Claire bajó del coche lentamente, un leve suspiro escapó de sus labios. Era el sexto día, y mañana su destino estaría sellado. Habían vivido cada día como si nada fuera a pasar. Haciendo que cada día contara, y siendo felices de todas las maneras que podían, pero ahora que casi era la hora, su corazón no estaba en paz.
Durante el día en el trabajo, no pudo descansar; ni siquiera se concentró en nada en el trabajo, pero al mismo tiempo no quería ir a casa. No quería escuchar lo que él le iba a decir.
¿Se iba a ir? ¿O se quedaría?
Tenían dos opciones pero prácticamente, no tenían ninguna opción. No había manera de que ella lo dejara morir.
Se quedó en la oficina hasta pasadas las ocho antes de decidirse a ir a casa. Claire se paró frente a su casa mientras la brisa fría le cortaba la piel, sus ojos miraban la casa frente a ella hasta que le picaron los ojos y luego parpadeó. Tomando una respiración profunda, avanzó.