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—¡Mira! —dijo Maria.
—¡Mira! —repitió Celaine.
María y Celaine estaban horrorizadas cuando vieron a Mira saltar dentro de la niebla y desaparecer de su vista. No hubo advertencia, ni señal, simplemente... ¡pum... desapareció! Ambas se quedaron en estado de shock y desesperación ya que no podían evitar pensar que su amiga, compañera y salvadora acababa de morir ante sus ojos.
Las lágrimas ya caían por sus rostros y se arrodillaron imaginando un mundo en el que no serían reprendidas por Mira, golpeadas por ella, entrenadas por ella, yendo a guerras con ella, y sin poder volver a ver su rostro divino.
Sin embargo, salieron de sus pensamientos cuando escucharon la voz de Elenei en su mente.
—Ella no está muerta. Simplemente fue transportada a otro lugar. Aunque no puedo decir que esté bien, su vida no corre peligro en este momento —les informó Elenei.