Por otro lado, Abigail había sido llevada de urgencia al hospital ya que había desarrollado dolor de parto. Su teléfono se había quedado en su dormitorio.
Se retorcía de dolor, cada contracción desgarraba su cuerpo mientras Cristóbal luchaba por mantener la compostura. El pánico danzaba en sus ojos mientras sujetaba las temblorosas manos de ella, esforzándose por tranquilizarla en medio del caos.
—Aguanta, cariño. Llegaremos al hospital en cualquier momento —las manos de Cristóbal sosteniendo las de ella temblaban, pero trataba de ser confiado y consolar a Abigail.
—Cristóbal, dile al conductor que conduzca más rápido —suplicó Abigail, su voz tensa de dolor—. Siento como si el bebé fuera a salir ahora mismo. Oh, Dios, este dolor es insoportable.
—Intenta relajarte, cariño —instó Cristóbal, su toque suave mientras limpiaba el sudor de su frente—. Respira. Ya casi estamos allí.