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—¿¡Qué sabes tú de mi dolor?! —el Dios Mono estalló en una respuesta sonora—. ¡Cómo puedes comparar la avaricia con un sacrificio puro! ¡Los humanos y las bestias mágicas no tienen nada en común!
—Y sin embargo —Noah respondió después de exhalar un suspiro—, soy un humano y una bestia mágica. He vivido en la naturaleza y entre la política de los cultivadores. He visto ambos lados, y sé que tu sentimiento no es más que envidia originada de tu debilidad.
—¿¡Envidia?! —exclamó el Dios Mono—. ¡No hay nada que envidiar en los humanos!
—Querías un dantian que yo recuerde —Noah respondió—. Me pregunto por qué deseabas un órgano humano.
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En ese punto Noah mostró una sonrisa. Quería que la bestia se enfadara aún más para así poder ver qué tan profundo era su odio. El plan se volvería inviable si el Dios Mono odiaba a los humanos desde lo más profundo de su existencia. Aunque, había esperanza de cooperación si podía aceptarlos.
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