sin sentido, sin embargo no podía negar que esto era lo que yo había sembrado y esto era lo que estaba cosechando.

Yo debí parar esa farsa de matrimonio a su debido momento, pero estaba tan normalizado en mi familia casarse por negocios que no estaba viendo la gravedad del asunto, hasta que me tocó dormir en la cama al lado de una mujer que no me provocaba nada, porque siempre la vi como un miembro más de la familia. Ella era como la hermana que nunca tuve.

De verdad yo la quería mucho, pero empecé a cambiar con el tiempo cuando me volví un hombre. Mis intereses cambiaron y con ello, buscar a la mujer que verdaderamente me hiciera sentir vivo y que todavía era un líder, pero no un líder malintencionado, sino un líder bueno con esa mujer que me inspirara a protegerla aún si ella no lo necesitara.

Luego, creí que la había encontrado. Mi padre lo descubrió, ella me dijo que estaba embarazada y al poco tiempo supe que sí estaba embarazada pero que no era mío, y lo deduje cuando me enseñaron la prueba de ADN. Me dí cuenta que ella hizo todo eso porque quería casarse conmigo, pero ella sabía que yo tenía esposa y que no podía dejarla.

Mi padre metió sus narices y le dio una gran cantidad de dinero y ella se fue. Después que me engañó se fue.

—Escucha, no voy a seguir en esta discusión, el doctor te advirtió que no debes pasar por períodos de estrés. Si de verdad quieres tener a tu hijo, harás caso a las indicaciones que te dio el doctor. Acuéstate y descansa, Kemal va a llegar por la tarde y te hará compañía. Yo tengo que irme.

—Largate Emir, no me harás falta. Y dile a Kemal que no venga que tampoco lo necesito y que me deje en paz.

Hizo un leve puchero. Unas lágrimas que no pudo esconder cayeron sobre sus mejillas y sollozó.

—Demonios— maldijo—. Todo me sale mal, ni siquiera puedo proteger a mi bebé.

Posó la mano en su vientre y acarició ese pequeño bulto que sobresalía, la miré con condescendencia. Nunca la había visto de esa manera, así que me inspiró un sentimiento de ternura.

—Todo estará bien. — le hice saber —. No te preocupes. Estoy planeando sacarlos del país, pero tienes que darme tiempo. El tiempo es algo muy valioso y servirá de mucho si tienes paciencia. Hazlo por tu hijo, te aseguro que jamás volverás a verme ni a mi padre y vivirás feliz con tu hijo a tu lado.

Ella ni siquiera me miró, solo bajó la cabeza y secó sus lágrimas.

(...)

Desbloqueé mi móvil y observé que tenía varías llamadas perdidas de mi chofer. Un sentimiento de alerta se encendió dentro de mí así que le devolví la llamada, marqué ese condenado número con rapidez y me puse el teléfono en la oreja.

—Hola, ¿qué ha pasado?— cuestioné ansioso—. Desde que vi tu llamada no pude evitar pensar que pasó algo malo.

—Janet Macdonald ha golpeado a Alekxandra.

Abrí los ojos de par en par.

Un sentimiento de ira se apoderó de mi ser, cerré los ojos e intenté calmarme, pero sentía como mis dientes se apretaban. Quería lanzar el celular a un lado para ver si así podría saciar este sentimiento de golpear a esa mujer, pero no, no podía hacerlo.

—¿Qué?— pronuncié con sorpresa. ¿Cómo demonios fue que Janet encontró a Alekxandra, cómo fue que ella supo que yo me estaba viendo con ella?

Tal vez me siguió sin que yo lo supiera. ¿Acaso estaba obsesionada conmigo?

—He intentado comunicarme con usted desde hace media hora. Al parecer su estado es crítico. Vi cómo la llevaban en una ambulancia, así que aquí estoy en el hospital pero no me dan información sobre la chica.

—¿Crees que esté tan mal?— cuestioné —¿viste si la hirió de muerte? No, no me respondas, solo dame la dirección, iré para allá.

Llegué a ese hospital y me encaminé por el pasillo encontrándome a Ali sentado en la sala de espera.

—¿Has podido saber cómo está Alekxandra?— quise saber, ni siquiera le había dado tiempo de que se levante, solo podía pensar en cómo estaba ella y si las heridas que le hicieron la habían dejado mal.

Tragó saliva.

—No se preocupe, por lo que ví no fue golpeada severamente. — respondió —. Su amiga la defendió, así que no llegó a mayores.

Acomodé mi cabello hacia atrás con frustración.

—Esa maldita mujer, ¿qué es lo que quiere?

—No lo sé, pero esto me huele a celos obsesivos.

—Necesito ver a Alekxandra — dije.

—¿Qué quiere que haga? Necesita algo.

—Quiero que busques un lugar lejos de aquí. Esto ya se está saliendo de las manos. Si hoy fue Janet, mañana puede ser Murad. Ve.

El hombre se dio la vuelta y se perdió en el pasillo.

Como si fuera obra del destino vi a su amiga salir a la sala de espera, así que me encaminé a su lado para hablar con ella. Cuando llegué a su lado, su mirada se encontró con la mía y se distanció un poco. Sus ojos entrecerrados, su labio tembló, pero no de miedo, era de furia, estaba observando con severidad como si yo fuera la peor escoria que parió la naturaleza.

—Usted— pronunció con una mirada inyectada de ira—. ¿Cómo se atreve a venir aquí después de semejante golpiza que su esposa le dio a Alek?— arrugó el entrecejo.

Me quedé atónito por su comentario. ¿Mi esposa? No, ella no era mi esposa. Tenía que ser una equivocación.

—Solo quiero saber lo que pasó con Alekxandra— mencioné —. Dejemos los insultos para luego.

—No, claro que no. Usted le desgració la vida a mi amiga, ahora no venga a decir que le interesa su bienestar cuando no ha hecho más que torturarla, humillarla y lo peor de todo; tocarla en contra de su voluntad. — sus ojos se cristalizaron —. ¿Acaso no tiene consideración o empatía? Solo es una joven de diecisiete años, infeliz.

Respiré profundamente.

—Mire señorita, solo quiero que me diga cómo se encuentra. -- intenté ser amable —. Es todo, y perdone la molestia.

—Alek está estable. Por suerte llegué a tiempo antes de que su esposa —hizo énfasis en esa palabra—, le diera una paliza —. sonrió con malicia, de seguro estaba recordando los golpes que le dio—. Por suerte se fue, pero si vuelve la voy a dejar irreconocible.

Me advirtió y mientras, me señalaba con el dedo índice.

—Ella no es mi esposa — declaré —. Es una mujer que está obsesionada conmigo.

Rió sin gracia.

—No puede negar que está loca, ¿quién en su sano juicio se mete con hombres como usted?

—No puede juzgar señorita, usted también está relacionada con una persona no grata en esta sociedad, así que, si hablamos de juicio, a usted no le queda mucho.

Su mano fue a parar a mi cara en una gran bofetada que me dejó el rostro volteado. Pero no me afectó su leve golpe, así que volví mi rostro a su lugar y le dediqué una mirada desafiante.

—¿O se le olvida que su novio Agustín Volcova buscó la droga que iba a poner Alekxandra en alguna bebida— contraataque con descaro y ni siquiera sabía porqué le estaba diciendo eso. Tal vez fue porque me afectó que me recordara lo que le hice a esa chica. Al final ella tenía razón, sin embargo, me porté de ese modo porque era un mecanismo de defensa. Era una competencia que trataba de ver quién era capaz de lanzar más veneno.

Esta vez apretó la mandíbula y su nariz se arrugó, dedicándome una mirada repulsiva. Podía observar su pecho, su respiración se había vuelto un caos por lo furiosa que se encontraba.

—Callese— me ordenó — usted no es quien para hablar de Agustín. Todo fue por una buena causa. Pero no se imagina cuánto deseé que muriera de una sobredosis. Era eso, que usted abusara de mi amiga. Usted no sabe las cosas que me ha dicho la pobre Alek, ha llorado tanto por su causa pero a usted no le importa. ¿No es así? solo quiere cumplir el capricho de abusar de ella.

Me sentí como un verdadero maniático por sus palabras tan duras. Sin embargo, no dije absolutamente nada. Tenía razón y me lo merecía. Me lo merecía por hacerle eso a ella y porque también deseaba, a pesar de todo lo que había pasado, estar a su lado. Besarla y acariciarla; sentir su olor, y hundirme en ella. Ella era lo único que me hacía sentir vivo; me hacía sentir que seguía siendo un hombre que deseaba y que sentía placer; sin embargo, aunque sintiera que seguía siendo hombre, en realidad era una bestia, y la palabra hombre me quedaba demasiado grande.

—Puede seguirme si quiere ver a Alekxandra—, habló después de su larga pausa. — Esto no es porque quiero hacerle un favor, esto es porque quiero evitar un escándalo. Así que antes de verla quiero pedirle algo: no intenté tratarla mal.

No dije nada así que caminamos en silencio por el pasillo. Cuando llegamos a la puerta, la chica que se encontraba cerca me miró. Estaba seguro que se había arrepentido de aceptar pero supongo que esto no era por gusto.

—Yo en su lugar dejaría a mi amiga en paz… —murmuró —. Y me fuera demasiado lejos al lugar donde pertenece. -- se acercó con sigilo — Porque cuando su Karma llegue, va a desear no haber nacido.

Giró el picaporte y abrió la puerta lentamente.

—Mire, ahí están las consecuencias de sus acciones. Y yo ya me estoy hartando de esta situación. Hablaré con mi madre sobre esto y usted irá a la cárcel por haber abusado de ella.

Exhalé con fastidio, la ignoré y entré. Cerré la puerta y me encaminé a su lado para observar.

Estaba de costado en la cama, vuelta un ovillo. Su cabello rubio largo descansaba en la almohada y parte del borde de la cama, sus labios entreabiertos.

Me senté en el borde de la cama para observar más de cerca. Busqué algún golpe o rasguño, así que lo encontré; ahí estaba, esa leve mancha roja y con leve color azulado, en su pómulo derecho.

Mi pecho se contrajo al ver que la mujer que me gustaba se encontraba en esa cama. Y por vez primera lo sentí, esa maldita culpa, ese remordimiento y esos sentimientos que me hacían recordar que yo también seguía siendo un humano. Esos sentimientos que me quitaron la venda de los ojos, que me demostraron que era un monstruo. El hijo de un monstruo que juró que nunca sería uno y que, sin darse cuenta, se dejó llevar por el placer y por su voluntad

Sentí una corriente eléctrica cuando abrió esos grandes y aceitunados ojos, estos se posaron en mi dirección y me observaron con extrañeza.

—Hola— murmuré. ¿Por qué mi corazón latía de esa manera, con tanta vehemencia, por ella? ¿Por qué diablos me sentía tan cautivado?

—Hola— respondió con nerviosismo.

Acaricié su cabello y cerró los ojos ante el tacto de mis dedos en su piel.

—Lo siento. — solo pude pensar— perdóname Alekxandra. Por todo lo que te hice, por cómo me porté contigo. En realidad no merezco tu perdón pero si de algo sirve, te dejaré libre y podrás irte con tu hermano...

No, no podía dejarla ir, seguía siendo un maldito egoísta. Por más que quería dejarla libre no podía, porque era mi deber protegerla de la familia de mi esposa.

—Tu esposa...

—Ella no es mi esposa. — le aclaré —. Solo es una mujer sin importancia. Ella ya no va a volver a molestarte, yo mismo me encargaré de eso.

Se sentó en la cama así que dejé de acariciar su cabello. Mis dedos acariciaron su mentón y noté cómo se movía, estremecida, por esa leve caricia. Acarició mi mano y me atisbo.

Tenía tantas ganas de besar esos carnosos labios, de textura tibia y enloquecer de frenesí.

Quería decirle tantas cosas pero... Me daba demasiada vergüenza expresar mis sentimientos. Así que me quedé contemplando a esa mujer tan hermosa en silencio.

Se acercó lentamente a mis labios y acarició levemente mi mejilla, se perdió en mis ojos y yo corté la pequeña distancia que había entre nosotros.

La besé con suavidad y ella me correspondió, sus dedos se enredaron en mi cabellera castaña mientras mis manos estaban ahí, en su delicado cuello, ese que tanto me atraía y el cual me tentaba a repetir besos húmedos y cálidos. Abrió la boca para recibir mi lengua ávida y esta entró en contacto con la de ella. Gimió cuando acaricié sus pechos debajo de la bata que llevaba puesta.

—Debemos parar— murmuró a una distancia pequeña, su frente estaba pegada a la mía y su aliento cálido estaba volviéndome loco. Quería desnudarla, pero sería correr un riesgo.

Volvió a unir esos labios con los míos contradiciendo sus propias palabras y yo recibí cada una de esas caricias gustoso. Jadee en su boca, cuando sentí ese leve cosquilleo placentero en mi entrepierna.

—Dices que paremos, pero yo creo que no quieres hacerlo—repliqué muy bajito.

—No sé qué me pasa — rió levemente, nerviosa —. No sé qué hacer con esta atracción que siento por ti. No debería pero... Siento que…

me besó nuevamente y no la dejé terminar esas palabras.

Nos separamos nuevamente y murmuré:

—Me gustas demasiado Alekxandra, tanto así que…

—¿Qué?— sonrió.

Silencio

—No quiero dejarte ir.

No la quería dejar ir... aunque, eso debía hacer si verdaderamente estaba arrepentido de haberla tratado de ese modo. ¿No me creería si le hubiera dicho que estaba arrepentido? No, no iba hacerlo porque era muy contradictorio que estuviera arrepentido y que no dejara que se fuera con Andrés. Tenía las manos atadas. Por un lado, quería decirle que estaba arrepentido y que si ella quisiera podría irse, pero por otra parte, no podía decirle que no podía dejarla ir porque le había prometido a su madre que la protegería de todo.

Además no podía decirle lo que estaba sucediendo, su madre me hizo prometerle que no le dejara saber nada a su hija de el asesinato, si dejaba de ser egoísta y no iba a poder dejar que se fuera porque era mi deber como hombre protegerla, aún así, si no hubiera existido ese riesgo contra su vida.

Narra Alekxandra.

Estaba pensando en todas las cosas que le iba a decir a él, en todas esas palabras despectivas, porque él tenía la culpa de todo lo que estaba aconteciendo con mi vida. Sin embargo, no pude porque por instinto sus labios y los míos se unificaron.

Estaba demasiado confundida, pero no podía dejar de estar cautivada por esa mirada zafiro. Me sentía tan débil cuando se trataba de él.

Sabía que esto no era normal, sabía que esto formaba parte de un trauma psicológico porque yo no era una ignorante y sabía que esto era un mecanismo de defensa, pero debía hacerlo de esa manera, aunque para mí esto era como una espada de doble filo.

No podía seguir dándole tregua a estos sentimientos pero mientras más estuviera cerca de él y al contacto de su piel contra la mía esto iba a resultar más difícil de lo que pensé.

Emir me desnudó, ahí en esa cama de hospital, estaba debajo de él, ya no me importaba nada, solo quería sentir esa caricias que tantas veces me hicieron suspirar.

Él me embistió, con fuerza y yo me rendí doblegada a esa sensación de placer.

Acarició mi mejilla y beso mis labios esos que recibieron los de ellos y atesoran cada momento mágico que desprendía esta unión de nuestros cuerpos.

Me sentía llena y mi corazón palpitaba fuerte a causa de tanta excitación. Nos dejamos llevar al punto más alto y nos fundimos los dos en esas sensaciones que desprendía el erotismo.

—¿Quién es ella?— enlace mi mano con la suya.

—¿Por qué quieres saber?— inquirió. Mi pregunta lo dejó muy incómodo. Era algo que quería saber ya que estuvo a punto de dejarme la cara destrozada. Quería saber a quién me estaba enfrentando.

—Creo que tengo derecho de saber quién fue la mujer que me pegó — dije—. ¿No crees?

Tragó saliva.

—Bueno…— desvío la mirada. — tuve una relación con ella hace mucho tiempo.

Busqué sus ojos.

— ¿Y por qué dice que es tu esposa? ¿Acaso tienes algunas esposas más?— me mostré intrigada.

Negó con una sonrisa divertida. ¿Acaso estaba sonriendo espontáneamente?

—No todos tenemos varias esposas, eso es adulterio. Sin embargo, lo que hice con ella también lo es.

—Y lo que estás haciendo también —murmure.

—Escuchame Alek, yo…

¿Alek? Sonreí como una boba al escuchar esas palabras en su boca y me quedé quieta, embelesada, perdida en esa mirada intensa y penetrante. Mi corazón tenía una guerra en el interior de mis entrañas y ese cosquilleo en mi estómago delataba todas esas emociones carnales que sentía, aún si me atrevía a negarlo.

Un toque en la puerta llamó nuestra atención así que él se levantó de la cama ya vestido.

—Alek, prepárate ya debemos irnos— avisó mi amiga—. Recuerda que debes descansar.

—Espera un momento, Sonya— le pedí. Todavía sentía esa presencia en la puerta, estaba segura que se encontraba dudosa de si entrar o no.

—¿Estás bien?— su tono fue de curiosidad y preocupación.

— Sí — afirmé en voz alta, lo suficientemente alta para que me escuchara.

—Alek, debo hablar contigo de algo importante— avisó —. Pero eso será cuando estés instalada en la nueva residencia.

—¿Por qué no me lo dices en este momento?

—Porque es una plática muy larga y no es el lugar. Vístete, te esperaré fuera.


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