Finalmente, el coche se detuvo justo antes de la entrada de la casa. Ran Xueyi se quedó quieta mientras sus ojos se demoraban en esa puerta familiar que solía abrir para entrar en la casa.
—Llámame si necesitas que entre y te saque de ahí. Estaré allí en segundos —apretó su mano Song Yu Han, de manera tranquilizadora.
Sabía que nadie era lo suficientemente fuerte para enfrentarse a las personas que les habían herido. De igual manera, él conocía esos sentimientos, ya que siempre tenía que encontrarse cara a cara con la mujer que indirectamente mató a su madre y sonreírle. Song Yu Han sabía lo dolorosa y turbia que era esa experiencia.
Saliendo de sus pensamientos, Ran Xueyi también le apretó la mano. Afortunadamente, Song Yu Han estaba a su lado y la consolaría siempre que se sintiera decaída. Si no estuviera allí, no sabía cuán rota y sin vida podría ser su vida ahora.