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47.05% Inevitable (Harry Potter) / Chapter 8: Vínculos

Chapter 8: Vínculos

Camina sin un rumbo fijo como lo ha hecho la ultima hora. Ya estando frente a la puerta de esa enorme mansión, mientras su mano tocaba el timbre, se dio cuenta que ese era el último lugar en el que quería estar. Los nervios le ganaron a la razón y termino haciendo lo que se prometió no hacer, huir.

Cuando abrieron la puerta, ya se había marchado, sin dejar rastro alguno. Estaba algunas calles mas abajo por la avenida principal de aquella zona residencial. Primero dio varias vueltas a un parque y cuando se cansó de la misma vista y de que las personas que ahí se encontraban comenzaban a mirarle con sospecha, decidió seguir caminando para apaciguar su ánimo un poco mas lejos.

Se reprendía a si mismo por su cobardía, pero ya no hay mucho por hacer. Quizás lo correcto hubiera sido enviarle primero una carta para concertar una cita en algún lugar neutral, sí tal vez eso fuera correcto, pero como en otras muchas ocasiones su sentido común se apagó de repente para dejarse llevar por un impulso.

Cuando estuvo lo suficientemente cansado, decidió tomarse un descanso. De alguna manera había llegado a otro parque, uno que si conocía y en el que solían llevarlo con frecuencia cuando era niño. Posiblemente su subconsciente lo estaba traicionando para terminar guiándolo a ese sitio.

El pelirrojo se sentó con desgana en una banca de metal, que estaba a pocos metros de los juegos infantiles.

El parque es tal como lo recordaba, por un momento pareció que el tiempo se detuvo y se encontraba con sus hermanos peleando por subir primero a los columpios o que le permitieran bajar por las resbaladillas, sin matarse en el intento.

Con tantos hermanos cualquier actividad o juego se convertida en una batalla de proporciones épicas y el siendo el menor de todos, al menos de los varones, terminada siendo el último en todo.

Con frecuencia se encontraba buscando un poco de paz entre tanto caos, deseando con todas sus fuerzas por una vez en la vida ser el primero en algo, tener algo significativo que no tuviera que compartir o ceder.

Al menos hace 16 años atrás su deseo se concedió al menos por unas horas.

El sol de la tarde aun calentaba su rostro. Se permitió cerrar los ojos un momento para evocar ese viejo recuerdo, uno que había tenido enterrado en los mas profundo de su corazón y en el que no había pensado ni una sola vez desde hacía demasiado tiempo.

En ese entonces estaba por cumplir 7 años. Y por unas horas su grande sueño se cumplió. Tuvo algo que no tenía que compartir con sus hermanos, para lo que no tuvo que esperar o desiste de tener.

En su afán de estar solo al menos por un momento, para disfrutar de los juegos, se adelantó a ese parque sin decir nada a nadie. Su familia realizaba las últimas compras para el festejo de navidad, estaban tan entretenidos que nadie noto que se escabullo de la tienda decidido a llegar a aquel parque.

En un principio le pareció una gran idea. Los primeros minutos disfruto de todos y cada uno de los juegos, sin tener que esperar turno, siendo el primero en tirarse por los toboganes o mecerse en los columpios de colores. Pero conforme el tiempo corría, la soledad no le pareció tan maravillosa como al principio.

Estaba solo, a esas horas había pocos niños y con el transcurso de los minutos las ultimas personas estaban regresando a casa o a punto de hacerlo. Entonces tuvo miedo. Mirando a todos lados no pudo reconocer el camino para regresar a la tienda de donde había escapado, pronto la angustia y el miedo comenzaron a crecer en su interior.

Ya con los ojos aguados por las lágrimas, entro a uno de los toboganes en busca de refugio. Fue entonces que la vio. Una niña rubia, que lucía igual o más a asustada que él, tenía el rostro congestionado por el llanto. Sin duda era más pequeña, quizás un par de años.

Cuando se percató de su presencia sus ojos azules se abrieron con pánico, por lo que se apresuró a levantar las manos para que viera que no pensaba hacerle daño.

-Tranquila, no voy a lastimarte. Me llamo Ron.

Como toda respuesta la niña se lanzó contra el, buscando el refugio de sus pequeños brazos. Lo que sorprendió mucho al pelirrojo. Por un momento olvido incluso su propio miedo para enfocarse en la niña que le abrazaba temblando, aferrada a su cuerpo como si fuera un salvavidas.

-Me perdí, no sé dónde está nana. -Hipo con la voz rota.

-¿Como te llamas?

-Tory.

Ron supo en ese instante que aun cuando el miedo que sentía en su interior era feroz, debía de proteger a Tory. Tenía tantas ganas de llora como ella, pero se tragó las lágrimas para no asustarla y pinto en su rostro una sonrisa que trataba de ser tranquilizadora.

-No te preocupes Tory, te ayudara a buscar a tu nana. -Prometió solemne.

Tomo su mano con la firmeza de un niño de 7 años que a descubierto que a veces nos hacemos fuertes y valientes no porque no tengamos miedo, sino porque hay otros que dependen de nosotros.

Ron se había limpiado el rostro con disimulo, sorbiéndose los mocos. Salió con valentía de ese refugio improvisado, esperando con el corazón en un puño lograr su objetivo. Nunca se había sentido de esa manera, todo dependía de el mismo.

Tory le miro en ese momento como si fuera un héroe, sus bonitos ojos azules resaltaban por su abundante cabello rojo. Sonrió dejando de llorar, creyendo completamente que gracias a ese compañero de aventura estaría a salvo.

Caminaron tranquilamente hasta encontrar a un hombre uniformado a quien le pidieron ayuda.

Horas más tardes los encontraron, aun tomados de la mano. Sin miedo o llanto.

Tristemente su felicidad duro poco.

En ese momento ambos eran demasiado pequeños para entender de clases sociales o de sangre. La familia de Tory aparto con brusquedad a Ron Weasley, prohibiéndoles hacer amistad con alguien que consideraban inferior.

Tory lloro mucho esa noche, asustada por palabras que no entendía. Ella solo quería volver a jugar con su amigo pelirrojo que le había mantenido a salvo.

Cuando Astoria Greengrass volvió a ver a Ron Weasley era lo suficiente mayor para entender lo que esa tarde le dijeron sus padres, lo que no dejaba de ser doloroso. Ella acababa de entrar a primer año y Ron estaba en tercero.

Cuando fue seleccionada en Slytherin, sus ojos se conectaron por un segundo, casi podía jurar que había una chispa de nostalgia en el azul de sus ojos, duro un breve instante antes de girarse a hablar con sus amigos.

Ambos creyeron que aquel breve encuentro fue borrado de la memoria del otro, eran demasiado pequeños. Ninguno tuvo nunca el valor de cruzar la distancia y los prejuicios para hablarse e intentar ser amigos.

Muchas cosas pasaron en esos años. Ron se enamoró de Hermione, sintiéndolo todo con la intensidad del primer amor. Quizás nunca fueron lo suficientemente compatibles para permanecer juntos demasiado tiempo, peleaban demasiado, aunque siempre volvieran, pero le quería entonces y la quiere ahora. El dolor de saber que no podían estar juntos seguía pesando en su corazón.

Astoria por otro lado fue prometida de Draco Malfoy, sus respectivas familias así lo acordaron y de alguna manera su tierno corazón se enamoró de la idea de ser prometida. A sus 13 años estaba enamorada del amor, sin importar que fuera o no correspondida, colocando a Malfoy en un lugar especial, suspirando por la imagen de un prometido que sin importar que apenas le mirara o le contestara con oscos saludos, seguía siendo el ideal en su mente y corazón.

Ahora 16 años después el mismo destino que los había separado, se encargaba de unir sus caminos.

Cuando Ron abrió su carta y se encontró con el nombre de Astoria, no podía creerlo. Tuvo que releer un par de veces la misma línea para salir del aturdimiento, incluso muchas horas después aun no podía asimilar la idea de que, entre un mundo de gente, precisamente ella le fuera designada.

Con cierta ironía pensó en los padres de Astoria, en lo mucho o poco que cambiaron las cosas desde que el era un niño de 7 años que simplemente se quería hacer amistad con su hija menor. Su corazón se estrujo imaginando el rechazo.

Aun recordaba sus crueles palabras, aun cuando le llevara un poco de tiempo poder entender completamente el significado de ser un "traidor de la sangre", la mirada de desprecio fue lo que entiende al intestaste. Ese recuerdo lo llevo por muchos años hasta que termino resignado. Por su propio bien desterró en lo más hondo de su memoria el sentimiento de pérdida que experimento ese día.

Suspiro largamente todavía con los ojos cerrados, acariciando ese viejo recuerdo con la misma solemnidad de quien comprende que el destino en ocasiones tiene un humor demasiado oscuro, como para cobrar viejas deudas.

Cuando vuelve a abrir los ojos, se a calmado lo suficiente como para volver a casa. Tiene la intención de apenas llegar comenzar a escribir esa carta para concertar una cita con Astoria, en un lugar neutral, lejos de sus padres y su escrutinio. No está de humor para aguantar de nuevo sus argumentos sobre lo buenos que son en comparación con su familia.

Ya está a punto de marcharse cuando la ve.

Los altos toboganes le habían impedido verla, pero ahora que está de pie, en toda su altura alcanza a verla sentada en una banca con la mirada perdida en algún punto de aquellos juegos multicolores. la observo en silencio, indeciso sobre si debía acercarse o no. Podía notar aun a la distancia en que se encontraba que sus ojos estaban enrojecidos por un llanto reciente.

Parece perdida, tan asustada como ese día. El malestar que siente en su interior es el mismo que sintió siendo un niño.

Con las manos en los bolsillos se acerca lentamente, todavía debatiéndose internamente sobre lo que debe de hacer. No es que tengan muchas alternativas, tiene claro que deben casarse y que son la opción más viable de otro, eso no facilita en nada dar ese paso.

En el fondo, quizás lo que incrementa sus dudas en ser rechazado, tener que volver a sentirse menospreciado. Que esta vez no sean sus padres, sino esa bonita mujer que tiene delante y que alguna vez hace muchos años por unos momentos fue su amiga.

Astoria no nota su presencia hasta que Ron se sienta en la misma banca, dejando una distancia prudente. No dice nada al principio, se mantiene en silencio observando a los niños jugar, no sabiendo que hacer o decir, se limita a disfrutar de ese ambiente familiar que le recuerda su niñez.

Sin saberlo ambos piensan en lo bueno que hubiera sido que el matrimonio Greengrass les hubiera permitido ser amigos. Quizás a esas alturas casarse no sería una imposición difícil de sobrellevar, al menos se conocerían lo suficiente para no tenerse que ver como completos desconocidos ahora que debían unir sus vidas.

-Fue ahí donde nos conocimos. -La voz del pelirrojo es tranquila cuando se hace escuchar.

Astoria no sabe si le habla a ella o si está pensando en voz alta. Al final se decirle a mirarle directamente.

La rubia puede notar que ya no queda nada de ese niño que conoció en ese mismo lugar. El hombre que tiene a lado nada tiene que ver con la persona de sus recuerdos, incluso no queda vestigio alguno de su imagen adolescente.

Mucho mas alto y fornido, sus facciones cuadradas son varoniles, quizás lo único que se mantiene es el color rojo intenso de sus cabellos, aunque lo usa mas largo.

Cuando Ron gira su rostro para mirarla directamente al rostro, se encuentra con el azul de sus ojos y es la familiaridad de su mirada lo que de alguna extraña manera la hace sentir en calma, haciendo que la incertidumbre y las dudas mengüen un poco, al menos lo suficiente para guardar una pequeña esperanza.

-Se que debes tener miedo, yo lo tengo. -Admite sin vergüenza el pelirrojo.

Suspira largamente no sabiendo como continuar esa difícil conversación, ¿Qué debe decirle? Soy tu prometido, como si a esas alturas no pudiera se mas obvio.

Una tímida sonrisa en los labios de Astoria es el aliciente que necesita, para darse valor.

-Me gustaría tener la oportunidad que nos negaron en el pasado.

Por un momento Astoria parece desconcertada.

-No hay mucho que podamos hacer contra el censo y el matrimonio, pero me encantaría tener la oportunidad de conocernos, ser amigos.

-Me parece bien. -Sus palabras le alivian.

La enorme carga que sentían sobre sus hombros pareció aligerarse de inmediato.

-Me llamo Ron. -Sonríe tendiendo su mano a la joven.

-Mucho gusto Ron, me llamo Astoria, pero mis amigos suelen decirme Tory.

Una pequeña y femenina mano se afianza a la gran mano de Ron con firmeza.

-Un placer conocerte Tory. -Contesta sin soltar su mano.

Han pasado 16 años de ese primer encuentro, demasiadas cosas ocurrieron en ese tiempo, un distanciamiento por las diferencias sociales, una guerra y algunos amores que no pudieron ser. Había mucho que resolver, demasiadas cosas por enfrentar, pero ahí, tomados de la mano volvían a ser un par de niños, sosteniéndose, aplacando sus temores sobre un futuro incierto.

Se quedaron así un largo rato. Platicando de sus gustos, de todas esas cosas importantes y triviales que no se dijeron. Tratando de conocerse y tomar un tiempo que les robaron por ser de clases distintas.

No se aman, lo tienen claro. De la misma manera en que saben que no pueden escapar de sus destinos. Lo que no quiere decir que el futuro que tienen por delante tenga que ser malo y a la larga puedan traerles un poco de amor verdadero, cosechado en las adversidades.

. . .

Potter espera por una rabieta que no llega. Los ojos azules de su prometida son dos lagunas insondables que no transmiten emoción alguna.

No tiene caso negar sus sentimientos hacia Hermione, mucho menos cuando a quedado tan abiertamente en evidencia delante de Parkinson. Siendo precisamente esa joven de cabellos negros quien le contuvo lo suficiente para no cometer una locura.

De solo recordar que su mejor amiga, su amor, esta prometida en matrimonio a Malfoy, hace que la bilis suba por su garganta, la colera lo acecha con un ímpetu que le hace ver todo rojo por la rabia que le inunda, nublando su razón.

Con los puños apretados, se contiene de nuevo. Haciendo acopias de un sentido común que a comenzado a desquebrajarse. Saber que nada puede hacer para cambiar las cosas, no facilita la tarea de soltar esos sentimientos que ahora le carcomen por dentro con desesperación.

Pansy no necesita de palabras, contrario a lo que la mayoría piensa de ella, no es ninguna estúpida. Por el contrario, es sagaz e inteligente, con una mente demasiado pragmática para dejarse amedrentar al saber que su prometido ama a otra.

Tiene ganas de reír a carcajadas, ante el semblante contrariado y dolido de Potter, quizás si la situación fuera otra lo haría para no perder las viejas costumbres. Pero ya no es una niña, ni la adolescente amparada por la protección de su familia, actualmente es casi una huérfana siendo que sus padres morirán tras las rejas por sus crímenes de guerra.

Entonces se limita a evaluar la situación con frialdad, haciendo de lado sus propias emociones. Muy en el fondo la molestia le sacude, más como una incómoda sensación de que le están quitando algo que por derecho le corresponde.

Sabe que Potter esta por perder los nervios, por lo que debe de comenzar a mover sus piezas antes de que todo termine de deteriorarse. No es que le preocupe que pueda rechazarla a esas alturas, delante del mundo mágico han aceptado el compromiso, han firmado los documentos necesarios para concertar muy pronto sus nupcias, sin embargo, no esta dispuesta a soportar perder al menos el consuelo de una fachada estable de comunidad con el héroe del mundo mágico.

-¿Qué quieres? -Le pregunta tomándolo por sorpresa.

Los ojos verdes tras las gafas le miran con tal sospecha que no puede evitar sonreír con un humor mas oscuro del que debería utilizar delante de su prometido.

-¿Qué quiero? -Repite la pregunta, paladeando las palabras con una lentitud y un tono que hacen que Pansy se incomode.

-Se que no me quieres a mí, por supuesto. No estaba siquiera dentro de tus cien mejores opciones. -se burla de buen humor de su propio chiste. -¿Debo agradecer que aceptaras el compromiso? O quizás aplaudir y hacerte reverencia por ser el niño que sobrevivió dos veces.

El rostro de Potter enrojece de rabia ante el desde de sus palabras, lo que hace que golpee con fuerza la mesa con el puño.

Pansy le mira desafiante, sin mostrar el miedo que en verdad siente ante su arrebato.

-¡No necesito nada de ti! -Casi escupe las palabras el pelinegro.

-Claro que me necesitas, por mucho que eso te enerve. Soy yo tu prometida y no Granger, has de casarte conmigo y no con tu verdadero amor.

-Cuida tus palabras Parkinson. -Le dijo sujetándola por el brazo con excesiva fuerza.

De un tirón se liberó, sin perder el impulso le empujo por el hombro haciendo que retrocediera un par de pasos, solo para acercarse de manera desafiante, enterrando su dedo en el pecho de Potter.

-¿Si no qué? Dejaras de ser el héroe para convertirte el villano. Me culparas a mi por no ser ella. Seré receptora de tu ira o tu violencia.

Harry palideció ante las acusaciones. Aunque la rabia estaba ahí ardiendo, las palabras lograr apaciguarlo. Cualquier pensaría que es estúpido enfrentar a Potter de esa manera, los golpes quizás son demasiado bajos y directos, pero Pansy sabe que es lo que debe de hacer.

-Se que no me quieres, incluso puedo asegurar que me aborreces. Puedo entender tus razones por supuesto. No soy ni una heroína, ni un mártir. No luche por tu causa y me congratule de tus desgracias, quise entregarte para salvar mi vida. Y me gustaría decir que me arrepiento, pero eso no cambiara absolutamente nada.

Pansy también esta furiosa y cansada de todo el maldito asunto. Pero es realista y acepta que quizás terminar ligada a Potter puede ser tanto una bendición como una maldición.

-Ahora te pregunto ¿Qué quieres? Sabiendo que no soy yo, sino Granger tu elegida. Aquí me tienes preguntando que esperas hacer de lo que serán 5 años de matrimonio. Por que pueda ser que me creas sin derecho de exigir nada, pero te equivocas. No voy a permitir que me degrades por tus sueños infantiles de casarte con tu mejor amiga. Nuestra realidad es esta y no otra. Soy tu prometida, seré tu esposa, tu mujer y la madre de tus hijos. Y que se congele el infierno si voy a permitir por muy héroe que seas a faltarme al respeto.

Las lágrimas pican en sus ojos azules, pero se niega a derramarlas, se aferra a ese maldito miedo que la hacer sacar fuerzas de toda esa furia acumulada en años bajo las sombras de errores propios y ajenos.

-Puedo entender que no me quieras, que en esto no haya amor de por medio. Pero me niego a dejar que pongas a Granger por encima de mí. No estoy dispuesta a hacer un tapete o tu paño de lágrimas. No, no hay amor Potter, pero si no hay respeto, no tendremos nada.

Una única lagrima salió de los ojos azules de Pansy, la misma que se apresuro a limpiar con el dorso de la mano. Estaba a pocos centímetros del rostro de su prometido, quien le miraba de una manera que no supo interpretar.

La vergüenza fue más difícil de soportar que la rabia. Harry tenía que reconocer que Parkinson tiene razón.

. . .

Si Malfoy no conociera lo suficiente del carácter de Granger, creería que le estaba tomando el pelo. Pero su rostro es serio y el color de sus mejillas no hace mas que acentuar la realidad de sus palabras.

Pudo percibir una chispa de furia en los ojos color miel de su prometida un segundo antes de que sus mejillas se tiñeran de rojo intenso, como una advertencia.

-Yo no me preocuparía por un ritual de sangre, sería mejor que estableciéramos los términos de consumación antes del matrimonio.

El rubio perdió el color del rostro ante aquella declaración tan inesperada. Aun no podía creer que Hermione Granger a sus 23 años aun fuera virgen. Mucho mas sabiendo que mantuvo un noviazgo de varios años con la comadreja Weasley y antes de eso, los rumores de que mantuvo una relación con Krum demasiado tórrida hacían suponer otras cosas.

Si la situación fuera otra se burlaría. Sí, quizás si esto no le estuviera pasando precisamente a él, le parecería divertido descubrir que tomara de Granger algo que nadie mas tendrá, sin embargo, todo parece tan hilarante a esas alturas que no sabe muy bien cómo reaccionar.

Por su parte Hermione no necesita de palabras para comprender el camino que estaba tomando los pensamientos de Malfoy. Se contuvo de rodar los ojos y bufar con exasperación, su actitud no hacia mas que acrecentar su vergüenza.

-¿Puedes detener de una buena vez tu tren de pensamientos? Para que poder hablar sobre los términos o tendré que esperar mas tiempo.

-Me has tomado por sorpresa.

-Ya lo noté. -Se burlo, aun molesta por su reacción.

Las horas siguientes fueron demasiado largas para ambos, tenían mucho que discutir al respecto. Draco ni siquiera había contemplado que el ritual de sangre no fuera necesario para proteger a Granger. Ahora el tema a tratar es uno muy distinto.

No es simplemente la consumación en si, aun cuanto este sea el acto principal, se requiera la complejidad de la magia, el intercambio de votos igual de simbólicos que los realizados en un matrimonio mágico, por lo tanto, aun se estaba cuestionando si los lazos creados mediante ese evento podrían romperse una vez que los 5 años llegaran a su fin.

-¿Quieres decir que no podremos terminar el matrimonio?

-El matrimonio mágico sí, pero nuestra unión mágica no se disolverá por completo. Tu magia y la mía estarán vinculadas hasta la muerte.

-¿Podemos hacer mejor el ritual de sangre?

-No, si eres virgen Granger.

-Yo Puedo...

-Que ni se te ocurra proponer que permitire que mi prometida sea desvirgada por otro, Granger. -advirtió molesto, adelantándose a cualquier estupidez que pudiera soltar a las desesperadas.

El rostro de Hermione se enrojeció al instante.

-¡Sera bruto Malfoy! ¿Qué demonios tienes en la cabeza?

El rubio simplemente se encogió de hombros restándole importancia.

-Mas vale prevenir, que curar.

-¡Idiota!

-¿Entonces que ibas a proponer? -Pregunto para atajar lo que seguramente seria una serie de insultos.

Hermione sentía las mejillas arder.

-Consumar sin vincular las magias y hacer después el ritual de sangre.

-Tanto aborreces la idea de ligar la raíz de tu magia a la mía.

-No lo hago por mí. Qué harás si después de los 5 años te levantas un día y descubres que todo ese tiempo no fue suficiente para amarme, que tal si encuentras a la mujer indicada.

-Ocurrirá lo mismo si fuera a la inversa.

-Te equivocas, para mi un papel o la formalidad de un matrimonio mágico no es necesario. En mi caso no necesito rituales de sangre o continuidad de costumbres medievales que me unan a la persona que llegue a amar. Yo puedo vivir con la idea de que exista un vínculo mágico irrompible una vez que el matrimonio mágico termine, después de todo, tendremos hijos y aun cuando sea posible romper cualquier lazo entre nosotros, ellos serán el puente que nos una. Ya te dije que no me interesa tu fortuna o apellido, hago esto para preservar los derechos de nuestros futuros hijos, me da igual ser reconocida como una Malfoy, siempre que ellos estén protegidos.

Malfoy se tomo el tiempo de sopesar las palabras de Granger. Le estaba dando la oportunidad de rehacer su vida llegado el momento. Ahí está su noble espíritu Gryffindor hablando por ella. Quiso burlarse de esa estupidez, pero no podía menos que estar agradecido, porque estaba pensando en su bienestar y felicidad, aun cuando no mereciera tal beneficio, tomando en cuenta el gran desgraciado que fue con ella en el pasado.

-En ese caso, la mejor manera de protegerles es vinculando nuestra magia con la consumación. De cualquier manera, no está en mis planes volver a casarme.

-¿Estás seguro? quizás en unos años cambies de parecer.

-Estoy seguro Granger.

La determinación en el rostro de Malfoy no dejo lugar a dudas. 


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