Qiao Xin entró en pánico. Quería hablar en defensa de Qiao Shan, pero la evidencia estaba ahí mismo. No tenía idea de qué hacer para ayudar a Qiao Shan a salir de esta crisis.
Gu Zhou se volvió hacia Su Xue y Qiu Nan y preguntó con calma:
—¿Llamo a una ambulancia para ustedes ahora?
El rostro de Su Xue se volvió pálido. Apretó los puños con fuerza, tan enfadada que no pudo hablar.
Qiao Shan miró a Qiao Nian y Gu Zhou con odio escrito en toda su cara. La ira y la decepción surgieron en su corazón, y empezó a toser tan fuerte que su rostro se volvió rojo brillante. Después de una racha de tos, escupió un bocado de sangre.
—¡Papá! —Qiao Xin gritó alarmada.
Qiao Xin corrió para soportar a Qiao Shan, dándole palmaditas suavemente en la espalda. Las lágrimas brotaron en sus ojos. "Papá, ¿te sientes mal? ¿Por qué no te llevamos al hospital ahora?"
El rostro de Qiao Shan estaba enrojecido por la tos. Se sentía tan incómodo que ni siquiera podía hablar.