Era bien pasada la medianoche cuando Jasper finalmente llegó a casa, sus pasos resonando a través de la casa vacía. Ella, que había estado esperando por él, salió de su dormitorio, sus ojos fijos en su figura inestable. Se dio cuenta de que había estado bebiendo, y su corazón se dolía de preocupación al verlo tambalearse hacia las escaleras.
—Ten cuidado —dijo ella, corriendo hacia él. Tomó su brazo, tratando de estabilizarlo.
Jasper se detuvo, levantando una ceja hacia ella. El típico Jasper se habría burlado de la idea de necesitar asistencia, pero esta vez, no resistió su toque. Tampoco se apartó. En cambio, la miró, realmente la miró.
Jasper no sabía por qué no se estaba alejando de ella. ¿Era por su gratitud hacia ella por hacerle galletas? ¿O era por el alcohol?
A medida que continuaba mirándola, la encontraba más atractiva. Sus mejillas sonrojadas parecían invitadoras.