—Él... ¿qué? —El ceño de Tiana se frunció mientras un espasmo de shock la recorría, su rostro tan pálido como el invierno. Aún no se había recuperado del hecho de que él la había estado utilizando todo este tiempo y, ¿el Abuelo acaba de decir que él había accedido a casarse con otra mujer sin pensarlo?
—Tiana —el Abuelo llamó con un profundo suspiro—. Nicklaus no tenía opción sino aceptar. Tenía que salvar la empresa. Esto es lo mejor para él y para la empresa ahora, y confío en que tú quieras lo mejor para él.
Tiana estaba estupefacta. Miró fijamente al Abuelo por unos segundos y como si algo se apoderara de ella, empezó a reír.
Se rió tan fuerte que las lágrimas brotaron de sus ojos.
Estúpida, ¡qué estúpida!
¿Cómo pudo haber sido tan maleable e irreflexiva?
Un hombre que podía encerrarla durante días sin importarle, que podía hacerla desnudarse, solo para despojarla de toda dignidad, de repente confiesa su amor eterno por ella y ella estúpidamente ¡creyó!