Cuando el eco del estrepitoso rugido finalmente había disminuido, Nial y los cadetes finalmente pudieron respirar adecuadamente una vez más.
Ninguno de ellos era consciente del hecho de que sus respiraciones se habían quedado atrapadas en su garganta y se miraron unos a otros con miedo.
Mientras tanto, Nial continuaba liberando sus corrientes de maná, y se sentía extrañamente calmado después de que el breve momento de shock hubiera pasado.
«Definitivamente hay bestias más fuertes que las ratas de petrificación en esta mazmorra...», pensó, pero eso era bastante obvio.
Al final, tenía que haber al menos un jefe, y también podrían haber jefes raros y otros tipos de bestias además de la rata de petrificación acechando en la oscuridad.
Como tal, los peligros de la mazmorra no le sorprendieron.
No obstante, el estrepitoso rugido no había sido ni amplificado por maná ni iniciado por la utilización de una habilidad, sin embargo, los sacudió a él y a los cadetes hasta el núcleo.