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20% Renaciendo en la Historia: El Legado de Alfonso VII (Español) / Chapter 8: Capitulo 8: Un Día de Descanso en Honor a Sancha

Chapter 8: Capitulo 8: Un Día de Descanso en Honor a Sancha

Península Ibérica, Reino de León y Castilla, Burgos, 09 de octubre de 1105.

El sol apenas asomaba por el horizonte cuando los primeros destellos de luz comenzaron a filtrarse por las estrechas ventanas del castillo. En las estancias destinadas a los sirvientes, el despertar del nuevo día se anunciaba con el murmullo de conversaciones adormiladas y el suave crujir de las camas al ser abandonadas.

En una habitación austera, ocupada por varias criadas, el silencio reinaba antes de que el alba despertara por completo el castillo. Algunas de las jóvenes doncellas se estiraban bajo las mantas, mientras otras se preparaban para enfrentar las tareas que les aguardaban.

Mientras tanto, en la cocina del castillo, el aroma del pan recién horneado llenaba el aire, anunciando el comienzo de un nuevo día de trabajo para los cocineros.

Con diligencia, preparaban los ingredientes para el desayuno, conscientes de que el día prometía ser agitado.

Este día, sin embargo, traía consigo una pausa inusual en la rutina habitual. La princesa Urraca, en honor al cumpleaños de su hija Sancha, había otorgado a los sirvientes unas horas de descanso durante la mañana y la tarde.

Una muestra de generosidad que era recibida con gratitud por aquellos cuyas vidas estaban dedicadas al servicio del castillo.

Las criadas recibieron la noticia con sorpresa y alegría, sabiendo que tendrían la oportunidad de disfrutar de un breve respiro antes de retomar sus responsabilidades. Por su parte, los cocineros se sintieron agradecidos por el gesto de la princesa, aunque sabían que su tiempo libre estaría limitado por las demandas de la cocina.

Con el sol ascendiendo lentamente en el cielo, los sirvientes se prepararon para aprovechar al máximo las horas de libertad que se les habían concedido. Sabían que debían regresar al castillo a tiempo para cumplir con sus deberes, pero por el momento, se permitieron disfrutar de un breve momento de tranquilidad antes de que el bullicio del día los reclamara una vez más.

Entre ellos se encuentra Ana, la criada encargada de limpiar las ventanas con cristales delicadamente tallados. Con una bufanda ajustada alrededor de su cuello y un delantal manchado de polvo,se desliza silenciosamente por los pasillos, esquivando los primeros rayos de sol que se filtran por las ventanas.

Ana ha sido parte del personal del castillo durante años, dedicando su vida al mantenimiento impecable de los cristales que adornan las habitaciones de los nobles.

Conocida por su meticulosidad y su habilidad para eliminar incluso la más mínima mota de polvo, ha ganado el respeto y la admiración de sus colegas, así como una modesta suma de 15 monedas de plata al mes.

Sin embargo, a pesar de su destreza y dedicación, Ana alberga un temor constante en lo más profundo de su corazón: el miedo de romper una ventana. Cada vez que manipula uno de los delicados cristales, siente el peso de la responsabilidad aplastándola, sabiendo que el más mínimo error podría significar la ruina financiera para ella y su familia.

Mientras se dirige al taller del zapatero con pasos cautelosos, Ana reflexiona sobre su situación actual. Sus zapatos, gastados por el constante roce contra el suelo de piedra del castillo, finalmente han cedido ante la presión y se han desmoronado en pedazos.

Ahora, se ve obligada a usar un par de zapatos prestados que apenas se ajustan a sus pies, agregando una capa adicional de ansiedad a su ya pesada carga."Si se rompe una ventana", murmura para sí misma en voz baja, "ni siquiera vendiendo mi alma podría pagar el costo". Con estas palabras resonando en su mente, Ana continúa su camino hacia el taller del zapatero, rezando silenciosamente para que sus zapatos rotos puedan ser reparados sin demasiado gasto adicional.

Finalmente, llega al taller del zapatero, una pequeña habitación en la que el olor a cuero y el sonido de las herramientas de trabajo llenan el aire. Ana observa alrededor, buscando al zapatero entre los clientes y artículos expuestos en el mostrador. Al no encontrarlo de inmediato, se dirige hacia una de las mesas donde se exhiben varios pares de zapatos y sandalias.

"¡Buenos días, señora!", saluda el zapatero, emergiendo de detrás de un estante de cuero. "¿En qué puedo ayudarle hoy?"

Ana se acerca, sintiéndose aliviada de encontrar al artesano disponible. "Buenos días", responde con cortesía. "Mis zapatos se han roto ¿Podrías echarles un vistazo y ver si se pueden reparar?"

Ana entrega los zapatos rotos al zapatero, quien los recibe con un gesto amable y se dirige hacia donde tiene las herramientas mientras le dice: "Déjeme echar un vistazo a estos zapatos. Mientras tanto, siéntese y mire los modelos que tengo en la tienda por si alguno le gusta."

Mientras el zapatero examina los zapatos, Ana asiente con gratitud y se acerca a la colección de zapatos expuestos en la tienda. Entre los modelos expuestos, encuentra una variedad de estilos, desde simples sandalias hasta botas adornadas con delicados detalles. Mientras espera, su mirada se desliza de un par a otro, contemplando la posibilidad de reemplazar sus zapatos gastados con un par nuevo y resistente.

Después de un breve momento, el zapatero emerge de entre las herramientas con los zapatos en la mano. "Bien, he echado un vistazo", dice con una sonrisa. "Puedo repararlos por usted, pero el costo será de 4 plata".

Ana se detiene por un momento, reflexionando sobre la sugerencia del zapatero. Mientras tanto, el zapatero aprovecha la pausa para buscar unos zapatos nuevos que hizo hace unos días. Con una expresión amable, los presenta a Ana. "Creo que sería mejor si compras estos", sugiere. "Son nuevos y solo cuestan 10 monedas de plata. Además, te durarán mucho más que las reparaciones que necesitarían tus zapatos viejos".

Mientras el zapatero espera pacientemente, Ana reflexiona sobre su situación financiera. Calcula mentalmente sus ingresos y gastos, recordando que gana 15 monedas de plata al mes, lo que suma un total de 180 monedas de plata al año. Sin embargo, al restar el diezmo, que asciende a 18 monedas de plata al año, y considerar sus gastos en comida, se da cuenta de que le quedan aproximadamente 60 monedas de plata para cubrir otros gastos.

Con un suspiro resignado, Ana llega a una decisión. Con el dinero recién recibido por su salario mensual, decide pagar las 10 monedas por los zapatos nuevos. Aunque le pesa gastar tanto dinero de una vez, sabe que son una inversión necesaria para mantenerse cómoda y segura mientras realiza sus tareas en el castillo.

Después de tomar la decisión de comprar los zapatos nuevos, Ana agradece al zapatero por su ayuda y le entrega las 10 monedas de plata. Con los nuevos zapatos en sus manos, se despide del taller y regresa al castillo con paso ligero, sintiéndose aliviada de haber resuelto el problema de calzado.


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