Lily abrazó su almohada con fuerza, enterrando su cara en su suave tela mientras las palabras de Cai resonaban sin cesar en su mente.
—Me importas.
—Te deseo.
—No eres "simplemente tú".
Cada frase le enviaba un escalofrío por la columna, haciendo que su estómago se retorciera en un nudo de nerviosismo y emoción. Todavía podía sentir el calor de sus manos sosteniendo su cara, la intensidad en su mirada mientras le decía esas palabras—palabras que ella nunca esperó escuchar. Habían sido tan crudas, tan reales, que incluso ahora, horas más tarde, su corazón no dejaría de latir aceleradamente.
Se volteó boca arriba, mirando al techo, su mente reproduciendo la conversación una y otra vez como una película que no podía apagar. Cada pequeño detalle volvía en un torrente—la manera en que su voz se había suavizado cuando la tranquilizó, la suave presión de su pulgar trazando su mejilla, la manera en que su aliento se mezcló con el de ella cuando sus frentes se tocaron.