Rosa estaba sorprendida por los cuencos vacíos ante ella. No tenía intención de comer todo el guiso y el arroz, pero una vez que comenzó y descubrió que era delicioso, no pudo detenerse.
—Bueno, esta tierra trae cosas interesantes. He visto el día en que un conejo disfrutaba comiendo uno de los suyos. Haré que aparten suficiente para que puedas comer más del guiso en la mañana y dejarán lo que cocinen para ti en la puerta mañana. Debo irme —dijo Zayne ya que se hacía tarde.
Si el cielo se oscurecía más antes de que decidiera regresar al campamento, aumentaba el riesgo de que alguien lo emboscara. Aunque le encantaría ver a Rosa ir a su habitación y cerrar la puerta, si no regresaba pronto los soldados se preocuparían.
—Lavaré los cuencos antes de irme a la cama —dijo Rosa, levantándose con Zayne para acompañarlo a la puerta.