El hombre tragó saliva con dificultad. Estaba aterrizado e intentó huir, pero el hombre fuerte que lo había arrastrado hasta aquí le mantenía sujeto del hombro. No podía moverse de su posición. Solo sus extremidades temblaban violentamente.
Sintió como si fuera a deslizarse por el asiento.
—Por favor, déjame ir... no haré nada. Nunca trataré de hacerle daño a nadie. Por favor, perdóname —empezó a rogar, con los ojos llenos de lágrimas.
Ambos hombres frente a él parecían extremadamente peligrosos, como si fueran guardianes del infierno. Estaba convencido de que no lo dejarían ir hasta que lo hubieran matado.
Se preguntaba quiénes eran estas personas y cuál era su relación con esa mujer. Le habían pagado mucho dinero para herir a esa mujer y la había estado siguiendo durante unos días. Cuando finalmente la vio desprotegida, pensó que era el momento adecuado para atacarla.