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91.94% Saga de Ender y Saga de la Sombra – Orson Scott Card / Chapter 217: Capítulo 12

Chapter 217: Capítulo 12

Para: GobDes%Shakespeare@MinCol.gob/viaje

De: MinCol@MinCol.gob

Asunto: Extraño encuentro

Estimado Ender:

Sí, sigo vivo. He permanecido en estasis diez meses al año para poder ver la conclusión de este proyecto. Es sólo posible porque tengo un personal al que literalmente confío mi vida. Las tablas actuariales sugieren que estaré vivo para cuando llegues a Shakespeare.

Sin embargo, ahora te escribo porque eras íntimo de Bean. Te adjunto documentación relativa a su enfermedad genética. Ahora sabemos que el verdadero nombre de Bean era Julián Delphiki; lo secuestraron siendo un embrión congelado y era el único superviviente de un experimento genético ilegal. La modificación de sus genes le volvió extraordinariamente inteligente. Por desgracia, también afectó a su patrón de crecimiento. Muy pequeño en la infancia... el Bean que conociste. Nada de crecimiento súbito en la pubertad. Simplemente un avance progresivo hasta la muerte por gigantismo. Bean, que no deseaba ser hospitalizado y acabar patéticamente su vida, se ha embarcado en un viaje de exploración a la velocidad de la luz. Vivirá todo lo que pueda llegar a vivir, pero, a todos los efectos, ha abandonado la Tierra y a la especie humana.

No sé si alguien te lo ha contado, pero Bean y Petra se casaron. A pesar del miedo de Bean a que cualquier hijo suyo heredase su enfermedad, fertilizaron nueve óvulos... porque, por desgracia, los engañó un médico que afirmaba ser capaz de corregir en ellos esa tara genética. Petra dio a luz a uno, pero secuestraron los otros ocho embriones (repitiendo lo que le había pasado al propio Bean cuando era embrión) y los implantaron en madres de alquiler que no conocían el origen de sus bebés. Después de una búsqueda amplia y exhaustiva, encontramos a siete de los bebés perdidos. No habíamos encontrado al último. Hasta ahora.

Me refiero a un extraño encuentro que he tenido hoy mismo. Me encuentro en Ellis Island: el apodo que damos a la Escuela de Batalla. Por aquí pasan todos los colonos para ser distribuidos y enviados a sus naves. Ahora mismo Eros está demasiado lejos en su órbita para ser cómodo, así que acondicionamos y lanzamos las naves desde un lugar más cercano.

Daba una conferencia de orientación, repleta de la sabiduría y el ingenio habituales, a un grupo que se dirige a la colonia Ganges. Después, una mujer se me acercó (americana, a juzgar por su acento) con un bebé. No dijo nada. Se limitó a escupirme en un zapato y se fue.

Naturalmente, ese hecho me llamó la atención... no me resisto a las mujeres que flirtean conmigo. Busqué información. Es decir, hice que uno de mis amigos de la Tierra hiciese una comprobación exhaustiva de su pasado. Resulta que su nombre de colona es falso... no es que eso sea raro, y no nos importa; puedes ser quien quieras ser, siempre que no seas un pedófilo o un asesino en serie. En una vida anterior estaba casada con un ayudante de encargado de supermercado estéril. Así que su bebé no es de su ex marido... una vez más, eso tampoco tiene nada de raro. Lo que es raro es que tampoco es suyo.

Ahora voy a confesarte algo que me avergüenza un poco. Prometí a Bean y a Petra que en ningún lugar quedarían registros del mapa genético de sus hijos. Pero conservé una copia en el archivo que empleamos para la búsqueda de los niños, dada la posibilidad de que algún día pudiera dar con ese último niño perdido.

De alguna forma, a esa mujer, Randi Johnson (Alba de soltera), ahora conocida como Nichelle Firth, le fue implantado el niño perdido de Bean y Petra. El niño padece el gigantismo genético de Bean.

Será un genio, pero morirá después de los veinte años (o antes) de un crecimiento que, simplemente, no se detendrá.

Y lo cría una mujer que, por alguna razón, considera importante escupirme. No me ofende personalmente, pero me interesa, porque tal acción me hace sospechar que, al contrario que las otras madres de alquiler, ella podría saber de quién es el niño. O, lo que es más probable, puede que le hayan contado historias falsas. En cualquier caso, no puedo preguntárselo, porque para cuando tuve la información ya se había ¡do.

Va a la colonia Ganges, que al igual que la tuya está dirigida por una ¡oven graduada de la Escuela de Batalla. Cuando se fue, Virlomi no era tan ¡oven como tú... Tras la Escuela de Batalla dispuso de años suficientes en la Tierra para convertirse en la salvadora de la India bajo la ocupación china e instigadora de una fallida (y mal planificada) invasión de China. A finales de su ascenso al poder se volvió muy fanática y autodestructiva, creyéndose su propia propaganda. Ahora ha recuperado la cordura, y en lugar de intentar decidir si honrarla por la liberación de su pueblo o condenarla por la invasión de la nación de sus opresores, la han convertido en jefa de una colonia que, por primera vez, tiene en cuenta el origen cultural en la Tierra. La mayor parte de los colonos son hindúes... pero no todos.

El hijo de Bean será genial... como su padre y su madre. Y Randi podría contarle historias que deformarían su personalidad de formas muy extrañas.

¿Por qué te lo cuento? Porque la colonia Ganges es nuestro primer esfuerzo por colonizar un mundo que NO era originariamente insector. Viajan a una fracción ligeramente inferior a la velocidad de la luz, así que no llegarán hasta que los xenobiólogos hayan tenido la oportunidad de realizar su labor y tener el planeta listo para los colonos.

Si te sientes feliz gobernando Shakespeare y deseas pasar allí el resto de tu vida, entonces esta información no te resultará especialmente interesante. Pero si, tras unos años, decides que el gobierno no es lo tuyo, te pediría que viajases por transporte hasta Ganges. Evidentemente, cuando hayas pasado cinco (o diez) años en Shakespeare, la colonia ni siquiera se habrá establecido. Y el viaje a Ganges será a tal distancia que puedes abandonar Shakespeare y llegar a Ganges a los catorce (o diecinueve) años de su fundación. Para entonces, el chico llamado Randall Firth tendrá la altura de un adulto (no, será mayor) y podría ser tan espeluznantemente genial que Virlomi no tenga la más mínima oportunidad de evitar que sea un peligro para la paz y la seguridad de la colonia. O tal vez ya sea un dictador. O el gobernador elegido democráticamente que los habrá salvado de la locura de Virlomi. O puede que haya muerto. O que sea un completo don nadie. ¿Quién sabe?

Una vez más: tú eliges. No tengo poder sobre ti; Bean y Petra no tienen poder sobre ti. Pero si te resulta interesante, más interesante que quedarte en Shakespeare, ése es un lugar al que podrías ir y quizás ayudar a una joven gobernadora, Virlomi, que es muy inteligente pero también dada a ocasionales decisiones equivocadas.

Por desgracia, todo está en el aire. Cuando debas abandonar Shakespeare con tiempo suficiente para ser efectivo en Ganges, ¡los colonos de Ganges ni siquiera habrán desembarcado de su nave! Podríamos estar enviándote a una colonia que no tendrá ningún problema y en la que por tanto no tendrás nada que hacer.

Así compruebas cómo planifico cosas que no se pueden planificar. Pero en ocasiones me alegro mucho de haberlo hecho. Si decides que a partir de ahora no quieres participar en mis planes, ¡yo te comprenderé mejor que nadie!

Tu amigo, HYRUM GRAFF

PS: Dada la posibilidad de que el capitán no te lo haya comunicado, te diré que cinco años después de tu partida la F.I. aceptó mi petición urgente y lanzó una serie de transportes, uno cada cinco años, a cada una de las colonias. Las naves no son los monstruos enormes que llevan a los colonos, pero tienen espacio para bastante carga y esperamos que se conviertan en un instrumento de comercio entre las colonias. Nuestra intención es que una nave visite cada colonia cada cinco años... pero a continuación viajarán de colonia en colonia y regresarán a la Tierra sólo después de realizar un circuito completo. La tripulación tendrá la opción de completar todo el viaje o entrenar a sus sustitutos en cualquier mundo colonial y quedarse allí mientras otros completan el viaje. De tal forma nadie quedará atrapado toda su vida en un único mundo, y nadie pasará el resto de su vida atrapado en una nave espacial. Como puedes suponer, no nos faltan voluntarios.

Vitaly Kolmogorov estaba tendido en la cama, esperando morir y bastante impaciente.

—No lo apresures —dijo Sel Menach—. Sería un mal ejemplo.

—No apresuro nada. Simplemente estoy impaciente. ¡Me parece que tengo derecho a sentir lo que siento!

—Y me parece que también tienes derecho a pensar lo que piensas —dijo Sel.

—Vaya, ahora precisamente practicas el sentido del humor.

—Fuiste tú el que decidiste que éste era tu lecho de muerte, no yo —dijo Sel—.

Pero el humor negro me parece apropiado.

—Sel, te he pedido que vinieras a verme por una razón.

—Para deprimirme.

—Cuando muera, la colonia necesitará un gobernador.

—Llega un gobernador de la Tierra, ¿no es así?

—Técnicamente, de Eros.

—Ah, Vitaly, todos venimos de Eros.

—Muy gracioso y muy clásico. Me pregunto cuánto tiempo más habrá todavía gente capaz de divertirse con un juego de palabras basado en el sistema de asteroides del sistema terrestre y los dioses griegos.

—En cualquier caso, Vitaly, por favor, no me digas que me nombras a mí.

—Nada de eso —dijo Vitaly—. Te voy a encargar un recado.

—Para el que sólo te sirve un xenobiólogo de avanzada edad.

—Exacto —dijo Vitaly—. En la cola de ansible espera un mensaje... cifrado, y no, no te voy a dar la clave. Sólo te pido lo siguiente: cuando esté completa y totalmente muerto, pero antes de que escojan a un nuevo gobernador, por favor, envía el mensaje.

—¿A quién?

—El mensaje ya conoce su destino.

—Qué mensaje más listo. ¿Por qué no deduce cuándo estarás muerto y se envía a sí mismo?

—¿Prometido?

—Claro, por supuesto.

—Y prométeme algo más.

—Me hago viejo. No cuentes con que recuerde simultáneamente demasiadas promesas.

—Cuando te elijan gobernador, acepta.

—No lo harán.

—Si no lo hacen, entonces nada —dijo Vitaly—. Pero cuando te elijan, como esperan todos menos tú, acepta.

—No.

—Y es precisamente por eso que debes aceptar —dijo Vitaly—. Eres el más cualificado para el puesto precisamente porque no lo quieres.

—Nadie cuerdo lo quiere.

—Lo ansían demasiados hombres, no porque lo quieran, sino porque los atrae el honor de ocuparlo. El prestigio. La posición. —Vitaly rió, y la risa se convirtió en una tos desagradable hasta que logró beber agua y calmar los espasmos del pecho—. Es algo que no echaré de menos una vez esté muerto.

—¿La posición?

—Hablaba de la tos. Ese cosquilleo constante en el fondo del pecho. Respirar con dificultad. Flatulencia. Visión borrosa por buenas que sean las gafas y por mucha luz que tenga. Toda la desagradable degeneración de la edad.

—¿Qué hay de tu mal aliento?

—Eso es para que te alegres de mi muerte. Sel, lo digo en serio. Si eligen a otro gobernador, será alguien que desea el puesto y no querrá dejarlo cuando llegue el nuevo gobernador.

—Eso es lo que se merecen, allá en Eros, por decidir que además de suministros, equipo y experiencia, también iban a enviarnos a un dictador.

—Yo al principio fui un dictador —dijo Vitaly.

—Cuando empezamos y la supervivencia parecía imposible, sí, mantuviste la calma hasta que encontramos una forma de controlar todo lo que podía matarnos en este planeta. Pero esos días ya han pasado.

—No, no es así—dijo Vitaly—. Voy a decírtelo con claridad. En la nave que viene viajan dos almirantes. Uno es nuestro futuro gobernador. Y el otro es el capitán de la nave. Adivina cuál cree que debería ser nuestro gobernador.

—El capitán de la nave, evidentemente, o no lo habrías expresado de esa forma.

—Un burócrata. Un trepa. No le conocía antes de partir en nuestro viaje, pero conozco a los de su clase.

—Así que la nave nos trae todo lo que necesitamos y una lucha de poder.

—No quiero una guerra. No quiero que se derrame sangre. No quiero que los recién llegados tengan que conquistar a un gobernador en funciones con aires de grandeza, aquí en Shakespeare. Quiero que nuestra colonia esté lista para recibir a los nuevos colonos y todo lo que traen consigo... y que siga unida al gobernador que nombraron en Eros. Sabían lo que hacían cuando le nombraron.

—Sabes quién es —dijo Sel—. Lo sabes y no se lo has dicho a nadie.

—Claro que lo sé —dijo Vitaly—. Llevo treinta y cinco años carteándome con él.

Desde que partió la nave de colonización.

—Y no dijiste ni una palabra. ¿Quién es? ¿Alguien a quien conozco?

—¿Cómo voy a saber yo a quién conoces o dejas de conocer? —dijo Vitaly—. Me estoy muriendo, no me incordies.

—Así que no me lo vas a decir.

—Cuando salga de la velocidad de la luz, contactará contigo. Luego podrás arreglar lo de comunicárselo a los colonos. Lo que él te diga tú se lo podrás decir a ellos.

—Pero no confías en mí para guardar el secreto.

—Sel, tú eres incapaz de guardar un secreto. Dices lo que se te pasa por la cabeza. El engaño no es lo tuyo. Por eso serías un gobernador tan genial... y ésa es la razón por la que no te cuento nada que no puedas contar en cuanto te enteras.

—¿No sé mentir? Bien, vale, no me molestaré en prometerte que aceptaré ser gobernador, porque no lo haré. No me hará falta. Escogerán a otro. Sólo te caigo bien a ti, Vitaly. Soy un viejo cascarrabias que da órdenes a todos y hace llorar a los ayudantes torpes. Lo que yo he podido hacer por la colonia ya está hecho hace mucho tiempo.

—Cierra la boca —dijo Vitaly—. Tú haz lo tuyo y yo haré lo mío. Que en mi caso es morir.

—Yo también me moriré, ¿sabes? Probablemente antes que tú.

—En ese caso tendrás que darte prisa.

—Ese nuevo gobernador... ¿Tiene alguna idea de lo que tendrá que hacer la gente nueva para vivir aquí? ¿Sabe lo de las inyecciones? ¿Lo de la dosis regular de cerdo modificado para ingerir las proteínas que mantienen a raya los gusanos? Espero que no hayan enviado a vegetarianos. Es un incordio que los nuevos vayan a superarnos en número desde el momento en que bajen de la nave.

—Los necesitamos —dijo Vitaly.

—Lo sé. El fondo genético los necesita, las granjas y fábricas los necesitan.

—¿Fábricas?

—Estamos trasteando con uno de los viejos generadores de energía solar de los insectores. Creemos que podemos conseguir que impulse un telar.

—¡La revolución industrial! ¡Sólo treinta y seis años después de llegar al planeta! Y dices que últimamente no has hecho nada por la gente...

—No lo hago yo —dijo Sel—. Sólo convencí a Lee Tee para que le echase un vistazo.

—Oh, bien, si eso es todo...

—Dilo.

—¿Decir qué? He dicho lo que iba a decir.

—Que convencer a alguien para que intente hacer algo es exactamente el modo en que tú has gobernado durante las últimas tres décadas y media.

—No tengo que decir lo que tú ya sabes.

—No te mueras —dijo Sel.

—Me conmueves —dijo Vitaly—. Pero ¿no lo comprendes? Es lo que quiero. Ya he terminado. Estoy agotado. Fui a la guerra, luchamos, ganamos y luego Ender Wiggin ganó la batalla del mundo natal y murieron todos los insectores que estaban allí. De pronto, ya no era soldado. Y yo era un soldado, Sel. No era un burócrata. Definitivamente no era gobernador. Pero era almirante, estaba al mando, era mi deber, y lo cumplí.

—Yo no soy tan leal como tú.

—Ahora no estoy hablando de ti, maldita sea. Tú haz lo que quieras. Hablo de mí.

¡Te estoy contando lo que debes decir en mi maldito funeral!

—Oh.

—Yo no quería ser gobernador. Esperaba morir en la guerra, pero la verdad es que pensaba en el futuro tan poco como tú. Veníamos a este lugar, nos entrenaron para sobrevivir en este mundo colonial insector, pero yo pensaba que ése sería tu trabajo, tuyo y de los otros técnicos, mientras yo me ocupaba de la lucha, de la resistencia contra las hordas de insectores que descenderían de las colinas, cavando bajo nuestros pies... No te imaginas las pesadillas que tuve sobre la ocupación, la limpieza, la resistencia. Temía que no hubiese suficientes balas en todo el mundo. Creía que moriríamos.

—Y luego Ender Wiggin te decepcionó.

—Sí. Mocoso egoísta. Soy un soldado y él me quitó la guerra.

—Y por eso le adoras.

—Cumplí con mi deber, Sel. Cumplí con mi deber.

—Yo también—dijo Sel—. Pero no cumpliré con el tuyo.

—Lo harás cuando yo no esté.

—No estarás vivo para verlo.

—Tengo esperanzas con respecto a la otra vida —dijo Vitaly—. No soy un científico, se me permite decir esas cosas.

—La mayoría de los científicos creen en Dios —dijo Sel—. Al menos aquí.

—Pero tú no crees que yo no vaya a estar vivo para ver lo que haces.

—Me gustaría creer que Dios tiene mejores cosas de las que ocuparse. Además, el cielo de por aquí es un cielo insector. Espero que Dios permita que la parte de ti que esté viva vuelva al cielo donde están todos los humanos.

—O al infierno —dijo Vitaly.

—Olvidaba lo pesimistas que sois los rusos.

—No es pesimismo. Simplemente quiero estar donde están todos mis amigos.

Donde está mi padre, el viejo cabrón.

—¿No te caía bien y quieres estar con él?

—¡Quiero darle una paliza al viejo borracho! Luego nos iremos a pescar.

—Así que no será el cielo para los peces.

—Es el infierno para todos. Pero con buenos momentos.

—Igual que nuestra vida en este planeta —dijo Sel. Vitaly rió.

—Los soldados no deberían dedicarse a la teología.

—Los xenobiólogos no deberían gobernar.

—Gracias por hacer que mi lecho de muerte esté tan repleto de incertidumbres.

—Lo que sea por tenerte entretenido. Y ahora, si no te importa, debo alimentar a los cerdos.

Sel se fue y Vitaly se quedó tendido, preguntándose si no debía salir de la cama y enviar personalmente el mensaje.

No, su decisión era la correcta. No quería mantener ningún tipo de conversación con Ender. Que lo recibiese cuando ya fuese demasiado tarde para responder, tal era el plan y era un buen plan.

Es un chico listo, un buen muchacho. Hará lo que haga falta hacer. No quiero que me pida consejo porque no lo necesita, y además podría seguirlo.


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