Muchos años de encarcelamiento en el pasado, hicieron que Xia Ling comprendiera una cosa profundamente: Frente al poder, cualquier parecido con el aprecio es falso.
Aquellos en el poder podían pisotear la voluntad de los demás como les complacía. Sin importar cuán convincentes fueran, no podían cambiar los aterradores hechos. Por ejemplo, Li Lei. Él podía romper los documentos de propiedad que le pertenecía a ella sin preocuparse por ser castigado…Él controlaba su vida según su voluntad, estipulando lo que ella podía o no podía aceptar, y aun creer que él era su salvador.
Ah, daba risa.
Y, aun así, ese pensamiento le hizo erizar la columna vertebral.
Xia Ling lentamente levantó su mano y apuntó a la puerta mientras decía: —Por favor, márchate.
—¿Me estas echando? —Li Lei levantó sus cejas en desaprobación.
—Esta es mi casa.
—Que estas alquilando.