Después de un beso sin aliento, se separaron. El mundo parecía de ensueño mientras ella lo miraba con sus fascinantes ojos nublados por la lujuria; la luz blanca del techo iluminaba su rostro.
Cristóbal no podía apartar la vista de ella. Pensó que se había vuelto más bonita que antes. Sus mejillas rojas eran como lotos rosados. Con su sonrisa provocativa, parecía una diosa del sexo.
Abigail comenzó a desabrocharse la camisa sin decir una palabra, sus ojos fijos en él.
Cristóbal la observó mientras sus dedos se movían hacia abajo, rozando su piel.
La sonrisa de Abigail se ensanchó al terminar de desabrochar, sus dedos trazando las ondas de su estómago. Se sintió sin aliento mientras él tiraba suavemente de la toalla que la envolvía y colocaba un beso suave entre sus senos, luego arrastró lentamente su lengua hacia su cuello.
Sus manos acariciaron suavemente sus brazos y hombros.