La que alguna vez fue una pandilla formidable, bajo el liderazgo de Sebastián, había sido sumida en el caos por su inoportuna muerte. La noticia de su fallecimiento estremeció a sus filas como una onda de choque, quebrantando la unidad y lealtad que antes los unía.
Además, Samuel también había desaparecido. Todos pensaban que él también había sido asesinado.
El caos se apoderó de la pandilla, y las consecuencias fueron inmediatas y severas.
Dentro del bastión de la pandilla, las tensiones aumentaban a medida que se formaban facciones y se disolvían alianzas. El vacío dejado por la ausencia de Sebastián generó una lucha de poder entre sus antiguos asociados, cada uno compitiendo por el control y la supremacía.