Wei Hantao nunca en su vida había encontrado a alguien como Yang Feng, cuyos ojos solos podían causar un miedo incontrolable. Sus ojos se asemejaban a los de una bestia salvaje lista para desgarrar al pobre hombre en dos. Aún así, Wei Hantao no se echó atrás. Intentó igualar el mismo nivel de intensidad en los ojos de Yang Feng.
Zhao Lifei no tenía tiempo para esta estúpida charla. Podía ver el trasfondo tormentoso de un león contra un dragón, un enjambre de fuego detrás de Wei Hantao y una tormenta detrás de Yang Feng.
—Señoras, señoras, ambas son hermosas. ¿Ahora podemos pasar a una discusión civilizada? —se burló, empujando a Wei Hantao a un lado y rompiendo su intensa mirada fija.
Chen Gaonan admiraba lo intrépida que era, pero no podía pasar por alto lo estúpida que era. Sus acciones y palabras se asemejaban a las de un soldado ebrio corriendo al campo de batalla sin su armadura y armas. ¿Qué podía hacer ella aquí?