Annie suspiró profundamente, su pecho pesado por el peso de la decisión que estaba a punto de tomar. Cerró los ojos, aislándose del mundo por un momento, tratando de reunir la fuerza que sabía que necesitaba. Siempre había sabido que este día podría llegar y que sus cuidadosamente construidas murallas se derrumbarían.
Cuando abrió los ojos, la intensa mirada de Damien se encontró con la suya, llena de esperanza, anticipación y algo más—algo que le hacía doler el corazón. Podía ver la urgencia en sus ojos, la desesperación por escuchar las palabras que él quería oír.
—No tengo elección, ¿verdad? —dijo ella en voz baja, más para sí misma que para él.
La expresión de Damien se suavizó, y él extendió la mano, sus dedos rozando los de ella, cálidos y tranquilizadores. —Es lo correcto, Annie. Por ti, por Ryan... por todos nosotros.
—Está bien —susurró ella finalmente, su voz apenas audible—. Lo haré.