El corazón de Cristóbal latía a toda velocidad mientras intentaba frenéticamente ponerse en contacto con Abigail en su teléfono. Cuando no obtuvo respuesta, su preocupación se convirtió en terror. No podía imaginar qué le podría haber pasado. Su mente se llenó de los peores escenarios posibles.
—¿Por qué no contesta mi llamada? —murmuró cuando su llamada volvió a quedar sin respuesta—. ¿Todavía está trabajando en la oficina?
Llamó a Aarón para confirmar.
—Oye, Aarón. ¿Abi está contigo? —preguntó apresuradamente.
—¿Abigail? No... Llegué a casa. Probablemente se fue a su hora habitual. ¿Qué pasó? Pareces preocupado.
—No, no... Estoy bien... Creo... que fue a encontrarse con sus amigos. Siento molestarte.
—No te disculpes... Por favor, avísame si hay algo más en lo que pueda ayudarte. Me encantaría ayudarte.
—Gracias, Aarón.
Cristóbal colgó la llamada, frunciendo el ceño. Su mente no dejaba de imaginar todo tipo de horribles situaciones.