Dentro del gigantesco nido de telarañas, un cadáver desecado de la colosal Matriarca yacía arrugado en el suelo, su caparazón de hierro destrozado por algún golpe devastador. La criatura estaba muerta desde hace mucho tiempo, pero la vista de ella seguía siendo aterradora.
El vasto abdomen de la madre de la prole, sin embargo, parecía haber sido cortado mucho tiempo después de su fatal batalla contra el Señor del Castillo Brillante. Casi parecía como si estuviera... desgarrado desde dentro. Dentro de la espantosa herida, Sunny notó los restos destrozados de cinco huevos gigantes y metálicos.
El tamaño de los huevos era aproximadamente el mismo que el de las cinco monstruosas Bestias Caídas que habían destruido a la originaria Santo de Piedra y a sus hermanos en la Ciudad Oscura.
—Así que... de ahí vinieron —pensó Sunny.