¡Splash!
Janice abrió los ojos de golpe al sentir el agua fría correr por todo su cuerpo.
—¡Pero qué mierda! —maldijo en voz alta y levantó la cabeza para ver a quien había tenido la audacia de arrojarle agua.
Sin embargo, en lugar de ver a una persona, lo que nublaba su vista era el agua fría que seguía saliendo de una manguera.
—Despierten, despertaditos —dijo una voz sobre sus cabezas—. ¡Hora de despertar y ponerse a trabajar!
¿Trabajar? Janice frunció el ceño, aún luchando por ver a través del agua que seguía nublando su visión.
¡Snap!
El agua que la agredía finalmente se detuvo, dándole algo de tiempo para adaptarse y mirar frente a ella.
Estaban dentro de una pequeña cúpula con el techo muy alto, unos 10 metros, y en la parte más alta había una ventana de vidrio que permitía asomarse y disfrutar de la vista nocturna y de la luna.
¿La luna? Janice inmediatamente se asustó. ¿Cuánto tiempo había estado dormida como para que la luna apareciera ahora? ¿Y los otros niños?