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A una distancia no muy lejana, Zhao Yuhua estaba sentada en silencio, su mirada fija en la multitud rodeada de tres capas tanto por dentro como por fuera. Había perdido su usual indiferencia, sus cejas ligeramente fruncidas como si quisiera decir algo, pero dudaba. Cuando el rugido arrogante y dominante del hombre corpulento resonó una vez más, un atisbo de frialdad brilló en sus ojos helados y sus cejas se elevaron ligeramente, lista para hablar.
—¡Wang Qiang, no te metas con mi hermano! —Pero antes de que Zhao Yuhua pudiera abrir la boca, una voz retumbante como un trueno se adelantó desde la dirección de la puerta trasera del aula. Al oírlo, todos se sobresaltaron e involuntariamente giraron su mirada hacia la entrada.