El hombre fornido ignoró los gritos de Jessica Flack, pisando el acelerador como un loco y avanzando a toda velocidad.
Con el rostro pálido como la arcilla, Jessica, que estaba en el asiento trasero, fue sacudida sin piedad. Involuntariamente apretó la mano de Basil Jaak, y su cuerpo, sacudido por el estruendo del vehículo, se inclinó en sus brazos.
—Basil, yo... —El miedo brillaba en los ojos de Jessica.
A pesar de poder navegar el siempre cambiante mundo de los negocios con facilidad, Jessica se quedó helada hasta los huesos ante la presencia del amenazante hombre fornido y totalmente indefensa.
—No tengas miedo, estoy aquí —Basil tranquilizó, acariciando la delicada mano de Jessica.
Al parecer sintiendo la fuerte aura de Basil, el color regresó gradualmente al rostro anteriormente gélido de Jessica. Se mordió el labio y asintió a Basil.