Lu Xinyi se pasó las manos por la cara. Los dos hombres en su vida estaban comenzando una guerra fría y ella estaba atrapada en el medio. Estaban en la sala de estar, con su esposo enseñándole a jugar ajedrez, cuando el idiota de su hermano y su amigo decidieron unírseles, arruinando su diversión.
—Ah, Xinxin. ¿Pensé que no te gustaban este tipo de juegos? —dijo Tian Lingyu irrumpiendo en la habitación y sentándose a su lado—. ¿Por qué no vamos a visitar algunas tiendas locales? También podemos encontrar salas de juego.
Shen Yi frunció el ceño. Tian Lingyu estaba empezando a molestarlo de nuevo.
—Ahh... no sé. Estoy un poco cansada, Yu Gege. ¿Podemos solo ir mañana? —se excusó Lu Xinyi. Aunque en realidad no estaba mintiendo; su cuerpo seguía adolorido y quería descansar un rato.
—Ok. —De cualquier forma, Tian Lingyu no podía obligarla. Su atención se desvió hacia el rey demonio que estaba mirándolo amenazante—. ¿Quieres jugar? —invitó Tian Lingyu.