• Stephen •
Mi semana había estado bastante cargada. Después de las miles de reuniones que había tenido con los accionistas de la Torre que estamos construyendo en el medio del West Side, al fin podía descansar en casa.
Casi no había tenido tiempo de pensar el el huracán rubio que tenía mis sentimientos desordenados.
Lucka tenía una cita con una extraña mujer que lo había abordado en una convención, así que decidí hablarle a Theo para ir a almorzar.
—¿Que hacías? —pregunte cuando descolgó el teléfono.
—Estoy con mamá, vamos a ir de compras.
—Podrían venir a visitarme, hace mucho no veo a tu madre —repuse.
—Íbamos a pasar en un rato, así que no te embriagues o te hará un exorcismo.
La tía Henry pertenecía a la iglesia Cristiana protestante. Era una gran servidora de la comunidad de Massachusetts y una persona completamente abnegada.
Muy diferente a lo que había sido su esposo, el hermano de mi madre, y lo que eran sus hijos.
Si bien Alex y Theo eran buenos hombres, no creían en la religión ni en nada que se le pareciera.
—Son las tres de la tarde, theo —reclame.
—Eso no te detiene, Stephen. Por suerte te encuentras muy lejos de las Vegas, ¡no queremos que vuelvas a casarte!
—¡Adiós, idiota!.
No había pasado mucho cuando Henriette Lloyd apareció en mi sala. Los años le habían pasado muy rápido, parecía más avejentada de la edad que realmente tenía.
Podía comprenderlo, con su esposo en la cárcel por tercera vez, no había dios al que le rezara que cambiara la vida de Marvin James, era un delincuente y siempre lo sería.
—¡Stephen! —dijo la mujer acercándose para abrazarme. Era de baja estatura, delgada, con una melena corta abultada de color negra y la piel morena.
—Tía Henry.
—¿Por qué has arruinado tu cuerpo de esa forma? —exclamó, revisando la piel de mi brazo —¡Tu cuerpo es un templo de Dios, debes cuidarlo!.
Theo apareció detrás de ella, vestido informal.
—¡Más bien a ese cuerpo lo chupó el diablo! —aclaró su hijo con una sonrisa.
—¡Theodore James! —gritó su madre persignándose —¡No llames al maligno!.
—Fue un chiste, mamá.
La madre le lanzó una mirada furiosa, no permitía que nadie maldijera ni usara el nombre de su dios en vano. Mi primo puso los ojos en blanco antes que su celular sonara y se alejara para atender la llamada.
Meryl saludó enérgicamente a la mujer para luego traer las tazas de café a la mesa y unas masitas.
—He leído de ti en una revista, aunque no entendí nada de lo que decía. Estoy muy orgullosa, y tú madre también lo estaría.
—Gracias, significa mucho para mi.
Pensar en mi madre me daba tristeza, su ausencia me había matado por dentro. Siempre habíamos estado los dos contra el mundo, y de repente me encontraba completamente solo.
—Yo debería agradecerte. Cuidas a mis hijos como si fuesen tus propios hermanos —la dulzura de sus palabras me conmovió.
—Son mi familia —asegure.
—Pero no es tu obligación hacerte cargo de los gastos universitarios de tus primos. —exclamó con tristeza —Eso le correspondería a su padre.
Enarque una ceja. Pensar que Marvin se hiciera cargo de los gastos universitarios de sus hijos era lo mismo que creer que mi padre había deseado que yo existiera.
Simplemente no pasaría nunca.
—No es molestia para mi —dije, tomando su mano.
—Me hace sentir inútil.
—No eres una inútil, haces mucho por las personas y por la comunidad. Además, es por beneficio propio.
—¿Por qué un beneficio propio? —Henriette entrecerró los ojos, dubitativa.
—Luego de recibir el título trabajarán para mi. Necesito tener gente de confianza a mi lado.
La mujer sonrió de forma cálida.—¡Tienes la misma personalidad de tu madre, aunque seas la viva imagen de tu padre!.
Aquello fue lo mismo que un puñetazo directo en el estómago, me quedé en silencio, allí sentado, incapaz de expresar lo que pensaba ya que nunca estaría de acuerdo conmigo.
—No lo menciones, por favor —suplique.
—Stephen...
—¡No cambiare de parecer! —sentencie con seguridad.
Theo reapareció, caminando despreocupado hacia nosotros. Su vista fue de su madre hacia mi varias veces, notando que había algo de tensión en el ambiente.
—¿Que sucede que tienen esas caras? —preguntó—¿Le has contado qué contrajiste matrimonio?
—¡Theo!.
Mis ganas de asesinarlo comenzaron a aparecer. No entendía como podía hacer ese tipo de declaración ante su madre, que era incluso más conservadora que el mismísimo Papa.
—¿Te has casado? —preguntó haciendo un gesto de sorpresa y un tanto afligida, supongo que por el hecho de no haberla invitado a mi supuesta boda.
—No. Bueno, si... pero no.
—¿Qué es lo que significa eso?.
—Es complicado —dije suspirando.
No sabía como expresar la situación. Lo único que necesitaba es poder coserle la boca al idiota de su hijo.
—Su esposa lo detesta —explicó Theo —Tanto que anoche he salido con ella y unos amigos y su principal petición fue que Stephen no viniera.
—¡Eso no es cierto! —reclame.
—Pregúntale a Alex.
Me quedé en silencio. No comprendía como podía ser que siempre hablara y se juntara a conversar con Theo, y cada vez que me veía, parecía fastidiarla.
Ahora para rematarla, tampoco me quería cerca. Era como un golpe a mi hombría, parecía atraerle pero no quería aceptarlo.
—¡Entonces si te has casado! —exclamó Henriette quitándome de mis pensamientos.
—Me case en Las Vegas, tía. No tiene validez.
La mujer hizo una mueca de decepción.
—¡Esa ciudad pecaminosa!. No deberías rondar esos lados, no te llevará a nada bueno.
—Pues tu hijo quería ir, y yo no quería que fuese solo —exprese con una media sonrisa, cobrándome las burlas que me había estado haciendo desde que había llegado a mi casa.
—¡Theodore James! —gritó su madre —¿Que hacías tu en esos lugares?.
La expresión de Theo se puso seria. Por más que tuviese veinticuatro años, la figura de su madre era una autoridad indiscutible.
Me reí mentalmente mientras veía como le daban todo un sermón de porque el lugar estaba maldito y como su alma no iría al cielo.
❤︎❤︎❤︎
La semana comenzaba con el sol resplandeciendo por la ventana de mi Aston Martin. Había decidido conducir hasta el distrito financiero con la única intención de ver el rostro del demonio rubio al que no le agradaba mi presencia.
Podía sentir la mirada de la recepcionista de Sky Corporation puesta en mi, y era algo muy normal en mi vida. Llamaba la atención, no era el típico empresario y no buscaba serlo, el único objetivo en mi vida era tratar de llenar ese vacío que tenía dentro, y no comprendía porque.
Tener que ir a un psicoanalista como Lucka lo había recomendado me parecía una pérdida de tiempo, mi problema radicaba en la muerte de mi madre y la falta que me hacía, y en la ausencia de una figura paterna, que por más que dijera que no me importaba, lo hacía.
Caminé hacia la secretaría de Vittorio, una amable pelirroja de unos veinte años. Era muy bonita, parecía una pequeña muñequita, además que su voz era tan melodiosa que daba paz instantánea.
—Buenos días Sienna, ¿Jessica ha llegado?.
—Buenos días, señor James —respondió con una sonrisa adornando su rostro —Llegó hace más de una hora.
—Gracias.
Caminé hacia su despacho, pero al abrirlo lo encontré completamente vacío. No había rastros de ella en el interior.
—Disculpe, Señor James. Olvide decirle que ha preferido trabajar en la sala de conferencias.
—¿Y eso por qué?.
—No lo se. Piso Treinta y Ocho, la sala de la izquierda.
Al llegar al enorme salón, me sorprendí de verla allí parada, con la vista concentrada en la portátil y un montón de carpetas desparramadas en la colosal mesa que se encontraba en medio de la habitación.
Me dediqué un momento a observarla. Las amplias ventanas de cristal permitían que la luz del sol la adornara dándole a su cabello Rubio unos reflejos aún más dorados, mientras este caía como cascada hasta su cintura.
Sus tacones aguja de color rojo carmesí llamaban la atención, pero no tanto como la falda tubo del mismo color que se le amoldaba a la figura y dejaba ver sus largas piernas, y su camisa blanca contrastaba Perfecto con la piel bronceada que llevaba.
Tenía la imagen de una secretaria jodidamente sexy, de esas con las que los hombres no pueden evitar engañar a sus esposas.
La diferencia era que está mujer tan despampanante ya había sido mi esposa, pero no tenía ninguna intención en querer tenerme cerca.
Cuando se percató de mi presencia, me observó por el rabillo del ojo y pasó de mi.
—¿Necesitas una fotografía?
—¿Que?. —pregunte desorientado.
—Deja de mirarme así, me incomodas.
Su voz sonó como un susurro, hablaba sin levantar la mirada de su ordenador. Se sentó y rebuscó entre las carpetas.
No quería incomodarla, pero no podía evitar observarla. Era tan Segura, tenía una belleza tan particular, y desprendía una lujuriosa sensualidad incluso sin quererlo.
Me sentía un maldito acosador.
—¿Por qué estás aquí? —pregunte, algo confuso.
—El espacio, la claridad de los ventanales, y lo más importante, está lejos de mi padre —aseguró sin dejar de teclear.
—Eres increíble.
—Tienes reunión con mi padre y los Volkov que han venido de Rusia en una hora. Sienna ya tiene la presentación en su poder —anunció.
—Bien.
—Aquí están los contratos que necesitas para ir a Los Ángeles. Están releídos y certificados por escribanía, así que puedes viajar tranquilo.
—Excelente.
—Hablaré con tu secretaría para que programe el viaje a California y haga la reserva del vuelo. Por las dudas que fueses desordenado y los pierdas, también te he enviado los contratos certificados por email.
—Me tienes sorprendido.
No entendía como había logrado aprender todo en tan poco tiempo, y mucho menos sabiendo que no le importaba nada de lo que sucediera con esta empresa.
—Deberías subir y estudiar tu presentación con los rusos, no hay mucho tiempo.
—Y tú deberías modificar algo en tu itinerario, Jessica.
Levantó la vista y tuve el placer de admirar esos hermosos ojos verdes que podría pasarme horas observando.
En mi interior se despertó una necesidad, una urgencia, como si me consumiera tenerla cerca. Era la única persona que llamaba mi atención y yo parecía no importarle en absoluto.
—¿Que cosa? —preguntó con curiosidad —He revisado todo más de diez veces.
—Tendrás que venir conmigo a California —dije, mofándome de la noticia.
—No iré contigo ni a la esquina —aseguró.
Sentí una punzada en el estómago. Cada vez que me rechazaba de esa forma, mi seguridad tambaleaba. No lo entendía, tenía muchas mujeres dispuestas a todo por mi y ella ni siquiera se inmutaba por intentar siquiera agradarme.
—Los contratos son de la sociedad. Vittorio no podrá así que debes ser la cara visible de Sky Corporation.
—Soy asistente, no socia. Que te acompañe alguien del consejo —mascullo haciendo un gesto despectivo con la mano.
—Lo siento, pero ya lo he hablado con tu padre. Debes acompañarme —mentí.
Sabía que amenazar con Vittorio era la única forma de que me obedeciera. Me estaba aprovechando, lo sabía, pero no podía evitarlo.
—Sabes que puedo hacer tu vida miserable en este viaje, ¿Verdad? —advirtió con molestia.
—Te recojo el miércoles a las cinco treinta de la mañana —asegure, haciendo caso omiso a su amenaza.
Solo imaginarla en tener que pasar todo un viaje junto a mi, podía proyectar en mi mente su expresión de fastidio mientras caminaba hacia el elevador.
Ese viaje sin dudas será muy interesante.
❤︎❤︎❤︎