—Ivan realmente pensó que yo no tenía idea de que los guardias me estaban vigilando. En realidad, era imposible no notarlo. Todo lo que hacía y a dondequiera que iba podía sentir ojos observándome. Puede que haya perdido mis poderes, pero mis sentidos de lobo seguían siendo agudos. Debo de haberles dado un gran susto —pensé cuando me fui temprano en la mañana con los gemelos.
—No tenía realmente ninguna idea loca —me dije—. Bueno, quizás sí. Las pulseras en mis muñecas todavía causaban dolor. Era débil ahora, como un dolor sordo en mi pecho, pero todavía podía sentir que me estaba chupando la vida. Cuando me desperté con los brazos de Ivan enrollados a mi alrededor, decidí irme.