En la Residencia del Canciller
—¡Maestro, debemos hacer algo! —Mason gruñó con pánico mientras Abel caminaba de un lado a otro.
Al oír la explosión de su sirviente, Abel se detuvo y lo fulminó con la mirada —Te pedí que cuidaras a Rosela. ¿Y tú… qué has estado haciendo todo este tiempo? —gruñó—. ¿Cómo es que no te diste cuenta de lo que había estado planeando y haciendo todo este tiempo?
Abel no podía creer lo que acababa de suceder. Rosela insistía en que no era culpable, pero después de haberla conocido durante todos estos años y de saber lo obsesionada que estaba con Nikolai, dudaba en creerla.
—Yo… Yo... —Mason se quedó sin palabras. Abel apretó sus dientes mientras se acercaba a su Curb. Con una mano, agarró su cuello y clavó sus dientes entre su cuello y las escápulas. Abel accedió a las memorias de Mason usando su poder, y sus ojos se abrieron al ver todo ante él.