—Me gustan muchas mujeres; no eres la única. Nunca he dicho que no me gustaría otra mujer aparte de ti. ¡No te halagues tanto! Además, no eres mejor que yo. Estás conmigo, pero ¿no está tu corazón con Mu Chen? —dijo Mu Qing con frialdad.
—¡No, no lo está! ¡Tú eres el único que amo! ¡No amo a Mu Chen! —los ojos de Ye Xin se abrieron de par en par.
—¿Cómo puedes decir esas palabras? ¿Realmente te las crees? En cualquier caso, yo no lo creo, y nadie lo cree. —se mofó Mu Qing.
En ese momento, Ye Xin no pudo preocuparse por nada más. Se movió dos pasos hacia adelante sobre sus rodillas y agarró el dobladillo de la camisa de Mu Qing. —Señor, realmente te amo con todo mi corazón. ¡Haré lo que tú quieras que haga! ¡Por favor, no me abandones! ¡No tengo nada más que a ti ahora!
Ye Xin golpeó su pecho mientras lloraba miserablemente.
Por desgracia, Mu Qing se mantuvo impasible.