El sonido de espadas chocando hizo que abriera los ojos.
- "Ocúpalo" dijo una voz.
Miro a mi entorno buscando de donde provenía la voz, pero solo vi sangre a mi alrededor, la mayoría de mis compañeros yacían muertos, los gritos de los que aun luchaban y de los que pedían clemencia eran desgarradores.
-Johan sans Terre, pagaras por todo el daño que nos has hecho.
Me levanto rápidamente con la ayuda de mi derruida espada, trato de dar un paso, pero siento como una corriente estremece todo mi cuerpo, sin duda moriré pronto, noto como mis tripas se quieren escapar por la herida en mi estómago, veo que por mi mano pierdo mucha sangre, ya que, me cortaron tres dedos de la mano derecha.
-Si al menos llego donde él, podre ocupar "eso" y toda esta masacre tendrá un poco de sent... Mierda... nada vale la muerte de ellos.
Mi ensimismamiento me es interrumpido por el ataque de una maza que iba directo a mi cabeza, a duras penas logré esquivarla, y dejándome caer atravesé el pecho de mi oponente con mi espada.
Tome un largo suspiro mientras descanso sobre el cadáver de mi enemigo, intento reponerme, ya que venía un soldado con armadura completa de color gris, lo único que se lograba ver de él eran sus ojos que se asomaban por la visera de su casco, pese a eso sabía quién era el desgraciado, William Marshal.
-No te cansas de ser el perro faldero de tu Señor, Marshall.
Con un sutil movimiento él me ataca con su espada bastarda, el corte iba directo hacia mi garganta, a la desesperada logre bloquear el ataque, pero mi espada se hizo añicos.
-No tengo que responderle nada, a un ser antinatural como tú, pero me regocijare en la caída de Irlanda una vez los aniquilemos.
-Sin duda no deberías, perder el tiempo hablando.
Le dedique una sonrisa burlona.
Con lo que quedaba de mi espada se la clave en el tobillo, William grito de dolor, aproveché de girar sobre mí, pero no tuve éxito alguno mis heridas estaban ya en un punto fatal.
-Muere escoria.
Tumbado boca abajo me di por vencido, me quedé esperando a la muerte a manos del frio acero de mi oponente.
-Supongo que al final todo esto fue para nada, hemos caído, les he fallado a todos.
Pero todo quedo en un vil grito de dolor de Marshall, ladee mi cabeza para contemplar como una flecha había perforado por la comisura de la armadura de William en la axila.
Hood estaba acompañado de mi esposa y a mi hija, mi amigo acertó con una gran precisión, voto inmediato su arco y se enfrentó a William.
-Así que aparece el bandido de Sheerwood, Hodd, me agradas no tienes por qué morir con estas pestes, de ingles a ingles únete a nosotros, dijo William mientras rompía la flecha que tenía incrustada.
-Aquí la única peste que siento es la de un Ingles bañado en sangre.
William y Hood estaban igualados, ninguno daba un respiro al otro.
Eliana mi mujer se acercó a socorrerme, notaba las lágrimas en sus ojos, que caen lentamente por sus dulces labios y mi hija Velaria ya entrada en su adolescencia lloraba sobre mi hombro mientras decías repetidamente la palabra papa.
-Amor mío ayúdame a levantarme.
Eliana junto con mi hija horrorizadas me levantan del suelo, sus llantos se incrementan mientras inspeccionan mí ya famélico cuerpo, a duras penas pongo mis manos sobre los suaves hombres de Eliana, no lo había notado, pero tenía puesto un hermoso vestido verde cubierto de ramas y hojas, su largo pelo rizado como de color oro caía sobre delicados pechos., apreciaba con detalle el bello cuerpo de mi amada porque sabía que esta sería la última vez que estaríamos juntos.
Eliana, escapa con nuestra hija y vivan, no luches acá, ocupare mi ultimas fuerzas para asegurar el futuro de nuestro pueblo.
-No te dejare cae solo, escapa con nosotros, no mueras...
Decidí interrumpir a mi esposa, porque si la dejaba continuar probablemente intentaría irme con ellas.
-No, nuestra raza debe tener un futuro, por favor vivan, déjame darles una oportunidad.
Sin dudar bese apasionadamente a Eliana, dejando que por una última vez nuestras lenguas se unieran.
Mi esposa me miro con tristeza, pero asintió mientras frotaba su mano en mi mejilla.
-Papa, ven con nosotras... no mueras papa...
Velaria apenas podía hablar, entre lágrimas y miedo apenas esbozaba unas pequeñas frases, ella había heredado mi color de pelo rojo como la sangre, tenía un ojo de color azul como el mío, pero el otro era verde como el de su madre, unas pecas que sobresalían por encima de la zona de la nariz hacían que su rostro fuera dulce e inocente... una inocencia que en este momento se rompía por la carnicería que nos envuelve.
-Escúchame hija mía... mi voz se quebraba por el llanto que no quería dejar salir. - Te prometo que todo estará bien, crece fuerte, aprende de tu madre, que te enseñe a ser una guerrera, ella es mucho mejor en la espada que yo y cuando llegue el momento guía a nuestro salvador.
Abrase con todas las fuerzas que quedaba a mi hija, la bese en la frente y aprecie tanto el rostro de ella como el de Eliana por última vez.
-Hood hazte a un lado.
Extendí mi mano derecho, una luz verde con azul envolvió mi mano
-Raíces antiguas que estas tierras nos ofrecen siga mi voz, crezcan ante mis palabras.
Desde el piso una raíz gigante salió dispara hacia William Marshall, sin que el pudiera hacer nada, la raíz lo embistió como un toro furioso mandándolo a volar varios metros más allá.
-Hood dales refugio y cuídalas por mí, váyanse.
-Alastor... fue un honor haberte conocido anciano, y no te preocupes las cuidare, también daré refugio a todos los que quede con vida, déjalo en mis manos.
-Engreído, gracias por todo viejo amigo.
No volví a mirar atrás, revisé en mi cinto para ver si aún tenía una pequeña botella con una diminuta llama azul dentro, para mi sorpresa aún estaba ahí, intacto sin rasguño alguno, suspiré por el milagro que tenía en mis manos.
Di un paso para buscar al Lord Johan, pero mi cuerpo apenas respondía, comencé a toser sangre, probablemente el uso de la magia daño más mi moribundo cuerpo.
-Mierda si muero ahora todos moriremos, te ruego aguanta un poco más.
Así como estaba nunca llegaría a él, pero gracias al destino o a la dama de la fortuna o.… No si sin duda a la que debía agradecer era a la Diosa Morrigan que en algún lado me sonría, frente a mí a unos metros estaba el hijo de puta de Johan sans Terre con una barba desaliñada, unas ojeras que eran más gordas que sus ojos, y una sonrisa totalmente insoportable acompañada de una corona que según él lo hacía dueño de todo lo que se encontrara en Irlanda.
-Bendita suerte la mía de que vengas a mí su Putesa, dígame que lo hizo venir a ensuciarse sus "divinas" manos.
Johan sans Terre se acercó lentamente hacia mi junto con sus dos guardias.
-Alastor eres tan duro como una garrapata, pero mira hasta que al fin alguien te aplasto, es una satisfacción enorme verte en este estado tan deplorable, ¿pero que veo un intestino asomándose?
-Vas a pagar por todo lo que has hecho, vengare el exterminio de mi especie y Te voy a quitar esa aberrante sonrisa de tu rostro.
Johan se rascaba la barba, y con un rostro que denostaba superioridad me escupe.
-No me hagas reír, ya estas muerto garrapata, tú y tu especie son una afrenta a nuestro Dios, y yo su elegido divino los erradicare del mapa.
Johan no paraba de gritarme, pero ya no había más tiempo, era aquí y ahora.
Velozmente tome el frasco de mi cinto.
-Todo tu reinado perecerá Juan sin tierras.1
-¿Como te atreves hablarme en esa maldita lengua?, maldito hereje.
Johan saco su espada para terminar con su vida, pero desde el momento en que decidido hablarme me dio la victoria, destape el frasco provocando que un pilar de fuego azul con gran fuerza saliera.
-Te pido disculpas por haberte mantenido cautiva en aquel recipiente.
Una mujer con el aspecto de una joven de senos pequeños de piel celeste flotaba frente a mí, su mirada era dulce, pero a la vez reflejaba un mar de tristeza, atreves de ella aun podía ver ahora a un asustado Lord que había caído al suelo.
-Oh madre de los Fuego Fatuos, a través de ti pido que la corana inglesa desaparezca por manos de mi sangre, que los reinados que estén contra nuestro pueblo caigan ante mis sucesores...
Mientras recitaba el hechizo sentía que mi sangre comenzaba a hervir, el dolor aumentaba mientras más poder liberaba, mi cuerpo comenzaba a despedazarse mientras un fuego azul comenzaba a quemarme.
-Que tu fuego...las almas de tus hijos...y las almas de los que porten mi sangre acaben con la injusticia hacia nosotros...
-Acaso te olvidaste de mí.
Como si se tratara de un perro Galgo que persigue a su presa, William Marshall apareció por mi espalda, dándome el golpe final, con su espada atravesó directo por donde se encontraba mí ya famélico corazón.
-Púdrete en el infierno... Alastor.
Para mi última sorpresa esas últimas palabras que logre oír de William estaban cargadas de tristeza.
-...Los de linaje tan antiguo como los bosques, nuestra raza los elfos.
Escuchaba carcajadas y palabras sin sentido con un toque burlón proveniente del proclamado rey sin tierras.
Demma...ssiaa...do tar...dee Will.
Will se alejó lo más que pudo, pero ya era tarde, con un esfuerzo le devolví una sonrisa a la larga vida. Lo último que sucedió fue que exploté manchando de sangre al rey... esta era mi victoria.
Culaquier parecido con la historia real es mera concidencia y esta obra es solo ficcion.
Todos los derechos de esta hisoria le pertenencen a su autor Marcelo Sagasti.
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